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The Strangers: el último gran exponente del home invasion

Spoilers

The Strangers: el último gran exponente del home invasion

Sin duda alguna, el terror es de los géneros que más categorías contiene dentro de sí. Body horror, folk horror, slashers, splatters, entre muchos otros. A su manera, cada uno encontró la forma de adaptarse al espectador contemporáneo, a veces perdiendo calidad a través del tiempo, otras veces consiguiendo alcanzar su mejor forma.

En el caso del subgénero home invasion, la mayoría de los críticos especializados en el tema creían que el modelo encontraría su pico de excelencia en estas décadas. Si bien The Desperate Hours o Wait Until Dark no tienen nada que envidiarle al horror actual, es innegable que este último tiene una conciencia más aguda de los tropos que conforman al home invasion como un modo de hacer terror.

Es decir, antes, estas películas no se clasificaban bajo el rótulo del subgénero, sino que eran títulos de suspenso, crimen y thriller. Ahora, las historias sobre hogares asaltados suelen escribirse desde un punto de vista alineado por completo al home invasion, ya sea con elementos paranormales, como la reciente No One Will Save You, o, como suele ser el caso, desprovistas de ellos, siendo uno de los ejemplos más conocidos Don't Breathe.

Aun con tanto exponente, el subgénero está perdiendo su resplandor con una rapidez preocupante. Como le sucede a muchos otros modelos del terror, los prototipos que los conforman se convirtieron en una mera excusa para construir un producto más o menos entretenido y generar rédito en la taquilla. En otras palabras, sobran directores que se apoyan en el suspenso que es inherente al tema “un grupo de personas violentas invade un hogar indefenso”. No piensan más allá de él, ni desean profundizarlo. Con suerte, piensan en algún arquetipo de perseguidor mínimamente viable para que el espectador no deje el cine a mitad de película.

Por suerte, claro está, hay excepciones, y la mejor de ellas estrenó una nueva parte hace muy poco. Se trata de The Strangers, la película de terror psicológico creada por Bryan Bertino en el 2008, que no solo se extendió en una secuela diez años después, sino que también fue renovada para una nueva trilogía ya filmada, que se irá estrenando a lo largo de este año y quizá alguna porción del que viene.

The Strangers (2008) - IMDb

Historias reales y finales anticipados

Para empezar, la película de Bryan Bertino brilla a través de un elemento característico del género, pero que cada vez se va desvaneciendo más y más: el “basado en una historia real”. En realidad, Bertino no experimentó en carne propia el hecho desarrollado en The Strangers, sino que simplemente se inspiró en un par de robos aislados que ocurrieron en su barrio cuando era chico.

En los peores casos, realizar esta aclaración al comienzo de una producción puede significar el ya mencionado descanso perezoso en su terror inherente. Pero no es así con The Strangers. Todo lo contrario, el director comienza con esa frase para desafiarse a sí mismo, establecer una exigencia, y hacer algo mucho mejor que obligar al sintagma a hacer todo el trabajo.

Sin embargo, lo más interesante es observar como el público internalizó esta decisión creativa, y que encontró en la maquinaria interna del director. Por ejemplo, muchas voces especializadas en el género lograron trazar conexiones entre la película, el caso Tate-La Bianca y los asesinatos de Keddie. Cuando se trabaja en el cine de género, muchas veces son el inconsciente y los miedos más profundos del autor los que quedan plasmados en el nitrato, incluso cuando él mismo no puede identificarlos directamente.

Luego, aparece otra obligación autoimpuesta por Bryan Bertino, que es comenzar la historia por el final. Sí, es un método muy utilizado en el cine, pero es difícil de encontrarlo ampliamente diseminado en las tramas del tipo terror. Sencillamente, porque el clímax de la mayoría suele darse en el final, y sus directores no siempre pueden darse el lujo de revelarlo en los primeros momentos. Es, al fin y al cabo, una prueba de fuego, que solo pueden llevar a cabo aquellos que estén seguros de poder captar la atención del espectador más allá de su “escena monstruo”, como Demián Rugna denomina a aquella parte de las cintas que las hace valer.

Madres, hijos y sangre: análisis de la maternidad en el cine de Demián Rugna

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Espacios cambiantes

Otro hecho interesante de este punto es que, a simple vista, aquel principio-final no parece contarnos nada relevante. Vemos los desastres generados por la violencia de los atracadores, y nada más. Pero, cuando la diégesis vuelve al punto de partida propiamente dicho, cada uno de esos elementos cobra un sentido completamente distinto, que forman una mixtura más que interesante al entrelazarse con los significados que el director les asocia en los primeros minutos de la cinta.

Por ejemplo, uno de los objetos que aparecen diseminados en la escena del crimen es una cajita para un anillo de bodas. El espectador inmediatamente piensa en una pareja feliz que decidió comprometerse y rápidamente vio sus sueños arruinados por un baño de sangre. Ingresamos a la historia con ese pensamiento en mente, para que luego la trama misma lo destroce por completo.

Otro aspecto a resaltar de la película es que resulta ser un bálsamo para aquellos fanáticos del home invasion. En los últimos años, esta clase de películas estuvo incursionando en una herramienta insoportable, que involucra, dicho coloquialmente, “dar 1000 vueltas” en la presentación de los personajes. Lo peor, es que muchas veces esa media hora de sus introducciones ni siquiera aporta algún contenido de valor. Puede verse con más predominancia en aquellos títulos protagonizados por algún grupo de adolescentes inconscientes, que cometen “locuras juveniles” durante toda la primera parte del título al que pertenecen, aburriendo hasta al amante más acérrimo del género.

Desde el primer minuto, Bryan Bertino trata a su creación con un cuidado de los que ya no se ven en las relaciones contemporáneas de director-película. La atmósfera pesada aplasta a los personajes por una tragedia personal desde su aparición en pantalla, y poco a poco va transformándose en el horror que los asfixiará durante su “noche de bodas” fallida. Se trata de una situación narrativa más que interesante, situada en una casa que estaba destinada a alojar un hermoso encuentro romántico y terminó siendo todo lo contrario, incluso antes del ingreso de los desquiciados. Un lugar que muta, y se desprovee de toda seguridad en esa metamorfosis.

Desde el juego de sombras hasta la música sonando en el tocadiscos del hogar, cada pieza de The Strangers está pensada para formar un rompecabezas total, donde nada está librado al azar y todo se conecta. Bryan Bertino comprendió mejor que nadie que el terror no se sostiene en sus partes más obvias, sino, todo lo contrario, en los pequeños detalles llenos de sentido.

Con tanta búsqueda de perfección, muchos criticaron la película por no haber establecido una motivación clara para el trío violento que caza a los protagonistas. La observación está, claramente, errada, y es producto de un prototipo de cine que nos acostumbró a esperar siempre un final con bombos, platillos, y aclaraciones innecesarias. No hay nada más real que el mal propulsado únicamente por su mismo carácter.

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