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Seis Cuentos Morales: seis espejos de la auto-reflexión masculina

Seis Cuentos Morales es la obra que catapultó a Éric Rohmer a la fama. En estas seis películas, Rohmer analiza en detalle la psicología masculina en el amor y el matrimonio, con una sutileza e intensidad rara vez vista en la industria cinematográfica. Los llamados "cuentos morales" tratan comportamientos románticos anormales como la infidelidad, los affaires y el amor al estilo Lolita. Sin embargo, parala audiencia, esta exploración de las relaciones de género no es pesada, sino más bien humorística y llena de sabor. Esto se debe no solo a que Rohmer incorpora elementos de juego en las relaciones de género, sino también porque utiliza el autoanálisis de los personajes para disipar la conciencia crítica.

La perspectiva observacional de Rohmer no es objetiva, la audiencia no sabe más que los personajes, y en su lugar, la autoevaluación de los personajes aumenta continuamente la comprensión del público. Esta es una perspectiva en primera persona, no en tercera persona. Rohmer no observa desde fuera de la historia, en cambio, elimina al observador y deja que los personajes se vean y hablen por sí mismos. La voz analítica que existe a lo largo de estas seis películas es la del propio hombre.

Por lo tanto, tienen un fuerte sentido de inmersión. Para una audiencia masculina, estas seis películas son como seis espejos, reflejando no solo su rostro barbado, sino también su yo interior oculto e indetectable. Personalmente, me siento incómodo en cada una de ellas. A veces, cuando se analiza en profundidad, surge una sensación de euforia.

En Mi noche con Maud, Rohmer plantea un punto de reflexión sobre el dilema moral que enfrentan los hombres antes, no después, de determinar sus relaciones románticas. El hecho de que las tácticas de seducción de un hombre se mantengan consistentes una vez que demuestran ser exitosas resalta por qué los affaires extramatrimoniales a menudo están exentos de juicio moral autoimpuesto. En La rodilla de Clara, el protagonista masculino se embarca en sus conquistas solo después del matrimonio. A lo largo de la película, persigue a mujeres menores de edad como una forma de entretenimiento hasta que encuentra a Clara, quien lo ignora. Este encuentro reaviva su deseo de conquistar, e incluso fabrica mentiras para tocar su rodilla. Es al incorporar elementos de juego en el romance y establecer relaciones triangulares que cineastas como Rohmer logran eludir el juicio moral en casos como Lolita.

Para ilustrar la psicología de los hombres casados, consideremos dos ejemplos. En El amor a la hora de la siesta, los hombres que ingresaron en la institución del matrimonio proyectan a todas las figuras femeninas como meras manifestaciones de sus esposas. Este autoengaño y autoinvidencia sirven como una escapatoria de las restricciones éticas. Aunque les permite coquetear, todavía experimentan conflicto interno. Su tragedia no está en sucumbir a la tentación, sino en enfrentar la realidad de la traición de su esposa. No pueden exponer esta verdad y deben soportar su dolor mientras continúan su matrimonio. Esta representación expone la hipocresía dentro de la sociedad de clase media.

Esto también se muestra al final de Mi noche con Maud. Cuando el esposo pudo revelar el pasado de su esposa, eligió dejarlo pasar. Si quería mantener su matrimonio, esta era su única opción. Así que cerró un ojo e inventó una mentira, diciéndole a su esposa que "ella fue mi último amor" para consolarla.

Además, vale la pena señalar que, al igual que la propuesta de Marcel Proust en En Busca del Tiempo Perdido, Volumen 5, Rohmer también sugiere en varias obras que cuanto mayor sea el desafío para obtener un interés romántico, más se intensifica el deseo. Un ejemplo claro se ve en La rodilla de Clara con el contraste entre Clara y Laura. La búsqueda del protagonista de Clara, tanto espiritual como no físicamente, es mucho más desafiante que con Laura, lo que aumenta su deseo de conquistarla (evidente en sus visitas a la cancha de tenis y la fabricación de historias, entre otras acciones). En El amor a la hora de la siesta, la amante femenina visita frecuentemente la oficina del protagonista masculino, alterando su apariencia, estilo, vestimenta e incluso manera de hablar, todo como parte de una estrategia para realzar su atractivo seductor. A través de una cultivación deliberada del misterio, junto con apariciones impredecibles, encuentros fallidos y contacto irregular, ella constantemente cautiva y seduce al protagonista masculino. Estas seis obras son como seis espejos que reflejan el yo masculino, y seguramente permanecerán para siempre.

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