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Furiosa: Un desbordado y espectacular caos dentro del caos | Review

POR JERÓNIMO CASCO

22 de MAYO del 2024, 14.56 PM | UTC-GMT -3

Hace 45 años George Miller visionó un mundo en donde las personas enloquecerían por completo y se pelearían hasta morir por lo poco de vitalidad que quedaría en un diezmado y caótico Planeta Tierra. Mad Max (1979) fue un salto al precipicio que puso al australiano en el ojo de todos, y que terminó resultando un verdadero éxito, algo propio de clásicos de culto del país oceánico en esa misma década como Wake in Fright (1971) o Long Weekend (1978), películas que exploraban la naturaleza destructiva del ser humano en torno al medio ambiente. La diferencia con Mad Max fue el world-building que planteó, algo que (así como pasó con los personajes de la misma) enloqueció a la crítica y a la audiencia.

El taquillazo que fue la historia de origen de Max Rockatansky estelarizada por un joven Mel Gibson le sirvieron para poder expandir ese universo distópico con dos secuelas que funcionaron de manera irregular. Pero no fue hasta el año 2015, treinta años después de aquel final de la trilogía (y tras los insólitos estrenos de Babe, El Chanchito Valiente y dos películas de Happy Feet) Miller decidió emerger el renacimiento de su franquicia preferida con la imaginativa, desquiciada y estrambótica Mad Max: Fury Road. Aquel ejercicio de despliegue coreográfico y audiovisual es considerada por muchos como “el blockbuster del siglo XXI” o “la mejor película de acción de este siglo”. ¿Tiene ese título merecido? Me inclino por no etiquetarla y definirla como una de las mejores experiencias cinematográficas que pueda haber tenido.

Casi diez años después de aquella incesante furia en la carretera estamos ante una expansión de ese reinicio propuesto también por su mente con Furiosa: A Mad Max Saga, una precuela que sirve también como posible inicio de otro interesantísimo personaje, algo que no se sabe afirmar cuánto sentido de necesidad tiene y que solo el tiempo (y la taquilla) lo dirá. Los primeros minutos de esta distopia nos sitúan en un tiempo en donde el planeta colapsó, de hecho las similitudes con Fury Road son contundentes: tenemos parte del mismo guion en donde se escuchan algunas conversaciones en donde se explica cómo se llegó a tal apocalipsis. Plagas, pandemias, locura, sobrexplotación de los recursos y un sinfín de tragedias que condenaron a la especie humana.

Pero existe un lugar llamado Paraíso Verde (valga la referencia a Duna: Parte Dos) en donde las personas parecen haber encontrado la paz. Poco dura esa sensación tras presentarnos a una pequeña Furiosa junto a su amiga recolectando algunos frutos y dándose cuenta de que unos motociclistas carroñeros están despellejando a un caballo. La vivaz joven (que tiene un look algo digitalizado en su rostro, y aquí es donde comienza uno de los problemas que tuvo con la película) en su afán de querer deshacerse de estos sujetos es atrapada por uno de ellos pero sin antes hacer sonar el silbato.

Los movimientos de cámara rápidos, la velocidad en el accionar de los personajes y esta adrenalínica sensación de Fury Road se repiten en el inicio, dejando un buen sabor de boca. La tensión crece. La madre de Furiosa interpretada correctamente por una principiante Charlee Fraser nos muestra el porqué de la naturaleza salvaje de la niña al arrastrar y destruir todo aquello que se le interponga pero no al no conseguir salvarla comienza el viaje espiritual de la protagonista. Furiosa ya no es la misma, y ahora su silencio se convierte en rabia. Ese sería el argumento básico y burdamente explicado de esta versión femenina de Max Rockatansky.

No es hasta pasada la media hora que, tras muchas idas y vueltas, conseguimos ver a la verdadera estrella, aquella con las letras más grandes en todos los carteles y a la que elevan en cada rincón en la que se puede ver: Anya Taylor-Joy. ¿Se encuentra a la altura de lo hecho por Charlize Theron en el 2015? Podría decirse rotundamente que si. Las motivaciones están en los ojos de la actriz, que reflejan odio a todo a su alrededor, pero que se muestran serenos ante un mundo que devora al más frágil. La película peca por su diálogo, por su sentido de reflexión innecesaria, transformando la experiencia cinematográfica en un discurso de moral que no termina de funcionar. Si aquello que si hizo que nuestros ojos no pudiesen despegarse de lo que presenciamos cuando veíamos a Tom Hardy manejar un camión contra una horda infinita de merodeadores y satánicos en busca de las mujeres que estaban en él, es porque la ausencia de palabrerío era necesario. ¿Que me importa saber tanto de las motivaciones cuando están a simple vista?

Esta necesidad de explicar lo inexplicable se da particularmente en el dialogo que existe (tanto el hablado como el gestual) entre Furiosa y Dementus (espectacular Chris Hemsworth), el líder de una banda de motociclistas que mezcla perversión y ternura en partes iguales. Me inclino por creer que, incluso después de muchos años, ni siquiera Miller supo porque quiso hacer la película. Quizás fue una presión de los fans, quizás un capricho, pero lo que se siente alrededor es que el desmedido fervor que provocó Fury Road le impulsó a perseguir una fugaz y desquiciada hambre de gloria.

Así es como nos hace volver al Yermo. Ese que sólo conoce de desesperación, rabia y supervivencia, Ese en donde sólo existe la ley del más fuerte, una suerte de Lejano Oeste distópico. Immortan Joe es mucho más joven, la gente lo venera y sus muchachos medio-vida creen que irán al Valhalla si dejan la vida por él. Entre todo ese montón de criaturas humanoides se encuentra Furiosa, que fue abandonada por Dementus en un frío intercambio de intereses, y aquella niña que en silencio nunca pudo olvidar lo sucedido ahora es tratada como si fuese un muchacho. Se prepara para concretar una venganza que nunca parece ser oportuna, pero lo cocina a fuego lento.

En ese proceso es que conocemos a Jack El Pretoriano (Tom Burke interpretando a una versión temprana de lo que podría haber sido Max Rockatansky), un hombre calmo y certero que sigue a Furiosa en su búsqueda de una salida pero que todavía no puede hacerse por si mismo ya que sigue las ordenes de Immortan Joe. Este nuevo capítulo de Mad Max quiere ser más impresionante, quiere mostrarnos todas las posibilidades de locura absoluta que pueden existir en un territorio tan hostil y a su vez quiere ser más acertada en cuanto a la construcción de personaje. Pero se olvida que aquello que hace grande a los personajes más icónicos a veces no necesitan una reintroducción.


CONCLUSIÓN:

“George Miller vuelve al Yermo después de nueve años para volver en el tiempo y traernos la historia de origen de Furiosa, la icónica heroína de Fury Road. Silenciosa y ruidosa a la vez, esta precuela nos adentra en los conflictos personales del personaje tanto como en los conflictos colectivos de los distintos bandos que componen a lo poco que ha quedado de la humanidad.

Anya Taylor-Joy aparece sorpresivamente hasta pasada la media hora de película y con una interpretación más física que verbal se pone en la piel de Imperator Furiosa magistralmente, destacando en cada segundo que aparece en pantalla.

La acción, trepidante, no tiene nada que envidiarle a su épica antecesora aunque sí peca por cierto exceso de digital y CGI en algunos momentos, algo que hace extrañar los efectos prácticos que tanto destacaron en aquel reinicio de Max Rockatansky en el 2015."

PUNTAJE: 7 de 10


¿DONDE SE PUEDE VER? EN CINES ARGENTINOS A PARTIR DEL 23/05


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