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Frances Ha, corriendo hacia algún lado

Spoilers

Frances Ha se estrenó en 2012. Fue guionada por Noah Baumbach y Greta Gerwig. Dirigida por él, protagonizada por ella. Frances Ha nos habla de un tránsito, de un ir hacia un lugar, pero de una forma tan naturalista que por momentos nos da la sensación de que podría tratarse de un documental. Las películas de Noah Baumbach suelen hacer eso: como si la cámara estuviese ahí de casualidad, entre los personajes.

En la primera escena Frances juega con Sophie en el parque. Un juego casi de niñas que consiste en pegarse la una a la otra. Después corren entre la gente, viajan en subte, cocinan, hacen yoga, leen, van a la lavandería, toman cerveza. Hasta ahí no sabemos si se trata de una amiga, de una hermana, de una novia. A la noche, Frances mira una película junto a Sophie, que se queda dormida. Frances cierra la computadora y le dice a Sophie que debería dormir en su propia cama. Sophie le pregunta por qué y Frances le responde “porque la compré”.

En la escena siguiente, nos enteramos de que Frances tiene novio y él le propone vivir juntos. Ella rechaza la propuesta, quiere seguir viviendo con Sophie, su mejor amiga. A diferencia de las escenas en las que está con Sophie, ahora Frances está incómoda, aburrida. Pero cuando Sophie la llama por teléfono (mientras está separándose de su novio) Frances atiende y sonríe. En varios momentos de la película, le dice a la gente que Sophie y ella son la misma persona pero con otro pelo.

Frances es bailarina pero no logra conseguir un trabajo estable en la compañía a la que asiste, por lo que toma algunas clases como aprendiz y enseña para algunos pocos alumnos. Le pide a la directora más trabajo pero la respuesta es que está todo completo.

La convivencia idílica con Sophie termina espontáneamente cuando ella le dice que no quiere renovar el contrato, que va a mudarse con otra amiga a un barrio que le gusta más. En ese momento, comienza un punto de quiebre en su vínculo. Incluso, simbólicamente, cuando Sophie se lo dice, a Frances le queda atorado el anillo en el pulgar y no se lo puede sacar. El “matrimonio” se rompió.

A partir de este quiebre, se dispara una crisis en la que Frances tiene que encontrarse a sí misma sin Sophie. En la escena siguiente, se quema calentando agua y llama desesperada a su amiga, gritándole que le devuelva la tetera que compraron juntas, casi como si se tratara de una división de bienes posterior a un divorcio.

Frances recibe una devolución de impuestos y decide invitar a cenar a Lev, un amigo de Sophie. Cuando traen la cuenta, Frances intenta pagar pero le rechazan la tarjeta. Corre por las calles de Nueva York buscando un cajero automático para sacar efectivo. Se tropieza y se lastima el brazo. Llega, sangrando, con la plata. Frances va a la casa de Lev, que vive con Benji, su roommate, y ambos le proponen que se mude con ellos.

Frances se va a vivir con Benji y Lev y entra en una especie de espiral de inconformidad del que no puede salir. Se entera de noticias de Sophie por otras personas, se angustia pero no la llama. No tiene plata para el alquiler, quiere salir de su casa pero no puede pagar nada de lo que implica estar en el exterior. Cada día se enfrenta a la misma disyuntiva: no quiere sentir que desaprovecha el tiempo pero, a la larga, termina quedándose tirada en el sillón.

Hay algo en su vida que parece estar, de alguna manera, en un punto muerto. No logra conseguir trabajo, su única amiga crece personal y profesionalmente, su desempeño en la danza es bueno pero no tanto, y sus propios roomies la definen como “la espanta chicos”. Sin embargo, la forma en la que Baumbach decide contar esto se aleja de lo trágico, lo triste, lo condescendiente o lo melancólico. En este sentido, él simplemente nos pone la cámara y nos muestra una situación, casi sin juicio (a pesar de que siempre hay una intención con la dirección). Pero lo de él se acerca lo más posible a lo humano, a lo real, de forma parecida a lo que pasa con las películas de John Cassavetes.

Después de un show en la compañía de danza, la directora echa a Frances. En ese momento, Frances divisa a Sophie entre el público. Su cara se transforma, se ilumina, el estar sin trabajo por un momento se vuelve secundario. Pero aparece el novio de Sophie, y la noche toma otro rumbo. Van a un bar los tres, Frances se emborracha y pide las botellas más caras. En un momento de la noche, le pide a Sophie que la acompañe al baño. Sophie le dice “¿todavía hacemos eso?”. En el baño, discuten. Frances le grita, le dice que ella (Sophie) no quiere a su novio, que es mentira, que ella la conoce.

Frances Ha subtitula la película con distintos domicilios que aparecen en la pantalla en negro. Porque Frances siempre se está yendo. Se muda porque no puede pagar la renta, corre por las calles de Nueva York. Siempre se está yendo, como si estuviera en tránsito hacia un lugar que ella misma desconoce. Frances decide viajar a Sacramento, a la casa de sus padres, su ex casa. Como si ahí pudiese, de alguna manera, descansar de la realidad y simplemente ser “hija”. Cuando regresa, le pide a una ex compañera de la compañía quedarse en su casa, porque ya no puede pagar la renta de la casa de Benji y Lev.

En una cena con unos amigos de su ex compañera, le preguntan a qué se dedica. Frances dice que “es difícil explicarlo”. En esa comida, los amigos cuentan que recientemente volvieron de París, en donde tienen un departamento y le cuentan que Sophie se va a ir a vivir a Japón con su novio. Frances, en un acto impulsivo, decide que va a viajar a París por dos días (pagando el viaje con una tarjeta de crédito que la va a endeudar). Su amiga viaja y ella también quiere viajar, no quiere quedarse atrás. El viaje a París funciona como espejo de su presente. Va solamente por dos días y cuando llega toma una pastilla para el insomnio que la tumba, por lo que pierde la mitad del viaje. Intenta contactar a los amigos de su nueva roomie pero nunca le responden así que vuelve a su departamento, no recorre la ciudad ni hace planes, simplemente espera hasta irse al día siguiente.

De vuelta en Nueva York, la directora de la compañía le ofrece un puesto de oficina. Frances lo rechaza, le dice “¿para qué?”. Parte de su proceso de crecimiento un poco es entender que no hay un para qué, que hay algo de la diversión de la adolescencia que está quedando atrás. Frances toma un trabajo en la universidad donde estudió, cubriendo eventos como mesera. Pero ella aclara “no soy mesera, solo sirvo bebidas”. En uno de esos eventos se encuentra con Sophie, que está borracha y discute con su novio. Sophie le pide dormir en la habitación del campus, en una cama de una plaza, como antes. Sophie vomita, como una adolescente, y le dice que se va a separar de su novio y va a volver a Nueva York. Frances se emociona con la idea de volver a vivir cerca, de volver a lo de antes. Pero cuando se despierta, Sophie ya no está, solo le dejó una carta, casi como si hubiera sido una ilusión, un sueño.

Frances regresa a Nueva York y acepta el trabajo de oficina que había rechazado y da algunas clases a alumnos cuando la sala de ensayo está libre. A fin de año, sus alumnos presentan la obra y en el público podemos ver a todas las personas que fueron parte de su tránsito hasta llegar a este presente. Benji la felicita por la obra y Frances le dice una frase que, creo, funciona como lema de su propia experiencia: “me gustan las cosas que parecen errores”. La directora le halaga la presentación pero mientras conversan, Frances solo mira a Sophie. La directora le pregunta a quién “le hace ojitos” y Frances le dice “ella es Sophie, es mi mejor amiga”. Es Sophie a quien ella busca conmover más que a cualquiera porque es un poco conmoverse a ella misma, sentirse orgullosa de ella, de su propio recorrido. Al final de la película la vemos a Frances en su hogar propio, conquistando aquello que buscó durante todo el film: dejar de correr, parar, hacer base.

Podríamos pensar que el formato de blanco y negro en la actualidad tiene el propósito de generar una intimidad aún mayor entre el director y el espectador, como si sacando todo estímulo externo se pudiese focalizar con más intensidad en la historia. Creo que Frances Ha logra contar una historia simple, sutil, tierna, divertida. El paso de la adolescencia a la adultez, el crecer en un mundo donde la realidad te pasa por encima y te obliga a tomar decisiones, pero, al mismo tiempo, un reconocerse perdido.

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