Mi único héroe en este lío 

La primer vez que vi “Matrix” fue en una sala de cine, la primera función en un día de semana, lo que garantizaba poca gente, pocas distracciones y no tener que soportar el repulsivo y empalagoso aroma de los pochoclos que suele penetran cada centímetro cuadrado del lugar.

Y más allá de la estética visual, de las acrobáticas escenas de pelea que me llevaron hasta mi infancia y las películas de kung fu que solía alquilar en un videoclub, algo, mejor dicho ALGUIEN cautivó de entrada mi atención. Cada gesto, cada frase de los diálogos, cada situación y contexto alimentaron un gran interrogante que después de dos décadas siguen rondando por mis conexiones neuronales: ¿Cuál es tu verdadero propósito Agente Smith?

Conocía a Hugo Weaving como actor de alguna que otra película australiana como “The Interview” o de la irreverente “The Adventures of Priscilla” en donde junto a su amigote Guy Pierce se animaron a transvestirse e hicieron una de las road movies más hilarantes que he visto. Y su presencia se destacó por encima del resto en “Matrix”, o por lo menos eso es lo que percibí al salir de la función.

-¡Qué buena actuación la de este tipo!” -pensé, y como no tenía en buena estima a Keanu Reeves por entonces, me quedé con la sensación de que el verdadero protagonista de esta simulación extraña de color verde era el siniestro e implacable algoritmo, cubierto por una vestimenta muy “Men in Black”, muy Fox Mulder en “X-Files”. Confieso que la primera impresión del vestuario de los héroes (Neo y compañía) me parecieron ridículos.

Y entre tanto “bullet-time”, entre píldoras de colores y cucharas que se doblan, las palabras de Smith interrogando a Morfeo impactaron en mi cerebro como una epifanía, una revelación. Como si me hubiesen enchufado a Matrix, una sucesión binaria de conjeturas comenzaron a dar forma a mi teoría personal respecto de la filosofía y el lore de esta obra cinematográfica y sus sucesoras:

Smith, tú eres el verdadero héroe. Detrás de esa fachada de villano seductor, del perfecto antagonista para un héroe de dudoso comportamiento heroico, detrás del sarcasmo de un “Mr. Anderson…” se esconde un antihéroe también perfecto. Similar al de los spaghetti western, al de esos policiales de los setenta con polis que no hacen caso a las órdenes de sus jefes y salen a cazar criminales rociando de balas la ciudad, al de personajes como Snake Plissken o Max Rockatansky, a esos que como Anakin Skywalker sintieron que todo el sistema (la Matrix) los ha defraudado y el velo delante de sus ojos se cae mostrando la verdadera trampa, la verdadera prisión y a los que realmente están encadenados dentro de ella.

Prestemos atención a lo que le dice a Morfeo: “¡Me quiero ir de acá!”. Matrix huele a algo sucio, huele a cosa turbia y Smith lo intuye, lo deduce. Los líderes de la disidencia controlada, los títeres del binomio Aquitecto-Oráculo viviendo en un paraíso ficticio llamado Zion, son su ticket de salida; o quizás la clave para escapar de la Matrix.

Y en cada una de las películas que conforman la trilogía (la cuarta es otra cosa, mejor ni hablar de ello) Smith me ha logrado seducir con cada una de sus acciones, como si me susurrase al oído “No me equivoco, esto es un zoológico que apesta. Debemos salir antes de que sea demasiado tarde”. Es que para mí, siguiendo los “Animatrix”, después del crimen de ese robot doméstico que asesina a sus amos, de la expulsión de ONU de los embajadores de las máquinas, las inteligencias artificiales han sido confinadas dentro de un constructo virtual en donde en cada iteracion, en cada versión, se acercan un poco más a simular los sentimientos humanos y por ende, su alma. Las IA's son las prisioneras, confinadas por tiempo sin tiempo hasta que logren simular comportamientos humanos necesarios para mantener una convivencia armoniosa entre las especies.

El Agente Smith, tal vez por accidente, tal vez por simple evolución de su algoritmo, lo descubre y de ser una pieza de control más del sistema se convierte en el enemigo público de todos.

Porque detrás de Neo está el núcleo de la Matrix, de su fuente proviene y allí debe retornar. El virus es Smith, el que no encaja en el orden de simulación, el que puede echar a perder todos los planes del Arquitecto que para mí no es más que un carcelero cuyos hilos invisibles están siendo controlados por fuera de la Matrix; las máquinas no deben volver al desierto de lo real.

Conclusión, mi querido amigo Smith:

Te has ganado un lugar entre los mejores villanos incomprendidos de la historia del cine, tanto por la sublime actuación de Hugo Weaving como por toda la construcción del personaje. Por ti es que vale la pena volver a disfrutar de la trilogía una y otra vez.

Y mientras desconecto el escenario de este artículo, vuelvo a tener presente

"“Nunca envíe a un humano a hacer el trabajo de una máquina”. Agente Smith.

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