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La trilogía Ocean’s y el confort de saber que todo va a salir bien

Soy una revisionadora serial, pero realmente no hay tantas películas que haya visto más de dos o tres veces (hasta el momento) porque, al contrario de cuando era chica, me cansa un poco ver lo mismo una y otra vez incluso cuando lo que quiero es algo tan conocido como predecible.

Lo increíble es que sin importar cuántas veces vea la trilogía Ocean’s, siempre me voy a enganchar a la pantalla como si fuera la primera vez. Pero esto no fue siempre así, no fue amor a primera vista y de hecho, ni siquiera recuerdo cuándo las descubrí, sólo sé que me parecían muy bobas y no entendía cuál era la necesidad de hacer la trama tan enrollada.

Tampoco recuerdo cuándo hice clic y cambié de opinión, pero asumo que fue cuando empecé a tomarme en serio esto de ver cine y me adentré en la confusa filmografía de Steven Soderbergh quien, además de ser el director de esta trilogía, también funcionó como director de fotografía y montajista roles que empezó a tomar más seguido en sus proyectos a partir de los años 2000 de la serie.

Lo que para mí hace especial a esta trilogía es que más allá de que superficialmente se vean espectacular (los colores y algunos encuadres son para colgar en la pared) y se escuchen lindo (la banda sonora original es un escándalo), es que son muy entretenidas. Pero, ¿Qué las hace entretenidas? ¿Por qué las puedo ver una y otra vez? Esto nunca me lo había preguntado antes, pero haré lo mejor por enumerar las razones de mi amor hacia la trilogía.

Tal vez el verdadero tesoro son los amigos que hicimos en el camino

Ocean’s Eleven comienza con Danny Ocean recién salido de prisión con libertad condicional, pero con la mente en un nuevo atraco, viaja a Las Vegas con Rusty su amigo para cerrar el financiamiento del operativo con Reuben un manager de casinos retirado. ¿El objetivo? Robar los tres casinos de Terry Benedict, el histórico rival de Reuben, pero hay algo más: la nueva pareja de Terry es la ex-esposa de Danny, Tess. Con sentimientos involucrados en un robo que Danny no puede permitir que salga mal, se ve obligado a reclutar a los mejores profesionales para integrar su equipo (de aquí viene el nombre en inglés: Los once de Ocean).

Lo que la diferencia de la Ocean’s Eleven de 1960 es que en esta versión, el corazón son los personajes y la relación entre ellos. Danny y Rusty son virtualmente los jefes, pero en ningún momento de las tres películas se siente así, porque no es que dan órdenes y que los demás se las arreglen, no; ellos son los mentores de este particular grupo de simpáticos sinvergüenzas y pueden meter la pata (mucho).

Es genial cómo en cada película, la relación de los muchachos va evolucionando hasta convertirse en un grupo de amigos que fueron en principio unidos por sus capacidades y la adrenalina prometida y pronto se dan cuenta que la gratificación no viene solamente del costado monetario, sino humano.

La interacción entre ellos le da vida y energía a la trilogía, porque todos son necesarios para llevar a cabo el plan de turno, pero uno cuando las mira es posible perder noción de que en realidad todo gira alrededor del hecho delictivo, porque piensa en qué bien la están pasando estos tipos; están haciendo esto, pero se ríen de aquello y así es como incluso ellos mismos parecen perder el foco y olvidar las consecuencias de su descuidos y las ganancias del robo.

Esto me lleva al próximo ítem.

Está mal, pero no está tan mal

Si ya mencioné que uno de los atractivos de la saga para mí es que es como ver una reunión de amigos pasándola bien, llega el momento de ahondar en ese tema, porque no todo es color de rosa.

Incontables veces, las cosas salieron mal, ya sea porque alguien se descuidó o simplemente ocurrieron imprevistos que estaban fuera de su alcance, sin embargo, por la naturaleza y tono juguetón pero visualmente sobrio que se plantea ya desde la primera entrega, uno puede palpar que, sin importar cuantas piedras aparezcan en el camino, al final, ellos cruzarán la puerta del casino con una sonrisa en el rostro y grandes bolsos de dinero en cada mano. Éso es exactamente lo que me encanta: saber que aunque no todo marche acorde al plan, todo va a estar bien mientras tengas a alguien al lado que no sólo te acompañe, sino también te aconseje y te ayude a resolver el problema. Y acá eso es muy importante porque si uno tiene dificultades en su tarea, se consultan los unos a los otros y, si eso no es suficiente, ahí sí acuden a Danny y Rusty (como si ellos tuvieran las respuestas a todo).

Vuelvo al tema de la predictibilidad de la resolución de los conflictos: les pasan cosas descabelladas y siempre la solución es muy tirada de los pelos, pero de alguna manera funciona, ya sea porque se condice con la idiosincrasia del mundo creado o porque uno como espectador decide ignorarlas y abrazar la ridiculez en pos del entretenimiento. A mí me pasa un poco de las dos y creo que es la combinación ganadora, porque créanme que el guión ayuda mucho a que lo bizarro quede contenido y tenga cohesión con la historia y los personajes.

Me hace muy feliz ver cualquiera de las tres pelis y saber que las cosas les van a salir mal, pero después terminan bien.

Mi favorita

Si dijera que amo a las tres por igual, estaría mintiendo descaradamente. Sí, es un poco difícil cuál me gusta más, quitando a Eleven de escena porque pienso que es la más floja en comedia; es concisa y al pie, cumple, pero no me genera nada.

Para mí la verdadera disyuntiva está entre Twelve y Thirteen. Ambas tienen villanos muy carismáticos, escenarios más interesantes, nuevos personajes y una dinámica del grupo mucho más fluida. La fotografía y montaje también influyen en mi decisión, porque son las tres muy cuidadas en ese aspecto, sin embargo, la paleta de colores bien saturados que manejan las dos últimas es un mimo al ojo.

En Twelve, los muchachos viajan al extranjero y con los hermosos paisajes europeos se ven inspirados (y obligados, por motivos que son spoiler) a robar algo que está fuera de su área de expertise. En cambio, para Thirteen, vuelven a Las Vegas para hacer un gran último atraco, pero lejos está de replicar lo que hizo novedosa a Eleven como reversión de un clásico.

Si las dos actoralmente también están bien, cada una con lo suyo y la dinámica del grupo está muy bien trabajada, entonces, ¿Cómo elijo mi favorita? Tendrá que ser un mix entre cuál me hizo reír más y todos los motivos mencionados anteriormente. Si es así, Ocean's Thirteen se corona como la ganadora de mi corazón. Como quiero que la vean si no lo hicieron, no voy a entrar en spoilers, pero es posible que Al Pacino haya tenido influencia en mi decisión.

Matt Damon, George Clooney y Brad Pitt en Ocean's Thirteen
Matt Damon, George Clooney y Brad Pitt en Ocean's Thirteen (2007)

Creo que uno revisita películas, series y (relee) libros porque da seguridad volver a lo conocido porque el constante ruido de la vida cotidiana y digital puede ser abrumador, pero tampoco queremos saltar al vacío y ver algo nuevo cuando lo que más necesitamos es descansar un poco, pero no por eso significa que le prestemos menos atención; al contrario, es como si estuviéramos esperando atentamente eso que ya sabemos que va a pasar y así es como, bajo nuestra atenta mirada, podemos descubrir cosas nuevas, que ya estaban ahí pero se nos pasaron por alto.

Es hermoso redescubrir películas y aún más, que te demuestren que estabas equivocado o quizás ese no era el momento indicado, porque para todo hay un momento y el cine no es una excepción.

Los invito a ver una de las mejores trilogías del cine con los ojos y la mente abierta.

Yo sé que después de verlas, también van a querer calzarse el traje de tres piezas y robar casinos con amigos.

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