Peeping Tom: ¿el primer slasher?

Spoilers

Mucho antes del primer filme considerado Slasher (Black Christmas de 1974), e incluso antes de la primera película perteneciente al Giallo italiano (La ragazza che sapeva troppo de 1963) existió un filme británico de terror llamado Peeping Tom. Estrenada en 1960 y traducida al español como “El Fotógrafo del pánico” o “Tres rostros para el miedo”, narra la historia de un fotógrafo que captura precisamente eso: el terror en sus víctimas… justo antes de morir. En sus propias manos, y con un elemento punzante como arma mortal. Es por eso que podemos decir que Peeping Tom es un proto-slasher, que además es atrapante y fascinante por donde se lo mire.

Pero ¿por qué si es un proto-slasher, y la segunda parte del curso se trató del neo-slasher y las remakes, seleccioné este filme para trabajar?

Quizás porque es un momento donde es necesario replantearnos la violencia. Donde las muertes en los filmes ya ni siquiera causan sensación alguna.

Los slashers se han vuelto por demás insulsos, reiterativos y repetitivos en su fórmula. Y quizás una de las claves para su reivindicación radica en que tiene que volver a su esencia y a los inicios de su creación.

Los nuevos slashers a menudo me generan frustración. A veces me parece que está todo sobre-explicado y todo sobre la mesa. Que no dejan nada para que “mastique” el espectador. Y en muchos casos nos falta información en la subtrama que es a veces lo más interesante de una película del género.

Hay algo en el cine clásico que por más que su estructura pudiera ser bastante obvia y sencilla, al menos se esforzaban desde el guión por mantener la tensión y sostener el misterio hasta el final.

VIOLENCIA JUSTA Y NECESARIA

Mientras Hitchcock iniciaba el “género de las cuchilladas” con “Psycho en 1960, en Londres, Michael Powell estrenaba unos meses más tarde una película mucho más pequeña y desconocida: “Peeping Tom.

De una violencia (implícita y explícita) aún un poco inusitada para la época, cuenta la historia de Mark Lewis un camarógrafo (claramente psicópata), que captura a sus víctimas en video mientras mueren.

Mark es un hombre completamente afectado por una infancia terrible. Vive perturbado por heridas de la infancia. Sus traumas fueron ocasionados por su propio padre, un científico que experimentó con él, forzándolo a vivir experiencias aterradoras con el fin de probar sus teorías respecto del terror y el miedo.

Mark, ya adulto y con su padre muerto, permanece aún acechado por ese pasado. Y si bien tiene un “trabajo como camarógrafo” en un set cinematográfico y también es fotógrafo de modelos pin-up que posan en ropa interior y semi-desnudas, el maltrato sufrido en la infancia alteró su psique y lo convirtió en lo que es más allá de un hombre tras una cámara: un asesino en serie.

Solo que el personaje se dedica a la fotografía para poder ocultar sus verdaderas intenciones y satisfacer sus deseos e impulsos más oscuros sin parecer como un sospechoso. Pero también en parte porque ese es el legado de su padre (al mejor estilo Jason Voorhees, o Leatherface).

Así como podemos ver en “La Casa de Cera” por ejemplo, en “Peeping Tom” también hay obsesión y coleccionismo. Ya que el personaje necesita registrar una detrás de otra imágenes del terror que sienten sus víctimas y cómo se ven sus rostros justo antes de morir. Lo que Mark intenta capturar es la esencia del miedo en una especie de documental snuff. Todo el filme está narrado desde su perspectiva, sin embargo, en un principio no vemos todo lo que Mark ve.

El arma, en mi opinión, es de una creatividad inolvidable. Pero lo más interesante es que no se devele en su totalidad hasta el final. Es decir, podemos deducir que Mark empala es sus víctimas. Y las filma mientras lo hace. Pero no es hasta la secuencia final con Helen (que califica como Final Girl) que vemos cómo funciona el dispositivo en realidad. Y es que contiene un espejo para que la víctima, también vea su propio rostro antes de morir.

Una de las mejores secuencias del filme es la de la actriz “de segunda” Vivian, antes de morir. Mark prepara las luces, la cámara, hace una marca en el piso. Vivian baila y es bastante insufrible su personaje. Por dentro es inevitable no empezar a decir “por Dios santo, que la mate ya”. Cuando Vivian muere, sinceramente no lamentamos su muerte.

ENAMORARTE DEL ASESINO

Algo que me parece muy interesante es el lado humano de Mark. Después de todo es un niño traumado en el cuerpo de un adulto. Todo el trasfondo de su pasado es más claro y aterrador que incluso el de Halloween: el inicio (2007) de Rob Zombie. Esto se debe a cómo se lo cuenta: a veces de forma explícita (como la lagartija sobre la cama), y otras de forma implícita (como los gritos antes de la secuencia final). Karlheinz Böhm hace un trabajo excepcional sosteniendo al personaje en ese vórtice entre la frialdad y la ternura.

En el aspecto psicológico, podemos decir que sabemos por qué Mark mata. La historia nos ayuda a comprender y a localizar las raíces del mal y las causas de su aparición, como dice Sotiris Petridis.

Lo más llamativo es que Mark tenga esa dualidad: que sea capaz de ser tierno y “enamorarse” de Helen, y por otro lado tener esos deseos mórbidos y sórdidos de asesinar. Que pueda ser tímido y hasta dulce, y por otro lado un sombrío y moderno “Jack el destripador”.

Helen también se enamora de él y en cierta forma, intenta salvarlo. Por un momento podemos recordar a Sydney Prescott enamorada de Billy Loomis en Scream (1996), pero la realidad es que Billy siempre había usado a Sydney y no tenía reales sentimientos por ella.

Mark, por el contrario, cambia completamente el eje y perspectiva, y se vuelve aún más obsesivo con su documental para impresionar y agradar a Helen.

HELEN ES UNA FINAL GIRL

Helen, la inquilina e interés amoroso de Mark es una de las primeras Final Girls. Así como lo es Lila en Psycho, Helen también es una sobreviviente, con un poco más de complejo de salvadora por lo que podemos interpretar.

Tiene una madre discapacitada (ciega) y cuida de ella con mucho amor, a pesar de que su madre es alcohólica y también algo perturbada.

Helen es presentada como inocente, segura, cariñosa. Lo cual logra generar en el espectador cierta empatía y necesidad de protegerla. A diferencia de Vivian, nadie quiere que a Helen le pase nada, lo cual la convierte en una final girl incluso antes del final

Lo que me agrada de Helen es que parece perdonar y abrazar esa rareza (que sabemos que es psicopatía) de Mark. Hay algo en Mark y su trauma que le agradan y la inspiran. Es como si Helen hasta la mismísima secuencia final no sintiera miedo, e incluso hasta el último momento intenta que Mark se redima.

CONCLUSIÓN

La secuencia final de Peeping Tom es desgarradora. Cuando vemos finalmente el arma asesina, el horror en el rostro de Helen, la distorsión en el espejo, entendemos gracias a los elementos expuestos que Mark está tan perturbado como imaginábamos.

Si hay algo que nos deja el cine más clásico de terror es muchas veces algo que se da a nivel cinematográfico, entre el juego con el campo y el fuera de campo.

Si bien a todos nos gusta ver una buena muerte en cámara, también a veces sucede que lo que no se ve y se dice o se escucha es aún más perturbador.

Vivimos en tiempos rodeados de estímulos e imágenes de violencia, sexualización y disforia de cuerpos. Quien escribe este texto es fan de Cronenberg y del terror corporal por sobre todas las cosas, pero también puede sentir escalofríos leyendo una historia de Mariana Enríquez o escuchando el último disco de Dillom (guiño).

Casi todos los Neo-Slashers se caracterizan por contener mayores dosis de violencia explícita pero poco desarrollo de personajes. La mayoría de las veces incluso cuentan con una historia pobre y no profundizan en la psique de los asesinos. Hay personajes que simplemente matan, y otros que simplemente mueren.

Hernández-Santaolalla y Raya remarcan este punto en su texto, ya que comparan la evolución del género de los 80s a la época actual, y coinciden en que la violencia se exacerbó sin un sentido puntual ni necesario a la trama.

Considero que es momento de volver a pensar un poco el cine de género como lo hace Peeping Tom. No dejar todo servido en bandeja de plata, si no también jugar con las paredes que representan el cuadro y todo lo que puede suceder tanto dentro como fuera de él.

Repensar las armas y las muertes con creatividad. No es necesario ser Mario Bava o Argento para lograr que la sangre corra de forma pintoresca.

Que las mentes de los asesinos sean también como una maraña que queremos desenredar, como le sucede a Helen.

Que haya un dejo de humanidad e incluso, ¿por qué no? un intento fallido de redención aunque tampoco se pueda cambiar la naturaleza de lo que se es: después de todo, un asesino.

Bibliografía/Textos

  • Neo Slasher, Víctor Hernández-Santaolalla. Irene Raya

Anatomy of the Slasher Film: A Theoretical Analysis. Sotiris Petridis

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