undefined_peliplat

Los comienzos del cine en el país de Tutankamón

En 1853, mucho tiempo antes que sus vecinos árabes, Egipto conoció la “linterna mágica”. Tres años después tuvo lugar la primera proyección de los hermanos Lumière en Alejandría. La noticia, aparecida el 6 de enero de ese año anunciaba: “Por primera vez en el sector egipcio en el café de jawaga (extranjero) Sawani ― calle Rashid en Alejandría. La familia del arte y la familia del jinn (genio) en colaboración con los diablos y sus brujerías secretas. El primer invento, el cinematógrafo a partir del 6 de enero de 1896”.

Al día siguiente el periódico francés La Réforme, que se publicaba en Egipto, difundió la noticia sobre las “imágenes móviles” de la siguiente manera: “Ayer se celebró en la cafetería del jawaga Sawani de la calle Rashid en Alejandría por primera vez una fiesta única en el sector egipcio. Se trató del arte cinematográfico y juegos de magia”.

En El Cairo, el periódico al-Muayyad mencionaba la proyección de la sala Santy en el parque de al Azbakeya que reunió un grupo de gente “de élite” que se acercó a este “invento venido del nuevo mundo” llamado cinematógrafo, y que en árabe recibía el nombre de hayala. “Este milagro”, culminaba el artículo, “no puede ser idea más que del diablo”.

Si bien, como se recoge de estas impresiones, las primeras proyecciones se promocionaban dentro de la escena del entretenimiento local como un artilugio novedoso traído de fuera, con el paso de los años el hábito de ir al cine ya estaba instalado como una forma de entretenimiento popular con la apertura constante de salas de cine. Además de los cines ambulantes de los mercados de las ferias, se inauguraban nuevos predios en El Cairo, Alejandría, Suez, Tanta, Port Said y Asiut. Allí, el espectador que iba al cine terzo, o cine de tercera clase, se sentaba en un banco, mientras que el del cine secondo, o de segunda clase, se sentaba en un banco con respaldo, y aquel que iba al de primera clase se acomodaba en una silla con respaldo.

En el barrio popular cairota de al Huseyn, el dueño del cine y la pensión de Mahmud al-Misri, Abd al-Rahman Slahin se rodaba a sí mismo fumando el narguile en la puerta de entrada y saludaba a sus clientes, que luego volvían para verse en la pantalla. Las salas de primera clase estaban ubicadas en el centro de la ciudad y eran frecuentadas por la clase alta mientras que las de segunda se hallaban en los barrios populares y de clase media y eran frecuentados por obreros y vendedores ambulantes. En 1912, con la introducción de la traducción al árabe de las películas extranjeras, la audiencia aumentó considerablemente entre los nativos, dejando ya de ser un entretenimiento exclusivo para los residentes extranjeros en el país. Ese mismo año, un francés llamado De Lagarne adquirió una máquina de rodaje cinematográfico manual y realizó un informativo en las calles de Alejandría. Filmaba a los transeúntes y algunos lugares turísticos como la ciudadela; luego elegía las mejores tomas y las enviaba a Europa. En 1917 los extranjeros residentes en el país comenzaron a filmar los espectáculos teatrales para exponerlos fuera de Egipto.

Con un comienzo auspicioso ofrecido por el buen recibimiento del público local y el interés provocado en la población extranjera residente en el país, en 1917, cuando el país ya contaba con 80 salas de proyección, el Banco de Roma financió la primera sociedad ítalo-egipcia de producción cinematográfica (SITCA). El objetivo de la sociedad era producir cortometrajes de ficción, hecho inédito en el país que hasta entonces había realizado sólo documentales. Sus primeras realizaciones fueron en 1919 Madame Loretta protagonizada por Fawzi al-Gazayerli y en 1920 al-Khala al-amrikaneya/La tía americana.

Fundado, nutrido y explotado por extranjeros, el cine era en un inicio un nuevo tipo de espectáculo que ingresaba dentro de la tradición de las atracciones foráneas que se instalaban en el país. La “industria sin futuro”, como la denominaba Louis Lumière, ya contaba con un extraordinario éxito entre las clases medias y altas urbanas de El Cairo y Alejandría, influenciadas por la cultura europea. Durante algunos años, las proyecciones formaban parte de lo que se conocía como Théâtre de Variété que contaba también con números de danza, música y pequeñas obras teatrales.

El auge de la industria algodonera y el tráfico incesante en el Canal de Suez favorecieron, no tanto el crecimiento económico del país como el enriquecimiento de ciertos sectores, así como el fortalecimiento y la liquidez de la moneda egipcia. De esa manera, se dieron las condiciones para que el flamante Banco de Egipto remplazara al Banco de Roma en la fase de financiación y luego viabilizara la formación profesional de los primeros técnicos y realizadores egipcios en Europa.

En esta primera etapa, que se extendió hasta comienzos de los años 30, la producción del cine egipcio era un dominio casi totalmente extranjero. Actores consagrados del teatro como Ali al-Kassar y Naguib al-Rahani recurrieron a la SITCA para llevar sus personajes a la pantalla grande. Así por ejemplo Saheb al saada Kish kish Bey/Su excelenciaKish kish Bey fue dirigida por Stelio Chiarini y Hawadet Kish kish Bey/Las tribulaciones de Kish kish Bey por Carlos Bobba, ambas en 1931. En 1922 ya había 50 salas en Egipto, todas ellas propiedad de extranjeros.

En 1923 se produjo el primer largometraje, Fi balad Tut ‘ankh amun/En el país de Tutankamón. El film fue dirigido por Muhammad Bayumi, uno de los pioneros del país, que junto a Talat Harb fundó en 1925 la Sociedad Egipcia para el Teatro y el Cine y en 1932 el Instituto de Cine Egipcio para la enseñanza teórica y práctica del dispositivo. A partir de esta iniciativa, la producción cinematográfica comenzó a ser enteramente local. Sin embargo, las siguientes realizaciones promovieron la propia exotización, el espectáculo de Oriente, reforzado por el descubrimiento de la tumba de Tutankamón y la identificación de las clases medias y altas con Occidente. Así, en numerosas producciones se representaba la vida y costumbres de los beduinos como enfrentadas con los valores y costumbres extranjeras.

Póster de En el país de Tutankamón, dirigida por Muhammad Bayumi

En 1927, Talat Harb especificaba en un discurso las funciones de la Sociedad Egipcia para el Teatro y el Cine, que se trataba de un proyecto puramente económico, útil para corregir la imagen que tenían los extranjeros de Egipto. En línea con esta impronta, el comediante Naguib al-Rahani declaraba: “Recurrimos al cine por dos razones: el deseo de utilizar este arte, como ya lo hemos hecho con el teatro, para que nuestro país sea el centro artístico y la necesidad de asegurar nuestro futuro financiero”. Así, artistas y empresarios parecen haber tenido una mirada similar sobre los objetivos del desarrollo de la nueva tecnología identificados con el progreso económico y la creación de una imagen moderna del país, cercana a Europa y, a la vez, a la imagen que los europeos habían creado de Egipto. Esta impronta, con matices, impregnó el cine comercial egipcio a lo largo de su historia.

Más recientes
Más populares

No hay comentarios,

¡sé la primera persona en comentar!

13
0
0