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Quizás fuera mejor fingir no estar en casa: revisitando el home invasion con "The Strangers"

Yo sé que puede resultar verdaderamente extraño elegir un thriller como The Strangers (2008) para un desafío sobre películas que volverías a ver. Créanme que estoy al tanto de que una elección más razonable hubiera sido mencionar alguna de las tantas opciones que funcionan como mis comfort movies. Pero me pareció más divertido hacerle un desplante a lo previsible y optar por una pequeña experimentación: seleccionar algo del listado de películas que programo para ver cada tantos años porque tienen la ventaja —o a veces la desgracia— de añejarse como el vino.

Hay veces que nuestra opinión se encuentra altamente influenciada por las circunstancias en las que vemos un film: en el cine o desde la comodidad de nuestra casa, durante una etapa determinada de nuestra vida, con la diversidad de películas que hemos visto previamente, nuestras propias experiencias de vida o la predisposición emocional que nos caracteriza. Nuestro cerebro establece conexiones de todo tipo para poder llegar a un veredicto muchas veces por comparación. ¿Es mejor o peor a lo que recuerdo? A veces podemos desentendernos por completo y fingir demencia ante cualquier posible vinculación positiva, si es que en el presente la película no cumple con nuestras expectativas. Pero también existen oportunidades en donde la nostalgia de una primera impresión favorable prevalece aún en la actualidad.

Cuando pienso en este home invasion, instintivamente vuelve a mí aquella sensación de ansiedad crepitante que experimenté al verla por primera vez en mi adolescencia. Siempre me gustó el género, especialmente la vertiente del thriller psicológico, por lo que este relato de una pareja que empieza a ser acechada por tres desconocidos enmascarados, había logrado impresionarme lo suficiente para recordarla con cierta alta estima. También hay que decir que en su momento, toda historia que arrancaba con una placa de “basada en hechos reales” tenía una mayor posibilidad de afectar sustancialmente al espectador al desbloquear esa posibilidad más tangible del terror real.

Lo que estás a punto de ver está inspirado en hechos reales. Según el FBI, se estima que cada año se cometen 1,4 millones de delitos violentos en Estados Unidos.

Muchísimo tiempo después de esa primera experiencia, finalmente me reencontré cara a cara con ese recuerdo, pero con un par de lentes bifocales puestos para ver las cosas en su contexto: ¿será que los recursos puestos en juego antaño obtengan los mismos resultados en el presente o perderán estrepitosamente su efecto? Bueno, así como en la vida, podríamos decir que un poco y un poco. Después de tanto estreno que ha pasado por debajo del puente, es prácticamente imposible no ver los hilos que sostienen a estas historia, y por consiguiente, no nos sentimos igual de impresionables como sí lo fuimos en ese entonces. Pero aún así, The Stangers logró hacerme sentir ese vago estremecimiento de la tensión acumulada —esa leve presión en el pecho— aunque definitivamente no con la misma fuerza.

Me sorprendió bastante encontrarme con la baja puntuación que ha recibido de forma generalizada en diferentes plataformas, pero al ponerme al tanto de lo que se decía, me di cuenta que se trataba de un malentendido crucial respecto a los objetivos que persigue la historia. Muchos comentarios le recriminan la falta de un contexto claro que permita enmarcar las motivaciones de los criminales. Pero en una película que se piensa a sí misma como metáfora de la violencia aleatoria y sin sentido que padecen como sociedad a gran escala, esa imposibilidad de comprender el porqué de lo que sucede funciona como catalizador de un terror tanto más punzante por ser no solo indomable, sino impredecible.

“¿Por qué nos hacen ésto?”

"Porque estaban en casa".

Inclusive en las referencias principales de Bryan Bertino —quien debuta como director con un guion propio— se destaca la frialdad y el sadismo de los crímenes perpetrados por el Clan Manson. Creo que las máscaras que utilizan los victimarios cumplen la función no solo de mantener su identidad oculta en todo momento, sino también la de deshumanizarse, transformando sus rostros en objetos carentes de expresión. De esta forma la gestualidad que puede ser conductora de empatía queda completamente anulada en una mueca apática. Y eso sin contar las reminiscencias simbólicas que nos transportan de cabeza al universo ritualístico de las sectas.

Es por esto que me atrevería a ir más allá en mi explicación y plantear que estamos ante una película que prioriza el efecto por sobre la narración. Los hechos violentos en sí mismos resultan circunstanciales, y hasta se les da poca participación explícita, puesto que lo verdaderamente importante es sostener el terror in crescendo que experimentan las víctimas al ser acechadas en un juego del gato y el ratón constante. Existe un regodeo manifiesto en la prolongación de la cacería, ya que despliega el control que puede ejercerse sobre el otro al hacer mella en sus mecanismos de defensa.

Un film danés bastante más contemporáneo que retoma esta idea para perfeccionarla rotundamente es Speak no Evil (2022), la cual deja de lado el home invasion estrictamente hablando, pero refuerza el concepto de una suerte de indefensión aprendida: los personajes llegan a pensar que no tienen la capacidad de hacer nada y se vuelven pasivos frente a las oportunidades reales de cambiar la situación aversiva que los tiene de rehenes. Recientemente se estrenó una remake estadounidense protagonizada por James McAvoy, que si bien todavía no vi como para emitir juicio al respecto, creo que su estreno tan cercano a la original solo demuestra que no hay ganas de leer subtítulos. Insto fervientemente a quienes puede llegar a gustarle esta temática que vean primero la versión danesa que es absolutamente increíble.

De regreso a esta idea de potenciar el efecto frente al hecho, The Strangers le otorga a sus enmascarados características que rozan lo sobrenatural como es más común de ver en el slasher, con estos asesinos que aparecen y desaparecen de toma a conveniencia. Quizás estos recursos que se utilizan para orquestar jumpscares o construir este clima de tensión en el espectador es lo que menos disfruté, pero entiendo que van en sintonía con desarrollar un efecto dirigido en este caso al público más que a los personajes.

Creo que Liv Tyler se pone un poco al hombro la película y la progresión de su actuación permite que el acecho explote su potencial. No siento que sea una película increíble o que sea única en su especie: al parecer dos años antes se estrenó en Francia Ils (2006), una película que también aborda el home invasion con la misma impronta. Pero me da la sensación que de cierta manera contribuyó a establecer un precedente en algo que el terror seguiría reinventando. Sin ir más lejos, la saga de películas The Purge parece tomarla como una clara referencia y una nueva trilogía que retoma a los encapuchados ya se encuentra en producción.

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