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Cine de acción: ¿hay recetas para disfrutarlo? ¿Hay recetas para producirlo?

Todos tenemos varias películas de acción que siempre podemos volver a ver y van a seguir gustándonos, para mí: Duro de matar o Aliens 2. ¿Qué tienen en común? En mi caso, que las vi en una sala de cine y eso hace una gran diferencia: las películas de acción no apelan a nuestra parte razonable y mental, sino a los aspectos más reactivos y elementales de nosotros. Esa parte es más accesible desde la SENSACIÓN que desde la argumentación; entonces una sala oscura y sin distracciones, una pantalla realmente gigante y el sonido envolvente estimulan nuestros sentidos con mayor intensidad que un dispositivo doméstico y a mayor intensidad, mayor disfrute. Ya tenemos el primer ingrediente: las películas de acción hay que verlas en una sala de cine.

El segundo: la compañía. Si no vamos al cine solos, tiene que ser alguien que le guste el género. Molesta mucho escuchar durante la proyección comentarios antibelicistas, revisionistas o alegatos del tipo: «asesinos y violadores también tienen derechos». En una película de tiros, los tiros tienen que dar en el blanco y si los blancos son gente mala, mejor.

Como espectadores, no queda más que podamos poner de nuestra parte. El resto ya es responsabilidad de guionistas, directores y productores. ¿Qué corre por cuenta de ellos? la película gusta más si es realista… pero no tanto. Todos sabemos que la violencia es mala y que el cine de acción es un ENTRETENIMIENTO. Desde el momento en que la violencia de la ficción la percibo idéntica a la violencia del mundo real, se corta la diversión y empieza el malestar. Por eso Rambo puede derribar un helicóptero de una pedrada y Bruce Willis corre descalzo sobre vidrios rotos al grito de «Yippee-ki-yay, motherfuckers». Hay un caso paradigmático: La pandilla salvaje (The wild bunch, Sam Peckinpah, 1969). Este western inicia la historia con un asalto filmado con bastante realismo para la época y que sufrió mucha crítica negativa en su estreno. «Exceso de violencia gráfica» fue el sambenito que le colgaron, pero si hoy la vemos nos va a parecer normal… porque nuestra percepción de la violencia se modificó o nos insensibilizamos. Quizás en este asunto, las noticias de la televisión le dieron una mano al cine. Entonces: la película tiene que ser creíble, aunque no tanto; se tiene que notar que los muertos son de «mentira».

El segundo ingrediente para una película de acción es una opinión personal mía y me voy a meter con una vaca sagrada del género: Rambo. Todos sabemos y aceptamos que la policía nos protege de los elementos más peligrosos de la sociedad… y en el proceso no maltrata y prepotea un poco/bastante. Como seres racionales, y sin otra alternativa, lo aceptamos con el argumento del mal menor. Pero, cuando vemos Rambo pasa algo: nos gusta que el veterano de Vietnam haga pagar a la policía por su abuso de autoridad. «Ahora se encontraron con la horma de su zapato», me digo y disfruto del espectáculo… hasta que llega el final. No me molesta que vaya preso: somos gente civilizada y hay que rendir cuentas, pero me estropea la diversión y el entretenimiento la historia terrible de un muchacho utilizado por el estado e ignorado por la sociedad, traumatizado, solo y sin contención ni tratamiento. Y eso no es ficción, es la historia de mucha gente en muchos lugares. Empatizo con el personaje y también sufro yo… que venía pasándola re bien con los tiros y explosiones. Entonces: por favor, que la diversión sea creíble pero no realista. Dejemos las historias tristes para su propio género: el drama.

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