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El costo de la popularidad

Spoilers

Con el término “mundo del arte” la referencia suele ser hacia todo lo que rodea La Obra: Artistas, consumidores, público, intermediarios (desde curadores hasta comerciantes, incluyendo parte de la crítica) y la institución que exhibe-garantiza-legitima (otra parte de la crítica, galerías, museos, etc.). Por supuesto que puede no existir una forma rígida para cada una de estas posiciones pero no es la primera vez que el cine coincide en algunos aspectos que vinculan a las clases altas y el modo que tienen de relacionarse con el arte. Por si hiciera falta aclararlo, el arte es para toda persona al margen de su clase social y, si se pusiera excluyente, también seguiría siendo para toda persona al margen de su clase social. Fin de la historia.

Ahora bien, sí podríamos tener en cuenta el interés o la curiosidad por tal o cual manifestación, expresión u obra; esto es importante porque toda esa periferia condiciona la lectura o ese primer acercamiento, para bien o para mal. Es decir, no es lo mismo vincularse con una obra de arte sin estar al tanto del carácter histórico, contextual, soporte, movimiento, técnica, etc. Después discutiremos preferencias, dado que hay quienes sostienen que el mejor acceso a La Obra debe darse con la menor información posible y hay quienes, por el contrario, piensan que la historia de La Obra (y acá entendemos también la historia del artista o el contexto en el que desarrolló su carrera) enriquece esa lectura.

En Sick of myself, el anteúltimo film del noruego Kristoffer Borgli, hay un artista que interviene muebles y los transforma en obras de arte. Ninguna novedad en la materia, dado que, sobre todo durante el Siglo XX, se despojó a mucho objeto de su valor de uso para convertirlo únicamente en elemento de expectación (hete allí la mencionada transformación”). El contexto sería acá que todo el mobiliario es robado, práctica que Thomas (Eirik Sæther), el artista, lleva a cabo en distintas situaciones y parece ser el condimento que enloquece a ese sector que exhibe-garantiza-legitima, como mencionamos más arriba. Toda la relevancia en torno a su figura –su estatuto de artista– está escalando a nuevos niveles y esto dará lugar al conflicto central: Los celos de su novia Signe, interpretada por Kristine Kujath Thorp.

No sabemos si es una relación tóxica, interesada o sincera, el film no hace hincapié en esa parte, solo advertimos que algo pasa con ella cuando no es el foco de atención. Así empieza el film luego de una breve escena sobre el robo de un vino: su novio es perseguido por un mozo tras el hecho pero la cámara prefiere quedarse con ella, perdida, con una expresión de sorpresa al no ser de interés para quien busca.

Signe nota que a su vida le falta adrenalina al mismo tiempo que advierte la monotonía que implica acompañar a la figura pero no poder vivir en carne propia la experiencia; quiere protagonismo central y quiere riesgo. Y lo va a conseguir.

Durante las escenas siguientes veremos distintos episodios en los que se acercará cada vez más al peligro, al flagelo, a la muerte. Claro que el título empieza a hacer lo propio, y el vínculo con la sangre –aunque al principio no sea propia– la sienta bien. El mayor ejemplo se da con la mordida del perro, cuando como heroína recibe felicitaciones de la policía y paramédicos por su intervención pero las manchas de sangre parecen más interesantes para ella y los curiosos, dado que acapara miradas y siente reclamos de historias, lo que habilita a un reposicionamiento de su figura.

En esta nueva ubicación central, Signe se siente cómoda pero aún insatisfecha. Curiosamente encuentra sentido a su vida en la medida que coquetea con la muerte; pero cuidado con creer que ese vínculo está dado por la finalidad artística, porque en este caso está totalmente movilizado por el interés –o la necesidad– de llamar la atención. Vale la aclaración porque, si no ¿qué hacemos con los exponentes del body art o las performances de los años 70, con Marina Abramovic, Vito Acconci y el accionismo vienés? El eje del relato está puesto (nosotros lo ponemos) en otro lado, porque la discusión no está planteada en esos términos.

¿Cómo lo lleva Thomas? Sigue en su mundo, que lo tiene también a él como centro. La popularidad empieza a ser una adicción para ambos en una suerte de lucha de egos, y en el afán de generar prensa, nuestra protagonista batirá todos los récords cuando flirtee con la idea de ser el centro de interés a través de la victimización primero y de la autolesión después.

Ya habíamos visto esta crítica social al mundo del arte, al pedante snobismo y a la parafernalia que lo rodea, cuando el sueco Ruben Ostlund hizo The Square. Allí también era la excusa para denostar otro tipo de problema social que excede al arte, pero servía de ejemplo. En otro momento hablaremos del director y de Triangle of Sadness que también se mueve en esta línea aunque pretendió satirizar y exponer algo desde afuera, pero sin hacerse cargo del lugar que ocupa el cine allí.

Como dijimos sobre The Square, acá lo artístico es periférico y la incomodidad que viven sus protagonistas es ajena a su condición de artistas, porque el arte funciona perfecto como excusa para denunciar algo definitivamente nocivo como una relación que está atada por los egos de dos personas narcisistas.

En lo que considero un acierto, el film desnuda una temática necesaria y compleja pero de allí avanza solo para incomodar en tono paródico: sobre todo al exponer el mundo de la moda –aparentemente peor que el del Arte– donde la acidez se transforma en burla.

Signe es presentada como odiosa y enfermiza, hasta que asume –tarde– una problemática de fondo y, curiosamente, en ese descargo que busca el perdón de la única persona en la que confía, recibe el rechazo en una escena bien lograda que resume la línea en la que se mueve el film. Por suerte sí encontrará lugar en un grupo que parece ayudarla, aunque leer esto por fuera de la ironía sería un error porque aún allí continúa la sátira, incluso con esta solución frente al problema de adicción: sea al Lidexol o a la popularidad.

Signe también sueña futuros improbables, aunque no imposibles. Y si bien no vamos juzgarla por eso, tal vez sí por las mentiras en las que envuelve a su entorno para acercarse a estos, aunque ella sea la principal perjudicada.

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