El concepto de un domingo de otoño puede estar compuesto por varios elementos: una merienda, la sensación de una tarde interminable y una nueva película que promete ser todo lo que necesitas para enfrentar la semana que viene. Todos estos elementos se combinaron este domingo de junio cuando me encontré no solo con un café y una tostada recién hecha, sino también con la oportunidad de ver Am I Okay, una historia que, al menos por un momento, me recordó a mi película favorita, Frances Ha.
No se puede entender quién soy sin haber visto Frances Ha. Conocí esta película dirigida por Noah Baumbach y coescrita por Greta Gerwig cuando tenía 16 años, y decidí en ese momento que sería la historia que me acompañaría toda la vida. Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con la nueva película protagonizada por Dakota Johnson que encontré este domingo? Déjenme explicárselo.
Soy una mujer de gustos complejos pero sencillos. Siempre que haya una historia sobre amistad femenina y una crisis existencial al enfrentarse a la adultez, estaré presente. Am I Okay me prometió esto y mucho más, así que, por supuesto, tuve que verla.

Lucy (Dakota Johnson) tiene 32 años y apenas está empezando a descubrirse a sí misma. Destaco la palabra "apenas" porque es aquí donde se desarrolla la crisis existencial de nuestra protagonista: en el momento en que nos damos cuenta de que todos los cuentos sobre tener la vida resuelta a cierta edad son puras mentiras. Siempre hay espacio para otra crisis existencial y nunca es tarde para conocernos un poco más.
En medio de este descubrimiento personal, Lucy también tiene que lidiar con la decisión repentina de su mejor amiga, Jane (Sonoya Mizuno), de mudarse a Londres. Aquí es donde quiero detenerme porque el tema de una amistad codependiente me interesa mucho, en parte gracias a mi mejor amiga Vicky, con quien he compartido gran parte de mi vida, y a mi película favorita, Frances Ha.
Las primeras escenas de Frances Ha muestran una conexión tan humana como sincera. Frances y Sophie llenan la ciudad de Nueva York con una amistad que parece haber sido escrita por Éric Rohmer o cualquier otro exponente de la Nouvelle Vague. Miradas que se cruzan en medio de una fiesta y monólogos sobre el amor que conmueven hasta al menos sentimental de la sala.

Podría pasar horas hablando de Frances Ha, y seguramente lo haré algún día, pero hoy me gustaría concentrarme en la pregunta que nos hacemos cuando lo conocido nos abandona y un cambio en nuestra rutina se avecina.
¿Qué es un cambio en la rutina, se preguntarán? Hace unos meses, le hice esa misma pregunta a mi terapeuta cuando hablamos de Frances Ha.
"Es cuando algo que siempre diste por sentado en tu vida, ya sea una persona o algo material, desaparece", me dijo. La muerte de un ser querido, una mudanza, una mejor amiga que se muda al otro lado del mundo. Ya sea el abandono de Sophie hacia Frances o el de Jane hacia Lucy, ambos cambios en la rutina llevan a nuestras protagonistas a enfrentar sus respectivas realidades.
La codependencia que a menudo encontramos en una amistad puede ser la base de nuestra cordura o la excusa perfecta para evitar enfrentar el monstruo que es crecer. Las primeras relaciones que tenemos rara vez son amorosas; si pensamos en la infancia, recordamos a un amigo, la inocencia que viene con decidir jugar con alguien en la plaza o prestar un lápiz a alguien en el jardín.
Emborracharnos en la calle, tomar malas decisiones y bailar hasta el amanecer. Situaciones que nos llevan a un amigo, a un escape de nuestra realidad, a evitar ese reloj de arena que se da vuelta y nos grita en la cara que es hora de crecer. Un hilo de cordura que nos mantiene cuerdos en medio de una edad en la que todos parecen ir a ritmos diferentes.

Amigos que se casan, otros que tienen hijos, algunos que deciden venderlo todo para viajar por el mundo. Pero tú tienes a esa persona, esa que te ha visto en todas las etapas, y mientras esa persona esté a tu lado, no hay necesidad de enfrentar lo desconocido. Y si esa persona se va, lo único que queda es la pared que convierte lo innecesario en necesario, y no nos queda otra opción que chocarnos con ella.
La pared de Lucy se manifiesta en la forma en que replantea por completo su sexualidad. Un tema que solemos ver en historias de jóvenes en la secundaria ahora atraviesa a una mujer de 30 años que no logra entender cómo le ha llevado tanto tiempo llegar a este punto. El reloj de arena se siente más que nunca, y Lucy no logra ver los pasos a seguir.
En un mundo en el que las aplicaciones de citas solo logran sofocarnos y las señales están más mezcladas que nunca, la sexualidad de Lucy parece ser el primer dominó que empuja todas las demás piezas de su vida. Un trabajo que la estanca, una pasión que quiere despertar y la necesidad de tomar un auto y dirigirse al aeropuerto.

Am I Okay encuentra su humanidad en una historia de crecimiento personal que enfrenta a una protagonista conflictuada con una etapa en la que todo debería estar resuelto, y cautiva a una audiencia que no puede evitar empatizar con ella. Ya sea que tengas 30 años, recién estés empezando tus 20 o hayas dejado atrás esa etapa hace mucho tiempo, todos, en algún momento, nos sentimos superados por el reloj de arena.
Es en esta empatía donde la tragedia melancólica de Lucy se convierte en comedia. Ver un menú lleno de opciones y siempre elegir lo mismo, ser incapaz de dejar que alguien más entre en tu vida que los que ya conoces, nunca haberse enamorado y guardar tus sueños más grandes en una caja porque siempre parece haber una excusa para no enfrentar lo que debemos. Es imposible no verse reflejado en Lucy porque el miedo que la inunda por lo desconocido es el mismo miedo que usamos para construir la caja de comodidad de la que solo puede sacarnos el cambio, tan simple y complejo a la vez.
Frances decide tomar un vuelo a París, Lucy le da una oportunidad al amor, ambas terminan desoladas en una cama, solas, sin rumbo y con una inocencia que se va rompiendo poco a poco. Los pasos a seguir van apareciendo paulatinamente y, como si fuese lo más sencillo del mundo, toman un pincel y aprenden los pasos de baile de una nueva realidad.

Dakota Johnson encuentra el equilibrio perfecto entre la inocencia y el miedo de Lucy, mientras que la química con Sonoya Mizuno (Jane) crea la amistad perfecta para ser la base de esta historia. A pesar de que no es el coming of age de la década ni tampoco puedo catalogarla como la película que me acompañará en los años que siguen, Am I Okay me encontró este domingo de junio y me recordó la maravillosa experiencia que es el continuo crecimiento. No importa qué edad tengamos o dónde nos encontremos, siempre va a haber algo para resolver y nunca va a ser tarde para hacerlo y conocernos un poco más a nosotros mismos.



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