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Aprender a decir adiós

Una de las cosas que caracteriza el mundo del entretenimiento en la actualidad es el exceso de continuaciones de historias que en su momento funcionaron para las productoras. En este caso podemos hablar de diversos ejemplos, pero en este momento me gustaría enfocarme en el caso de una de las películas que marcó la infancia de muchas personas que hoy comenzamos a experimentar el mundo adulto, Toy Story.

Y no quiero decir que la última de sus entregas sea una mala película, al contrario, es emocinante, divertida y emotiva pero al salir de la sala tuve una sensación extraña, como dije al principio, es una película que cumple con hacerte sentir un montón de emociones pero no podía dejar de pensar en su tercera entrega… y me pregunté ¿y si no hubiera existido Toy Story 4?

En mi opinión, la tercera película, además de cumplir con los aspectos mencionados en el párrafo anterior, cumple con algo más, el cierre, y vaya cierre, me gusta pensar que no solo fue un final para este gran grupo de juguetes, incluyendo a Buzz y Woody, sino que a la par de Andy, experimenté la sensación de estar despidiéndome de mi propia infancia. Poniéndome un poco mas intensa con esta idea, como seres humanos es recurrente que se nos complique la parte del cambio, en ese sentido, Pixar hizo un íncreible trabajo puesto que este grupo de juguetes, empezando por Woody, se niega a ver crecer a su niño, se niegan a pasar a otra etapa de su vida en la que no se les presta mucha atención, me imagino que algo así se siente cuando tus hijos se vuelven adultos, volviendo al tema, se le adjudica este aspecto a ¿juguetes? así es, y es precisamente este sentimiento el que orilla a nuestros amigos a buscar desesperadamente ser recordados por Andy, accidentalmente llegan a un lugar que parece ser la solución a esta disyuntiva, y luego nos encontramos con un régimen que explota a los juguetes nuevos, dudo mucho que eso haya sido una crítica al sistema económico, pero vaya que podemos pensar en varios ejemplos de países o empresas que se aprovechan de los de abajo para su propio beneficio, y todo esto en una película para niños. Luego de varios intentos logran escapar pero caen en un basurero, nuestros amigos, después de tanto luchar… aceptan su final, creo que la palabra aceptar es muy importante para esta película y resume muy bien lo que trata de decirnos, quisiera mencionar que esta fue la parte dónde como espectadora empecé a llorar, un llanto que no paró hasta ver los créditos, pero no me adelanto. Cómo si de un milagro se tratará son salvados por el trío de extraterrestres, por una garra, un elemento muy importante para ellos como personajes que lo vimos desde la primera entrega. En fin, logran llegar a la casa de Andy justo antes de que este emprenda el viaje a la universidad. Este los encuentra, y está a punto de llevarlos al Ático, destino que los juguetes ya aceptaron, pero Woody lo impide. Los lleva a casa de una pequeña vecina, Bonnie. Al llegar los presenta a cada uno, de manera enternecedora, dejando para el final a Buzz, después de una despedida que nos rompe a todos el corazón, encuentra al fondo de la caja a Woody, su fiel mejor amigo, al principio no quiere entregarlo, pero al ver la emoción de la niña, su sentir cambia, le dice unas palabras a quien fuera su gran compañero de aventuras cerrando un ciclo por el cual todos pasamos alguna vez. La película termina con Andy diciendo “gracias chicos” y Woody respondiendo “adiós, vaquero”… y claro con todos llorando del otro lado de la pantalla, soy consciente de lo sensible que puedo ser, pero estoy segura de que estos diálogos son muy poderosos, sobre todo cuando creciste con estos personajes, y que a muchos esta película en específico nos hizo sentir y pensar varias cosas con respecto a nuestra propia vida.

Es por esto que la sensación rara al salir del cine después de ver Toy Story 4 existió, y existe cada que hablo del tema. Pixar hizo un gran trabajo, tanto a nivel técnico como narrativo, dándole a sus personajes una historia increíble, un desarrollo lógico y un final que merece la pena aplaudir. Como personas, me gusta pensar que debemos abrazar a esos niños interiores, hacerles saber que crecer es parte de la vida y que si antes el juego imitaba una aventura, ahora de grandes el día a día se convierte en una. Aprender a dejar ir no es fácil, y por eso vemos tantas secuelas, nos gusta jugar en campo seguro, pero hacer esto nos evita conocer historias y personajes nuevos, creo que vale la pena el reto de despedirnos de aquello que fue especial en su momento, para darle espacio a nuevas experiencias.

Como último quisiera reiterar que no considero que Toy Story 4 sea una mala película, solo que la tercera fue un gran cierre y no necesitabamos una cuarta entrega que nos dijera lo que todos ya sabíamos.

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