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"YOU GOT MAIL": EL AMOR ANTES DEL TINDER

En 1998, el fin de un siglo estaba lleno de posibilidades que olían a futuro, tecnología… y romance; según la visión, un poco idealizada, un poco sarcástica, de la escritora, dramaturga, guionista y ensayista neoyorquina Nora Ephron (1941-2012) que cimentaría la pareja romántica de fin de siglo más naif del cine de la época: Meg Ryan y Tom Hanks, que prestaban piel e interpretación a Kathleen y Joe, un par de libreros que, aunque ya pasaban de los treinta años, eran como jovencitos "premillenials", que se habían vuelto adictos al sonido de conexión del internet y su anuncio, tras tardar minutos en conectarse, de “tienes un e-mail”.

Y recibir palabras idílicas sobre Nueva York, escritas por un remitente desconocido en la cinta “You Got Mail”, “Tienes un Email”, en su traducción al español.

La premisa ya tenía casi 50 años de antigüedad, pues Nora Ephron, enamorada del cine romántico de los años 40, decidió hacer un remake de “The Shop Around the Corner” (Ernst Lubistch, 1940) para reimaginar un romance donde la pareja protagonista suspiran, una por el otro, el otro por la una, a través de una conexión de AOL, pero, que en la vida real, son “competidores” en la venta de libros y, por lo tanto, se “odian”.

El desprecio nace de que Kathleen, que da vida con la certeza de su belleza rubia, tenue como otoño, y algo mojigata, la encantadora Meg Ryan, dando vida a la dueña de una pequeña librería para niños, con su vitrina de madera y reminiscencias a Dickens, y que acabará por enfrentarse a la construcción de una Librería Fox a la vuelta de su cuadra, una cadena a lo Macy´s, plagadas de libros de descuentos, de quien resulta ser dueño Joe, un encantador y cínico Tom Hanks.

Sin saberlo, ellos ya se mandan correos electrónicos, al conocerse en una de los recién estrenados chat rooms que se ofrecían como novedad en el internet, antes de la llegada de Tinder, Grinder o cualquier aplicación de citas, y donde por pudor, prometieron nunca hablar de su vida privada, así que son dos desconocidos que, diario se envían líneas para describir lo que aman los lápices con puntas recién pulidas o las calabazas para las festividades de Halloween, sin saber que ya se conocen.

Y peor, están por librar una peculiar guerra comercial, con los libros como pretexto.

Una doble vida que rezuma de encanto al relato cinematográfico de Nora Ephron que filmaba una de las últimas parejas míticas del cine del siglo 20, frente a la tecnología: el amor puede sobrevivir y madurar, gracias al internet, era el mensaje con el que la directora y productora quería recibir al siglo 21.

Aunque muchos críticos de la época vieron a la cinta, estrenada dos años antes del cambio de siglo, como un gran anuncio para las cadenas que ofrecían servicio de conexión a la web o cafés de Starbucks, lo cierto es que triplicó su presupuesto de 65 millones de dólares para acabar recaudado algo más de 250 millones, gracias a que el público llenó las salas, ansiosa de encontrarse una historia de amor “moderna” con los grandes sweethearts de la época.

Si en este 2024 le pones “You Got Mail” a tus hijos o sobrinos, quizás les parezca más un retrato arqueológico y lejano, que una historia que arranque suspiros.

Les parecerá curioso que los protagonistas vivan en el anonimato en las redes, sin postear fotos en sus Facebook o Instagram; las calles neoyorquinas que filmó John Lindley, a lo largo de un otoño hasta la primavera ya no existen: ahora esos edificios, donde leían sus emails los protagonistas, se infestaron de Airbnbs o de adictos a la metanfetaminas, mientras que la lógica de esperar ¡una noche! para leer un mensaje de la persona amada, se deshace con la lógica de la mensajería instantánea, como WhatsApp o el Telegram.

Aún así, el encanto de Meg y Tom se mantiene y, aún más, trasciende como dos grandes enamorados de cosas que estaban por trasnformarse para siempre: el romance y la lectura convencional.

Llevados de la mano de Nora Ephron buscaban el amor, a través de cartas electrónicas y amaban los libros impresos; eran un par de Quijotes que preveían una lucha contra los gigantes molinos de las apps, las tabletas, los iPhones y la Inteligencia Artificial.

Un amor inocente, a lo Romeo y Julieta, en un mundo a punto de volverse una dirección IP o un emoji.

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