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Oda a un futuro incierto, mi retrospectiva de "Mad Max: Fury Road" (2015)

INTRODUCCION

Nos situamos en el año 2015, marcado por los ecos de un renacimiento del héroe de acción con el regreso triunfal de Keanu Reeves en "John Wick" (2014). Mientras tanto, Marvel Studios se encontraba en la cúspide de su Fase 2 del Universo Cinematográfico con "Avengers: Era de Ultrón", como así también la introducción de un nuevo personaje con "Ant-Man". Del otro lado, WB/DC insinuaba una alternativa, prometiendo un enfrentamiento épico con el anuncio de "Batman v Superman", dirigida por Zack Snyder, preparándose para llevar a la gran pantalla un duelo entre titanes que hacía temblar de emoción a los aficionados de los cómics, presentando también a la Mujer Maravilla, por primera vez en el cine. Fue un año de promesas…

Sin embargo, en medio de este torbellino de superhéroes y mitología, una propuesta ajena a la norma captó mi atención: una secuela de una saga que había nacido en las épocas juveniles de mis padres, de la que no sabia nada: "Mad Max".

Parecía que la franquicia estaba resurgiendo con una nueva entrega titulada "Fury Road", prometiendo una explosión de fuerza y autenticidad, orquestada por un director que, indudablemente, sabia lo que hacia.

Los tráilers fueron una ventana tentadora hacia algo desconocido pero atractivo. La escenografía, las secuencias de acción, todo anticipaba una experiencia cinematográfica como ninguna otra que había visto hasta ese momento.

Decidí sumergirme en las entregas anteriores, protagonizadas por el icónico Mel Gibson, desde la original "Mad Max" seguida por "The Road Warrior". Sentí que era necesario entender el contexto histórico que se nos presentaba en esta nueva entrega, para prepararme a la hora de entrar en la sala de cine y verla.

Pero, estaba muy equivocado, nada podía prepararme por lo que estaba a punto de presenciar. Desde los créditos iniciales, me encontré inmerso en un mundo desolado: los páramos infinitos extendiéndose ante mí en una estética cálida y sobresaturada que hipnotizaba. Los diseños de los vehículos y personajes eran simplemente exquisitos, una amalgama de creatividad y brutalidad que desafiaba cualquier expectativa.

Ni hablar de la experiencia sonora, que fue para mi la verdadera estrella de esa noche. Los motores rugían y los parlantes de la sala temblaban, transportándome a un universo de caos y velocidad. Aclaro que no pagué por una experiencia 4D y el sistema Dolby Atmos era solo una idea en la brillante mente de algún ingeniero.

En el centro de todo, emergía un nuevo Max, encarnado por Tom Hardy, quien lograba llenar los zapatos de su predecesor con una actuación estremecedora. Su Max, taciturno y atormentado, se alzaba como un pilar de la película, aunque era Furiosa, interpretada por la imponente Charlize Theron, quien se erigía como la verdadera protagonista. Con una fuerza física y emocional que cortaba el aliento, Theron entregaba una actuación magistral, llevando consigo el peso de la historia en cada mirada y cada gesto.

Mención especial a los personajes secundarios, que llevan a cabo las subtramas que se entrelazan con la de Furiosa, las “esposas” (Rosie Huntington-Whitely, Zoë Kravitz, Riley Keough, Abbey Lee, Courtney Eaton) del villano, Irmortan Joe. Como así también, a dos de los carismáticos “Warboys”, fieles seguidores de Joe, interpretados por Nux (Nicholas Hoult) y Slit (Josh Helman).

En el ámbito técnico y musical, las composiciones de Tom Holkenborg (Junkie XL), pupilo y habitual colaborador de Hans Zimmer, añadían capas de intensidad y emoción a la narrativa visual. Sus partituras permanecen grabadas en mi memoria hasta el día de hoy.

Y tras todo este espectáculo visual, tenemos que destacar a su líder George Miller, el visionario director que, a sus más de 70 años en aquel entonces, desafiaba todas las convenciones y expectativas de la industria, dándonos una clara lección de que no es la edad lo que importa, sino la experiencia. Con "Fury Road", Miller no solo nos entregaba una película, nos regalaba una experiencia visceral, un viaje al corazón mismo de la locura.

En conclusión, "Mad Max: Fury Road" no solo fue una película, fue una epifanía cinematográfica, un recordatorio de que en medio del caos y la destrucción, siempre hay belleza y redención. Y con la anticipada precuela "Furiosa" en el horizonte, promete extender nuestra estadía en estas peligrosas arenas.

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