The Iron Claw: el amor fraternal y la masculinidad tóxica

¿Puede una supuesta maldición encubrir el horror de la presión de un padre sobre sus hijos? La respuesta es sí: “The Iron Claw” explora a través de la lucha libre el mundo de la salud mental, las frustraciones y la masculinidad tóxica. La película está basada en una historia real y para hacerlo más impactante, el director decidió no incluir a Chris, otro de los hermanos que también se suicidó.

Hablar de la angustia que sentí después de ver “La Garra de Hierro” es difícil de poner en palabras. Ejemplificarlo es más fácil: soy una persona que llora fácilmente con las películas pero casi no lo hice con esta, lo cual me pareció raro por todo lo que sucede, pero fue algo muy diferente. Quedé agobiado por completo, pensando en todo y obvio, procesando lo que acababa de ver. El primer punto a destacar y por el cual sentí todo eso es Zac Efron.

No me sumo nunca a la oleada de personas que creen que hacer drama está por encima de hacer comedia, pero ver a un actor que conozco desde mi adolescencia en películas apuntadas para un público adolescente, hacer de un luchador (Kevin von Erich), que intenta seguir con el legado de su padre, mientras intenta ser un ejemplo para sus hermanos y sus propios hijos, fue impactante. Nunca habíamos visto esta faceta de Efron y sorprendió muchísimo.

“The Iron Claw” está escrita y dirigida por Sean Durkin y está basada en la historia real de la familia Von Erich y la obsesión del “patriarca” Fritz (un impresionante Holt McCallany), quien en su carrera nunca pudo ganar el cinturón de campeón de la NWA (la categoría más importante de la lucha libre). Esta frustración es llevada al máximo cuando él dedica su vida entera a que sus hijos sigan su camino y crea una industria alrededor de ellos, sirviendo como un promotor y manager, tomando todas las decisiones.

En clan de hermanos está formado por el ya mencionado Kevin, David (Harris Dickinson), Kerry (Jeremy Allen White) y Mike (Stanley Simons). De hecho, había un hermano más en la historia real llamado Chris, pero el director decidió no incluirlo: “fue realmente difícil. Estuvo en el guion por mucho tiempo pero la película no podía soportar otra muerte en ese momento”, declaró Durkin.

Y hablando de muertes, es una de las cosas que más suceden en la cinta y Fritz cree que es porque su familia, básicamente, está maldita: genuinamente piensa que el apellido Von Erich está maldito y eso trajo la muerte de otro de sus hijos a los 6 años (no se habla en película pero murió electrocutado jugando). Era Jack Jr. y era el mayor, por lo que el personaje de Zan Efron pasó a ser la figura fraternal para todos, lidiando con esto desde tan pequeño.

Esta maldición a la que Fritz se ata tanto, es para tapar absolutamente su fracaso como luchador y como padre, dejando como único legado una presión infernal en los hombros de sus hijos. Los hostigaba física y mentalmente y cuando veía que uno no le servía, pasaba a otro, y así sucesivamente. La lucha libre es solo un conductor para explayarse sobre la salud mental de cada uno de los protagonistas y la masculinidad tóxica y frágil de aquella época (70s / 80s), que aún ronda en nuestra actualidad.

Todo esto terminó en la muerte de sus tres hijos: David muere en una gira por una perforación intestinal (a la que nunca le hizo caso por exigirse demasiado), Mike se suicidó por una fuerte depresión (tenía una carrera como músico pero fue arrastrado a la lucha libre, acto que lo llevó a quedar en coma), y Kerry perdió un pie en un accidente de moto, se quedó sin carrera y también se termina suicidando.

Kevin es el único que queda con vida, luchando con sus propios demonios y el único que, en toda la película, enfrenta a su padre y diciéndole que es el verdadero culpable de todo lo que pasó. A esta altura, él ya está casado y con dos hijos y en un acto de incredulidad, quiere alejarse de toda su familia para que “la maldición no caiga sobre ellos”, algo que no dura mucho tiempo cuando realmente se da cuenta que puede cambiar el rumbo de todo él mismo.

Para mí, la falencia más grande de “The Iron Claw” es su duración y el desarrollo de ciertos momentos. No, no voy a decir que dura mucho; al contrario, me hubiese gustado que sea más larga y esto permita desarrollar mucho más el arco de Kevin y el por qué empezó a alejarse tanto de su padre. Obviamente, entendemos por decantación el por qué y vamos atando cabos, pero el fuerte de la película es que, a pesar de ser un drama de 132 minutos, en ningún momento se hace densa.

Por otra parte y no menos importante, a pesar de que la cinta hable del destino cruel de los hombres Von Erich, hay un rol fundamental en la historia y hablo de las parejas de Fritz y Kevin: Doris Von Erich (Maura Tierney) y Pam Adkisson (Lily James). Ambas son los pilares de que toda la familia no se desmorone, al tal punto de dejar sus propias vidas de lado para atender las necesidades.

Por un lado, nos cuentan que Doris antes solía pintar y que había dejado de hacerlo hace muchos años. Casi sobre el final de la cinta, la vemos haciéndolo de nuevo y recuperando algo que había perdido en el tiempo por culpa de la vida a la que Fritz la había arrastrado. Por el otro lado, Pam se hizo cargo de sus hijos cuando Kevin se alejó, y lo apoyó siempre desde el primer momento (tanto a él como a toda su familia). Estos roles son importantes de marcar ya que son importantes para la historia.

La película retrata muy bien el dolor, la presión y la oscuridad de la historia mediante la estética (colores apagados y sombras), los planos (vemos varias tomas largas con zooms a la cabeza de los sujetos principales) y el ritmo que el director le dio: de un momento a otro, no tenemos respiro y no vemos un hilo de esperanza en la vida de nadie.

“The Iron Claw” es merecedora de todos los elogios que va recibiendo a lo largo de su estreno en cines en diferentes países. Que sea una película de una familia enfocada en la lucha libre no es un impedimento para tocar temas con una profundidad y sensibilidad tremendas.

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