Las siamesas: un vínculo entre madre e hija más que complejo y un viaje transformador

Hace unos días vi por primera vez la película argentina Las Siamesas (2020) de la directora Paula Hernández, película que tenía en mi lista de pendientes hacía mucho tiempo, y que cada vez que la mencionaba, todas las personas con las que hablaba, me decían que era muy linda, y que me iba a gustar mucho; déjenme decirles que no se equivocaron. Por eso hoy, decidí escribir sobre esta ficción nacional, que me interpeló de muchas maneras.

Las siamesas es la cuarta película de Paula Hernández, y está basada en el cuento homónimo de Guillermo Saccomanno. La directora ya venía trabajando en sus otras películas los vínculos familiares, y cuando leyó el cuento de Saccomanno descubrió que allí estaba el tema que le gustaría seguir profundizando y desarrollando.

Un breve resumen: la película nos presenta el vínculo –y solo eso diré por ahora-, entre una madre y su hija, que emprenden un viaje en colectivo a una localidad de la Costa Atlántica argentina para que Estela –la hija-, conozca y se haga cargo de unos departamentos que heredó luego de la muerte de su padre. Ya en los primeros minutos a través de diferentes planos de la casa que comparten, podemos acceder a la vida de estas dos mujeres. Planos detalle de una casa en la cual recién está amaneciendo. Son esos planos focalizados en los objetos –pelucas, ropa, ventanas, el empapelado-, que podemos darnos una idea sobre quiénes son estas mujeres, y que hay una vida compartida en esa casa. La directora se toma su tiempo, para ir presentándolas de a poco. Escuchamos un despertador, vemos a la hija aún en la cama y escuchamos la voz de su madre que la llama “Estela, Estela”. Hay algo en el tono de voz que viene del otro cuarto y en la mirada de la hija que nos permite entender un poco cómo es el vínculo entre ellas, y que ese viaje no será para nada tranquilo. Notamos que Estela está agotada –y recién está despertando-, y que hay cierta angustia en su rostro.

Pasamos así al punto de partida, la terminal de ómnibus de Junín. Vemos a dos mujeres adultas, muy diferentes. Si bien desde lo visual nos resultan similares –hay una intensión estética marcada de unificarlas a través de la ropa por ejemplo-, cada una tiene su postura sobre lo que pasó y de ahí que vivan el presente de manera diferente. La carga de esa historia, los rencores por acciones del pasado, hace que la tensión vaya creciendo a lo largo del film. Ahora bien, como mencioné, la película se centra en este vínculo, en la relación que ambas construyeron a los largo de los años. Vínculo endogámico y hasta patológico podríamos decir. Ambas protagonistas se fagocitan, se necesitan para vivir. Parece que no hay separación posible, que están destinadas a pasar sus días juntas: ¿la hija no pudo separarse de su madre o su madre no le permitió separarse de ella? En esos primeros minutos, sabemos que el viaje no será relajado, que la madre traerá complicaciones, y así nos quedamos, expectantes de la llegada de la tormenta, la cual será literal y que nos anuncian en los televisores o comentarios que escuchamos de personas que está fuera de campo.

Es importante destacar, las excelentes actuaciones de las dos protagonistas, sobre quienes se centra el film: Rita Cortese como la madre y Valeria Lois como la hija. Dos actrices con una gran trayectoria, que nos demuestran una vez más que pueden hacer los roles más variados, y con muchísima calidad. Si bien, la película se centra exclusivamente en ellas dos, irán aparecen personajes, que se vuelven amenazas para el vínculo. Sobre todo para la madre, para quien todo y todos representan el peligro. Estos “otros” que aparecen son aquello que puede destruir su supuesta calma, y digo supuesta, porque la sensación que tenemos, es que en cualquier momento todo puede explotar. Todo es una amenaza para la madre, quien vive con miedo y se lo transmite todo el tiempo a su hija, a quien vemos agotada ¿Será el miedo a la soledad? ¿Miedo a que su hija efectivamente se independice? ¿Miedo a perder el amor? Los vínculos familiares son complejos y como decimos a menudo “cada familia es un mundo”. Dentro de ese mundo accedemos acá al vínculo madre-hija: qué tipo de relación tienen, de qué manera podemos pensar el amor entre ellas, qué implica el amor y cómo nos vinculamos. La imposibilidad de poder soltar, es uno de los grandes temas que la película nos permite pensar. Pero además de la relación entre ellas, vemos también las relaciones que Estela establece a lo largo del viaje con otros, específicamente con el mundo “hombres”. Sabemos que está soltera, que tiene más de 40 años y que no tiene hijos. “Vos no tenes hijos, no podes entender” le dice su madre; y Estela llora en soledad en el baño de la estación de servicio. Estos momentos de angustia, se contraponen con “pausas” para la hija que empieza a compartir pequeños momentos de libertad con unos de los choferes del colectivo. Son pausas afectivas para Estela, que traen calma y abren un paréntesis visual y narrativo. El campo de abre, el cielo de la ruta se vuelve inmenso, y la libertad e independencia para Estela parecen posibles. Pero la madre está ahí, no la vemos, pero la sentimos. Su presencia fuera de cuadro es muy fuerte, y si bien nos permitimos con Estela relajarnos y disfrutar de ese momento, sabemos que tiene que volver con ella.

La mayor parte del largometraje se va a desarrollar arriba de un colectivo, en la ruta, y estas son las locaciones en las cuales transcurre la película: casa y terminal de ómnibus de Junín, colectivo, la ruta, y la playa. Podemos pensar este viaje como un proceso de transformación, y que una vez que recorran todo ese camino, el vínculo ya no será el mismo. Encerradas en el colectivo durante muchas horas, madre e hija recorren su historia, las relaciones que tuvieron, las decisiones que tomaron, la historia la madre con el padre de Estela, y la relación que esta última no pudo construir. La información sobre ese pasado en común, nos llega a través de las voces de las protagonistas que por relatos de sus recuerdos, actualizan esa historia compartida.

Podemos pensar así la película como un drama focalizado en los personajes. Es en ellas y en sus acciones donde se centra la narración. Lo que destaca a esta película, es cómo decide contarlo la directora. Cada plano está pensado hasta el mínimo detalle y se destaca el uso de los planos cerrados, los cuales colaboran con esta idea de encierro que viven las protagonistas. Se destaca además la construcción de las escenas, y el uso de las líneas bien marcadas hacia el punto de fuga del cuadro. Pasamos así de planos cerrados, oscuros, con moviendo, a planos abiertos, iluminados, amplios. Cada uno de estos recursos da cuenta del estado de ánimo de ellas. Sin ánimos de spoilear, es para destacar el uso de estos planos en conjunto con la iluminación y el sonido fuera de campo durante el último cuarto de la película, cuando llegamos al momento climax. La tensión crece, ya no pueden estar juntas, todo parece estallar. Explotan, discuten, y llega la tormenta. Ya se dijeron todo, no queda más nada, solo volver a empezar, luego del viaje transformador.

Si te gustó esta película y queres seguir viendo algo más de la directora, te recomendamos Los sonámbulos (2019) y Lluvia (2008).

Ficha técnica

Dirección: Paula Hernández
Dirección artística: Julieta Dolinsky
Producción: Juan Pablo Miller, Paula Hernández
Guion: Paula Hernández, Leonel D'Agostino. Basada en el cuento de Guillermo Saccomano
Música: Ulises Conti

Sonido: Catriel Vildosola
Fotografía: Iván Gierasinchuk
Montaje: Rosario Suárez
Vestuario: Mónica Toschi, Laura Donari
Efectos especiales: Leonardo Quartieri
Protagonistas: Rita Cortese, Valeria Lois, Sergio Prina
País: Argentina
Duración: 81 minutos

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