King Kong (1933) - La Bella y la Bestia, la Humanidad Vs. La Naturaleza.

Con el reciente estreno en digital de "Godzilla x Kong: New Kingdom", es el momento perfecto para revisitar la película que inició todo: "King Kong" (1933). Esta icónica cinta no solo marcó la primera aparición del legendario simio en la gran pantalla, sino que también revolucionó el cine con sus innovadores efectos especiales y su narrativa envolvente. En esta oportunidad, exploraremos cómo "King Kong" se convirtió en un hito del cine clásico y su legado aun presente en la cultura popular.

Antes de la Isla Calavera.

En 1925, Harry O. Hoyt dirigiría “The Lost World”, adaptación fílmica de la novela de mismo nombre de Arthur Conan Doyle, cuya trama giraba alrededor de un grupo de exploradores adentrándose a una tierra habitada por criaturas prehistóricas subsistiendo en su propio ecosistema atrapado en el tiempo. Tras invadir el sitio y descubrir sus maravillas, estos traerían un brontosaurio capturado a la gran ciudad, en donde escaparía generando caos y destrucción. Y aunque el argumento suene familiar, realmente el filme de Hoyt tenía poco interés en contar una historia, enfocándose más en ser "cine de atracciones". Tom Gunning, escritor y crítico de cine, lo define como el tipo de películas que predominaba a principios del siglo 20, basado en el espectáculo visual más que en la narrativa, y que buscaba una relación dinámica con el espectador. Estas cintas, como las que hacían los Hermanos Lumiere o Georges Méliès, se presentaban en teatros o ferias, con el cinematógrafo siendo el principal espectáculo. Se difundían estas películas con el objeto de promover los avances tecnológicos y técnicos del medio, e impactar al público enseñando la evolución del cine y sus crecientes capacidades. En el caso de “The Lost World”, su espectacularidad y avance técnico, que la convertían en una atracción, eran sus impresionantes efectos especiales de la mano del pionero de la animación stop motion, Willis O Brien. El animador estadounidense, que ya había realizado pequeños trabajos con este estilo con anterioridad, demostró su brillante potencial creando vanguardia con su trabajo de esculpido, modelaje, y animación fotograma a fotograma, representando a los dinosaurios y toda la fauna circundante con mucho detalle y fluidez, ofreciendo un nivel de realismo apabullante para su época.
Tras el éxito de la película, y pasando por varios proyectos que no se pudieron concretar, es que O Brien entraría en contacto con Merian C. Cooper y Ernest Schoedsack. La dupla, que ya habían colaborado en algunas películas como “Chang: A Drama of the Wilderness” (1927) —en donde ya mostraban su interés por los simios y aventurarse en un setting selvático—, se acercaron a Willis con la propuesta de “King Kong”. Juntos, transformaron esta historia trágica sobre un gorila gigante y su amor imposible, esta reversion de La Bella y la Bestia, en una pieza fundamental de la historia del cine y un clásico trascendental; mucho más que una atracción.

La fuerza de la codicia artística chocando con la fuerza de la naturaleza.

Seguimos la historia de Carl Denham, un codicioso director de cine que lleva a su recién contratada actriz Ann Darrow y a todo su equipo de filmación a una isla, con la intención de grabar una rompedora nueva película en dicha locación, aprovechándose de la tribu local, y sobre todo, buscando explotar la leyenda del gorila gigante que allí habita.
Desde el primer instante, “King Kong” tiene una intención narrativa más ambiciosa que ser una excusa para mostrar la espectacularidad de sus secuencias de acción y sus revolucionarios efectos especiales, y con su trama se sumerge en la exploración de varios temas interesantes que enriquecen la obra.
Cooper y Schoedsack exploran la relación entre el hombre y la naturaleza, utilizando la figura imponente de King Kong como símbolo de la fuerza bruta e indomable de la fauna salvaje. La captura y exhibición del gorila gigante en Nueva York, al igual que le ocurría al dinosaurio sustraído de su habitat en "The Lost World", refleja la arrogancia y la falta de respeto del hombre hacia la naturaleza, planteándonos preguntas sobre la ética y las consecuencias de la explotación desmedida de los recursos naturales. Este contexto exótico se convierte en un telón de fondo que permite cuestionar los límites de la civilización y el impacto destructivo del colonialismo. Y estos cuestionamientos aparte de dirigirse al acto colonizador en sí mismo, también apuntan específicamente a la creación cinematográfica, criticando problemáticas ya presentes en la industria en su época.
Teniendo como protagonista a un director de cine, que se aleja de lo ético y lo moral siempre que le sea posible, la película critica la ambición desmedida que era capaz de alcanzar un artista para destacar en el apogeo de la industria del entretenimiento. El cautiverio de Kong en Nueva York como atracción pública simboliza la explotación de lo exótico en beneficio del espectáculo, y nos invita a cuestionar la ética detrás de la representación en la pantalla grande, ofreciendo un comentario reflexivo sobre el poder de la imagen en la cultura popular y la responsabilidad moral que recae sobre aquellos que participan en su creación.
Lamentablemente, el principal defecto del argumento lo encuentro justamente en la conclusion del tercer acto, donde este comentario interesante sobre el cine, que expone la búsqueda de beneficio mediante la explotación tanto de la naturaleza, como también de la imagen de la mujer "hegemónica" para atraer público, termina resultando inconcluso. Esto debido a que los principales villanos de la película (tanto el director, como el espectador adicto a la sobreexplotación por la que pagan su entrada) no reciben ningún castigo, ni reconocimiento explícito de lo incorrecto de sus acciones. En lugar de eso, la película prefiere echarle la culpa del conflicto a la mujer y al simio, ofreciendo una frase icónica para concluir la cinta, pero que se queda corta teniendo en cuenta los temas que se venían pincelando.

"No fueron los aviones los que mataron a Kong, fue la Bella quien mato a la Bestia"
No flaco, fueron los aviones...

¿La Bella mato a la bestia? La Tragedia de Kong

La famosa alegoría sobre la Bella y la Bestia con la que se da inicio y cierre al largometraje de forma circular, pese a no ser mi final ideal para la película igualmente posee una fuerte carga simbólica, que revela la tragedia intrínseca en la historia de King Kong. El personaje tiene un desarrollo interesante que convierten a su muerte en un acontecimiento que percibimos como injusto y triste. El gigante muestra una emotividad y humanidad palpable, mientas observamos el triste amor imposible en el que se enfrasca. A pesar de los esfuerzos del simio por proteger y comprender a Ann, su destino está sellado por las circunstancias y la incapacidad de la sociedad para aceptar su existencia. La belleza, en última instancia, se convierte en la fuerza que conduce a la destrucción de la bestia, no por malicia, sino por las complejidades y las tensiones inherentes a la interacción entre dos mundos aparentemente incompatibles.
La escalada del rey de la isla calavera al Empire State, símbolo de la naturaleza intervenida ascendiendo a su muerte sobre un símbolo del capitalismo y la sociedad industrial, es uno de los momentos más icónicos de la historia de la cultura popular. Su muerte, acribillado por los aviones, es una tragedia que se despliega como un momento culminante, intrínsecamente conectado con los temas subyacentes de la historia. La pérdida de la octava maravilla del mundo es un acto inevitable pero conmovedor, que sirve de metáfora de la colisión entre dos mundos, la ruptura entre el hombre y la naturaleza, y las fatídicas consecuencias de uno enfrentando al otro desde el irrespeto.

Racismo y representación.

“¿Gorilas? ya tenemos muchos en Nueva York”

Existen otras lecturas sobre la historia, que la ven como una crítica discriminadora a la comunidad negra, o una demonización de las relaciones interraciales. Y aunque prefiero no hondar mucho en esas interpretaciones negativas y quedarme con la version más pura del texto, es innegable que todo lo que la película ha envejecido bien en temas técnicos y narrativos, es inversamente proporcional a su pésimo envejecimiento en temas de representación.

Podemos señalar la presentación de las tribus nativas en la isla o del hombre asiático de la tripulación del barco, que son simples caricaturas para crear espectáculo con personas de otras razas, basadas en estereotipos etnocentristas que la sociedad estadounidense tenía arraigados en década del 30. Incluso, la imagen del propio King Kong puede percibirse como una encarnación de los miedos racistas de la época, manifestando la ansiedad racial respecto a lo desconocido y diferente.
A la hora de hablar del rol femenino, pasa algo similar y aun mas evidente. El personaje de Ann Darrow, interpretada por Fay Wray, encarna estereotipos de género y enfrenta un tratamiento despectivo por parte de todos los personajes masculinos que la rodean. A menudo se encuentra en situaciones de vulnerabilidad, y es reducida a un objeto de deseo, tanto para el simio gigante, como para los protagonistas y la película que están rodando. Su papel, en gran medida, se limita a ser rescatada y protegida, lo que refuerza las nociones tradicionales de la mujer como un ser pasivo y dependiente, que necesita enamorarse de un hombre y requiere su ayuda para todo. Cuando vemos que el interés romántico de ella es un hombre carente de características, cuya función en la trama era decir que odia a las mujeres y que son unas inútiles hinchas bolas, algo no termina de cerrar.

Sin embargo, es importante abordar estos problemas de representación con un enfoque crítico y contextual, reconociendo que la película fue creada en una época en la que ciertas actitudes y prejuicios eran más prevalentes y aceptados. Al mirar "King Kong" desde una perspectiva contemporánea, nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre cómo han evolucionado nuestras percepciones culturales y sociales. Encarar su visionado con esta mirada no solo nos permite entender la película como un reflejo de su tiempo, sino también como un documento cultural valioso.

El Origen del Blockbuster.

Pero si algo admiro de la obra de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, y que si supo perdurar pese a sus más de 90 años de antigüedad, es la forma en la que planta las bases del género blockbuster, y consagra la estructura narrativa del cine de acción que veríamos normalizada en años posteriores.
En "King Kong" encontramos una combinación efectiva de elementos emocionantes, un elenco variado de personajes memorables (pese a sus falencias) y una trama envolvente. La estructura sigue una progresión clásica de introducción, desarrollo y clímax, con una habilidad notable para mantener un ritmo intenso a lo largo de sus actos. Desde la emocionante expedición inicial hasta el caos urbano desencadenado por Kong en Nueva York, la narrativa de se desarrolla con un impulso constante. Este ritmo enérgico, combinado con escenas de acción impactantes una tras otra —y con un nivel de violencia bastante maximalista y entretenido presente en todas sus set-pieces— ha influido significativamente en la concepción de cómo se construyen y presentan las películas de acción en la actualidad. Y si hoy vemos blockbusters multimillonarios con foco en la acción y en el uso del CGI, en “King Kong” pasa parecido, con Willis O Brien introduciéndonos en esta adrenalínica odisea a la Isla Calavera, gracias a sus efectos especiales y su animación de primera.

La Magia de O'Brien: Los efectos especiales de “King Kong”

La atención al detalle en la animación de los movimientos de los personajes, la expresividad de las criaturas y la fluidez de la acción contribuyen a una experiencia visual que sigue conservando una magia inigualable. La habilidad de O'Brien y su equipo para fusionar la animación stop motion con escenografía real y actores en vivo —mediante el perfeccionamiento de otras técnicas revolucionarias como el "rear projection", para combinar dos imágenes en distinta profundidad proyectando otra imagen ya grabada detrás de los actores, o el "matte painting", para simular fondos extensos—, contribuyó a la cohesión visual de la película. Esto permitió que Kong interactuara de manera convincente con los entornos y personajes reales, generando una inmersión única para la audiencia. Todos estos elementos tan perfectamente conseguidos funcionando en harmonía, hacen que la película sea divertida y un visionado totalmente disfrutable pese a su antigüedad. No sorprende su lugar tan importante en la historia del séptimo arte, al marcar un hito en el cine de aventuras y la forma de contar este tipo de historias enfocadas en la accion, motivando a grandes cineastas durante generaciones, como a Peter Jackson, e incluso al otro lado del globo, como a Ishiro Honda y Tomoyuki Tanaka, creadores del rival histórico de Kong (y quien terminaría de consagrar este subgenero de monstruos gigantes), Godzilla.

En el gran esquema del séptimo arte, King Kong (1933) emerge como un coloso que trasciende su tiempo, forjando los cimientos del blockbuster y encarnando una síntesis magistral de técnica cinematográfica y narrativa audaz. No solo cautiva con su espectacularidad, respaldada por el gran trabajo de O Brien y su pericia técnica, sino que también revela una exploración temática que se sumerge en la complejidad de la relación entre la humanidad y la naturaleza, el choque entre civilización y primitivismo, y una mirada crítica a la ambición artística y al colonialismo. La obra maestra de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, pese a sus anticuados estereotipos y problemas de representación, logra trascender para convertirse en un monumento cultural icónico, que sigue siendo inspirador casi un siglo después.