Cerca de la grandeza Spoilers

Hay muchas cosas para destacar (y elogiar) en Late Night With The Devil. Es una película sobre posesiones demoníacas con un giro original en su presentación: los acontecimientos suceden en un estudio de televisión en 1977. Es una apuesta por la originalidad, en una época en la que ningún estudio quiere arriesgarse a producir algo nuevo, a partir de elementos bastante conocidos.

Hay teorías conspirativas, simbolismo diabólico y posesiones. El diseño de arte (producción y vestuario, sobre todo) consiguen crear la apariencia de un estudio de televisión por donde pasan personajes pintorescos: un médium, un mago que se dedica a correr el velo de la farsa para los más incautos, y una joven diabólica, entre otros. Los actores hacen personajes estereotipados, que cumplen funciones narrativas específicas, de manera que resultan entretenidos en pantalla y no sean una simple farsa. Quizás la elección de casting más inspirada de todas sea David Dastmalchian como el protagonista: tiene el difícil trabajo de hacer que su presencia en pantalla sea interesante (después de todo, es el presentador y conductor), pero sin derrochar carisma. Tenemos que creer que su personaje no tiene el brillo de otros presentadores de shows nocturnos que son más exitosos. Es decir, que sea interesante pero no tan interesante. Uno puede imaginar por qué su programa nunca llegó a ser un rotundo éxito de audiencia.

Late Night With The Devil tiene otra idea interesante: comienza con un montaje que sitúa a los espectadores en una década particular, la de 1970. Durante toda la película hay menciones que son deliberadas: la crisis del combustible, la administración de Jimmy Carter, etc. Es decir, hay un marcado contexto socio-político que rodea el estudio de televisión donde se producen los acontecimientos sobrenaturales. Incluso hay un pacto siniestro que recuerda a Rosemary's Baby e incontables películas sobre conspiraciones satánicas.

Pero, aún con todo lo que estoy valorando, no me termina de convencer cómo está articulada la propuesta de Late Night With The Devil. ¿Por qué la historia está narrada como si fuera un documental, o material de archivo que algún narrador omnisciente decide mostrarnos? Se me ocurre que la decisión de ubicar la película dentro del subgénero de found footage (o material rescatado, tipo The Blair Witch Project) permite ciertos atajos para contar la historia. ¿No hubiera sido mejor contar esta historia como si estuviera siendo filmada (y transmitida) en vivo y en directo? El montaje del principio, por ejemplo, que permite contextualizar y darnos un pantallazo por la vida del protagonista, también nos devela un giro argumental importante. Matt Zoller Zeist, el crítico que reseñó esta película en RogerEbert.com, tiene razón: el misterio funcionaría mucho mejor si la película no tuviera el prólogo. Los espectadores podrían armar teorías sobre el pasado del conductor a partir de lo que dicen los personajes, del diseño artístico (¡los búhos!) sin que nada resulte demasiado obvio.

El prólogo podría estar armado de manera tal que pudiera ser presentado como parte de la emisión. Orson Welles se las ingenió para crear un falso documental en Citizen Kane: ¿por qué no hacer algo así en esta película? En cambio, el prólogo parece narrador por la misma voz que acompañaba los trailers falsos de Grindhouse, el díptico de Quentin Tarantino y Robert Rodriguez. En los primeros 5 minutos, parece que la película va a ser un producto de terror berreta clase B. Algunas decisiones estéticas la llevan, de manera simpática, para ese lado.

Otro problema que tiene Late Night With The Devil tiene que ver con la dirección artística, y no me refiero a los intertítulos hechos con inteligencia artificial. Imitar la textura y calidad específica de un programa de 1977, grabado en cintas de video, no es tan sencillo como parece. No quiero ser demasiado exigente: leí dos entrevistas después de ver la película. En una, los directores de Late Night With The Devil pedían disculpas por lo que sucedió con la IA, pero explicaban que es una película independiente de muy bajo presupuesto. Hacer cine no es fácil. Estoy convencido que saber (y tener en cuenta eso) nos ayuda a apreciar más la técnica para dar vida a las imágenes.

La otra entrevista que leí fue una hecha con el director de fotografía, que explicaba por qué decidió hacer cambios en postproducción en lugar de filmar con cámaras y lentes propios de esa época. No quiero quitar mérito a todo el proceso, y de ninguna manera quiero sugerir que conseguir la estética visual de Late Night With The Devil es tan sencillo como aplicar un filtro (aunque Red Letter Media, en su análisis de la película, pruebe un buen punto sobre esto). Pero… ¿por qué tratar de emular algo a medias? No me refiero solo a la textura de las imágenes: algunos encuadres y movimientos de cámara no parecen de un programa de televisión de 1977. Hay una secuencia en la que la película abandona el fetichismo de la relación de aspecto y los artificios “de época” para hacer un poco más compleja la historia: pero ese juego se termina demasiado pronto.

Hay otro problema: los efectos prácticos lucen mucho mejor que los digitales. El maquillaje en la chica poseída, cierto gusano que parece salir de una película de John Carpenter… hasta una silla que levita. No importa si están acompañados por más o menos CGI: no se ven mal. No se puede decir lo mismo de los efectos en donde el uso de la computadora se hace evidente. ¿Por qué hacer que algo tan sencillo como un vómito sea CG? ¿Quizás porque no es tan sencillo? ¿Es la misma razón que llevó a usar imágenes diseñadas por IA en lugar de dar lugar a la creatividad humana para hacer algo más interesante?

Estas decisiones, que parecen ir contra el espíritu de la película, para mí la alejan del potencial de clásico que tenía. El clímax debería ser aterrador, el desencadenante fatal de todo lo que se estuvo cocinando en la previa. Debería ser algo más que un momento donde se producen algo más que revelaciones oscuras relacionadas con Bohemian Groove. Donde cada imagen debería inquietarnos, cada plano debería transmitir una sensación inquietante, un clima de pavor total: como hizo Kubrick con The Shining. Sin embargo, algunas de las revelaciones finales parecen estar más en sintonía con la película contenida en Alan Wake II que con una película de terror de Kubrick. Que no se malentienda: creo que Alan Wake II es una de las mejores obras de terror de las últimas décadas. No estoy seguro, pese a todas los aspectos positivios que tiene, de que Late Night With The Devil lo sea. Podía ser grandiosa. El potencial estaba.

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