Si al pelotón estadounidense comandado por el Teniente Aldo Raine en Inglourious Basterds le hubiera faltado un integrante sería este: Aatami Korpi, “el inmortal”. Algo parecido a un soldado especial finés, un excombatiente de la llamada Guerra de Invierno altamente preparado, que no sigue otras reglas mas que las propias y que parece no joder a nadie salvo que se encuentre con algún ruso ó, como en esta oportunidad, con algún nazi. Y a propósito de esto último, el vínculo con Tarantino mencionado más arriba es el primero de varios que aparecen en el film.
Desertor sería exagerado, de hecho, Finlandia lo dejó solo matando rusos en el bosque, un poco porque le servía a su ejército y otro poco porque le servía a él, que vengaba la muerte de sus familiares y amigos asesinados por los soviéticos. Y es curioso porque este país tuvo una historia peculiar durante la Segunda Guerra Mundial: Si dividiéramos todo en tres fases, Finlandia luchó primero contra la Unión Soviética por cuestiones territoriales en la llamada Guerra de Invierno de la que hicimos mención; un conflicto que duró, más o menos, tres meses, entre noviembre de 1939 y marzo de 1940. Una vez finalizado, entramos en la que sería una segunda fase; en esta, fue directamente aliada a las potencias del Eje, entre 1941 y 1944, combatiendo contra los rusos durante la bautizada Guerra de Continuación, nombre que adquirió justamente por tener a los mismos beligerantes que la instancia anterior. Sin embargo, una vez firmado el Armisticio de Moscú, no solo terminaría el conflicto entre ambas naciones, sino que tal documento implicaba la eliminación del partido Nazi de todo el territorio finlandés, dando lugar a una tercera fase: la Guerra de Laponia, en la que fineses y rusos cooperaron contra los alemanes. En esta última fase es donde nos sitúa el relato, demostrando la fama de Korpi como terror de rusos y, ahora también, de nazis.
Finlandia no fue el único país en “cambiar de bando”, recordemos lo que ocurre con Italia después de que derrocan a Mussolini; la coyuntura geopolítica y los procesos dinámicos de la guerra hacen que estas cosas puedan pasar.

Decíamos entonces, con el conflicto bélico a punto de terminar y Alemania en tierras escandinavas reducida a algún que otro pelotón de locos dando vueltas por ahí, Aatami Korpi se dedica a buscar oro. Tiene un pico, un perro y tiempo; no molesta a nadie y no quiere que nadie lo moleste. ¿Qué pasa si algo afecta este orden? Verán qué tanto puede una persona defender su botín y, de paso, mostrar las habilidades adquiridas cuando alguien es entrenado para matar y se rehúsa a morir. Mito o verdad, cuerpo y alma de este hombre están separados en esta nueva configuración de la mítica leyenda del Koschéi.

Filmada prácticamente en exteriores, dividida en episodios con tipografías algo familiares (acá tenemos otra de las conexiones con Tarantino) y siempre lineal, con algunas elipsis, claro. Las únicas escenas a cielo cubierto son dentro de un avión, un camión o un tanque. Y la del final, aunque no quiero adelantar nada. Es un relato de venganza que no ahorra sangre en ningún momento, tampoco balas ni explosiones.
Los fans del Gore podrían haber pedido algunas cosas más, como un plano que muestre el estado final del cráneo nazi después de los golpes de casco que le azota Korpi, pero está más que bien con escucharlo romperse. Y si hablamos de cráneos deformados, cómo olvidar los golpes de extintor en Irreversible, tal vez la segunda escena más fuerte de todo el film del franco-argentino Gaspar Noe. Más allá de eso, decíamos, cumple con creces toda la violencia que se presupone desde los afiches o los trailers. Minas que hacen volar cuerpos desmembrados por los aires y cuchillos tan afilados que atraviesan cabezas de lado a lado. Y, nuevamente, las citas al cine de Tarantino.

Nuestro protagonista es inteligente y además de coraje tiene astucia, sabe cómo despistar perros de caza y cómo llenarse de oxígeno sumergido en agua. Para Korpi, el frío queda en un segundo plano cuando hay que sacarse las balas del propio cuerpo y no se amedrenta por nada: tanques, armamento o cantidad de enemigos. Incluso en plenos jaque-mate y créanme que porque pasa por varios. Aunque, claro: es inmortal. ¿Rambo? Apenas podría competirle.
El actor que lo interpreta es Jorma Tommila y es el cuñado del director del film Jalmari Helander dado que está casado con su hermana (¿les importaba esto?). Ambos finlandeses, ya habían trabajado en otra muestra de subsistencia en Big Game, película que los tiene en los mismos roles de actor y director respectivamente, aunque los protagonistas del film sean Samuel L. Jackson y otro Tommila, Onni. Sí, el hijo Jorma. Todo parece quedar en familia.

Nada mejor para alguien que ama la venganza que ser considerado y ceder tal placer a quien más lo merezca. Por este motivo, vayan las felicitaciones a nuestro querido Korpi y al gesto que tiene con las prisioneras finlandesas, a quienes provee de rifles y ametralladoras para que hagan lo propio con sus captores en una secuencia maravillosa. Además, el costado humano es reforzado a través del cariño y cuidado que tiene con los animales.
Los nazis con los que se topa no son un mero ejército en retirada, se trata de un escuadrón de la SS con un inescrupuloso y vil jefe al mando, interpretado por el noruego Askel Hennie que ya vimos en The Martian de Ridley Scott y en Max Manus: Man of War, donde curiosamente se pone en la piel del propio Manus, miembro y figura insoslayable de la resistencia noruega anti-nazi.

Aunque por momentos roza lo inverosímil, la película se esfuerza desde el comienzo por hacernos entrar en un juego que va por fuera de toda posibilidad real. Al cabo de un buen rato no solo lo aceptamos, sino que lo esperamos. Proeza total de Helander que además tiene un papel en el film y que ya trabaja en una segunda entrega de Sisu aunque no sabemos si antes o después de la línea temporal de esta. De cualquier manera, la esperaremos.



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