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"El discreto encanto de la burguesía" entrelaza sueños y realidad

Spoilers

Luis Buñuel, director español, es conocido como el "padre del cine surrealista". Su primera película, "Un perro andaluz", estableció su estilo surrealista único. En "El discreto encanto de la burguesía", Buñuel continuó con este enfoque, retratando vívidamente las ansiedades internas de un grupo de personajes de clase media alta. La atmósfera absurda de la película, creada a través del entrelazamiento de la realidad y los sueños, muestra una vez más su estilo surrealista. Esta película también ganó el premio a la mejor película extranjera en los premios Oscar de 1973.

Los personajes principales son figuras influyentes: embajadores, ministros y jefes de oficinas de seguridad, que tienen relaciones y conexiones complejas con el personal militar. Lógicamente, esas personas deberían ser miembros de alto nivel de la sociedad y vivir cómodamente. Ellos mismos lo creen así. Sin embargo, una cena retrasada los frustra. Las razones por las que no cenan son variadas. En primer lugar, no entienden la hora de la reunión y llegan a la casa del anfitrión sin estar preparados. Luego van a un restaurante, listos para comer, solo para descubrir que en su interior se está llevando a cabo una ceremonia fúnebre. Naturalmente, no pueden soportar comer en un ambiente así.

Más tarde, ya sea porque los anfitriones están preocupados por sus actividades íntimas o por la llegada del personal militar, nuevamente no pueden completar su comida. Como dice el refrán, "la noche trae problemas" y se inquietan, envueltos en una serie de pesadillas que hace que nunca puedan terminar la cena.

Luis Buñuel es conocido por su ateísmo radical y su crítica aguda y despiadada de la religión y la burguesía. En esta película, interpreta a un sacerdote poco noble. En un principio, el sacerdote quiere ser jardinero, por lo que se quita la túnica y se pone ropa de jardinería, solo para ser regañado por el dueño de la casa. Sin embargo, cuando vuelve a entrar a la casa con su hábito sacerdotal, lo tratan con gran cortesía.

Buñuel utiliza este escenario para satirizar el juicio superficial de la clase media basado en la apariencia y para criticar la religión. La nobleza del sacerdote es simplemente el resultado del manto sagrado, que ha sido divinizado por la sociedad. En esencia, su papel no es diferente al de un jardinero. Más tarde, el sacerdote es llamado para darle los últimos ritos a un granjero moribundo, sólo para descubrir que el hombre es el asesino de su padre. En un comienzo, muestra un gesto de perdón, pero luego toma una escopeta y mata al moribundo, lo que satiriza marcadamente sus llamados valores de tolerancia.

Las secuencias oníricas de la película son particularmente intrigantes. Las pesadillas recurrentes de estos "individuos exitosos" surgen de factores tanto internos como externos. Por un lado, están "contaminados" y participan en diversas actividades ilegales. Por otro lado, la película refleja la realidad social de la escalada de conflictos de clases. En consecuencia, sueñan con preparar una comida en un escenario con el telón de fondo repentinamente abierto, chocar con personal militar y matar a un teniente coronel, ser arrestados por la policía y encarcelados, y ser invadidos por revolucionarios en su casa, todo lo cual termina en tragedia.

Viven en constante miedo: se despiertan una y otra vez de sus pesadillas, sólo para descubrir que todo parece estar bien, aunque las sombras en sus corazones persisten. Buñuel introduce sutilmente las secuencias del sueño, llega al clímax sin previo aviso, y luego revela que todo fue solo un sueño. Al final, resulta difícil discernir si una escena concreta es real o imaginaria, lo cual es realmente impresionante.

Si bien las películas de Buñuel son surrealistas, sin duda se basan en elementos realistas. A sus 72 años, época en la que dirigió la película, no se volvió más sentimental como les sucede a muchos directores cuando llegan a la vejez. En cambio, continuó con su estilo afilado y persistente. Semejante perseverancia es admirable y Buñuel merece un gran respeto por la inquebrantable dedicación a su oficio.

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