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Crítica de "Lecciones en la oscuridad" (Werner Herzog, 1992)

Werner Herzog, director alemán nacido en 1942, es conocido por sus proyectos ambiciosos y difíciles de realizar. En ellos tiende a buscar metáforas acerca del hombre, la naturaleza y como estas se enfrentan.
Luego de filmar sus películas más importantes: Aguirre, la ira de dios; Fitzcarraldo y Nosferatu, vampiro de la noche; estrena Lecciones en la oscuridad (Lektionen in Finsternis, 1992) donde utiliza las consecuencias de la Guerra del Golfo para presentar uno de los mejores ejemplos de poesía, filosofía y política abiertamente expresados en un documental.
Si bien está filmada en tiempos contemporáneos, la destrucción de los parajes áridos y vacíos hacen que este documental dialogue directamente con la ciencia ficción. Los incendios en los campos petroleros de Kuwait nos remiten, junto a los vehículos destrozados, a Mad Max (1979). El humo y el fuego plantean un infierno más literal que aquellos representados en dos de sus películas filmadas en la selva de Perú.
La Tierra es presentada como un planeta cualquiera dentro de un sistema solar. Los hombres vistos con sus cascos, máscaras y trajes le quitan humanidad a las espectaculares imágenes, la gran mayoría de estas, tomadas desde un helicóptero. Es este alejamiento visual y sonoro, con la voz de Herzog desde el cielo y la música con tintes épicos, lo que causó críticas por “estilizar la guerra”.
Si bien la cita inicial del documental coloca la destrucción y la creación como eventos visualmente equivalentes, es difícil apoyar estas críticas cuando vemos representaciones de cámaras de tortura, campos de fuego y lagos de petróleo.
Los momentos más duros emocionalmente se dan durante las entrevistas a dos mujeres: la primera, vio a sus hijos ser torturados y luego asesinados; la segunda, narra aquella noche donde se llevaron a su esposo mientras su hijo, luego de tener a un soldado pisándole la cabeza; dejó de hablar. Estos dos capítulos (la película se divide en 13) son más que suficientes para que Herzog haga un paréntesis, deje claro su posición en cuanto a la guerra, y siga con su documental atemporal.
Cerca del final, esos hombres, con sus máquinas, su dinamita y sus mangueras; vuelven a avivar el incendio que tanto les costó apagar. Es aquí cuando Herzog, un observador externo, maravillado y desconcertado; se pregunta si podemos vivir o no sin el fuego (guerra). La destrucción en este paisaje post apocalíptico repleto de llamas y nubes negras es visto por alguien que desconoce; alguien que ingenuamente, como el niño que dejó de hablar, puede sentirse atraído por el fuego que, independientemente de su origen y propósito, tiene la capacidad de ser fascinante.

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