El star system egipcio surgió como un subproducto natural de la cultura de masas y el desarrollo de la industria cinematográfica que posibilitó la identificación de los artistas. Así, su aparición significó que el público conociera a los artistas a pesar de que estaban lejos -como las estrellas- de ellos y su realidad. El star system encuentra su opuesto en el neorrealismo, que en el cine italiano duró de 1943 a 1953 y cuya propuesta según Cesare Zavattini -guionista de Vittorio de Sica- era: “El público debe liberarse del complejo de inferioridad causado por la idea mítica de la ´estrella´”.
En línea con esta afirmación, el autor tunecino Khémaïs Khayati sostiene que una de las bases del star system en un país del Tercer Mundo como Egipto es justamente su alejamiento de la realidad, al menos en apariencia porque eso es lo que le da legitimidad a la industria cinematográfica, el motor de la máquina de sueños cuyo fin es la fabricación de un bien de consumo ya instalado en la sociedad de masas: el entretenimiento.
La combinación de sueño y realidad se va ampliando a medida que se difuminan las diferencias culturales y sociales y que se desarrollan los modelos urbanos; “ahí, en el incógnito de las metrópolis, todo tiene la posibilidad de ser un ideal y una realidad a la vez, de ser un individuo que representa un producto puro, quien se representa en tanto sujeto posible (…) la estrella es la piedra angular en la medida en que es un ser “real” al tiempo que es un ser de “sueño”. En una sociedad en constante cambio, la función de la estrella es ser “el sueño hecho realidad” de todos aquellos que quedaron afuera del sueño, los desclasados.
El star system se desarrolló como un acto individualizador a partir de la emergencia de mecanismos para la producción de identidades populares. El periodismo de espectáculos jugó un rol fundamental en publicitar a las estrellas: bodas, divorcios y escándalos nutrían la creciente industria.
Todo el proceso de “azar-disolución de individualidad-particularismo-negación” que describe Khayati para la mayoría de los casos en el desarrollo del sistema egipcio, queda reflejado en las películas de la época. El star system exige la negación de la identidad, la anulación de las particularidades para así ofrecer una mercancía de características armoniosas. La primera operación de esta etapa es la transformación del nombre que se opera incluso ante los ojos de los espectadores.
El efecto de “foco”, como lo llama Khayati, es aún mayor cuando se trata de mujeres y ello es por motivos predominantemente económicos. El ambiente del cine era eminentemente masculino, ya que si bien muchos de sus pioneras fueron mujeres, los productores eran hombres y el ingreso de la mujer en este espacio, como todo espacio público, fue mediado por la mirada masculina ya que, como expresa Mulvey “la mujer habita la cultura patriarcal en tanto que significante para el otro masculino, aprisionada por un orden simbólico en el que el hombre puede dar rienda suelta a sus fantasías y obsesiones a través de órdenes lingüísticas que impone sobre la silenciosa imagen de la mujer; que permanece encadenada a su lugar como portadora de sentido, no como productora del mismo.”
La mujer, moviéndose en un espacio masculino era percibida como un objeto portador de sentido, mercancía fetichizada para consumir y controlar. El deseo de posesión masculino y la omnipresencia sexual femenina tenían entonces una identificación con ese “oscuro objeto del deseo” donde la oscuridad era el poder incontrolable de lo femenino, que debía ser explotado a favor de la industria pero también controlado. Es en este contexto que surgen personajes como el de la feme fatale.
Al ser el star system fundamentalmente una operación comercial, sus participantes son transformados en objetos fetichizados para el consumo, y la operación es mediada por la representación. En el caso de las bailarinas, el desdoblamiento se había hecho ya a partir del establecimiento del sistema, cuando se convirtieron en personajes que, como Tom Baxter en La rosa púrpura de El Cairo, habitaban el mundo detrás de las pantallas y no ya los escenarios de los cabarets, como en las décadas anteriores.
El personaje de la bailarina, siempre presente en el cine egipcio y árabe, ha sido una constante en esta cinematografía con diferentes representaciones a lo largo del tiempo.



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