De entre las 3 categorías disponibles para el ya casi finalizado mes de Julio, en “Tan Malas Que Son Buenas” es donde me pareció que tendría algo más conciso sobre lo que hablar. Ya enfocado en la tarea, elegir una obra tan mala que sea buena me resulta igual de complicado que elegir una película favorita. A pesar de ello, sí tengo algo que igual siento encaja en la categoría, y creo que el ejercicio de escribir es en sí lo verdaderamente importante, con todo lo que consecuentemente vendrá de ahí. Ya tocará ganar algún premio después.

Un detalle que desde pequeño me parecía interesante pero no lograba entender del todo es esa especie de acuerdo mutuo o asunción entre la mayoría de los “adultos” correspondientes a la generación del tiempo en curso. Lo que se asumía en cuestión, son las animaciones, que por su propia naturaleza se les consideraba dirigidas al publico infantil, a pesar de las obvias señales que pudieran indicar lo contrario. Ya siendo el adulto que le toca ser a los de mi generación, con mayor entendimiento de mi mismo y por ende, entendimiento hasta cierto grado sobre el prójimo y todo el contexto socio cultural causante de ello, me sorprende que este malentendido siga ocurriendo más de lo que uno pensaría.
Es trágico en primer lugar porque se reduce la probabilidad de que uno como espectador o consumidor de arte (aunque se pueda acordar una definición de arte, no deja de ser subjetivo por lo que a mi parecer y para fines de este escrito, toda creación o forma de expresión es arte), se pierda de lo que potencialmente pudo haber sido significante para su experiencia. Sea por el ya mencionado “animación=infantil”, o porque hay tal actor, o la dirige tal individuo, porque sea un producto extranjero, peor aún un producto local, etc.
La segunda tragedia es cuando este sesgo cognitivo toma una connotación negativa, convirtiéndose en el prejuicio que da pie a censuras, pudiendo eclipsar en campañas de cacería que vuelven aún mayor la primer tragedia. Inconscientes de ello, se permite que este prejuicio se extienda a otras formas de razonar el mundo exterior. En esencia, cada persona somos nuestra propia realidad, con perspectivas en teoría únicas, que pueden resultar moldeadas por otras realidades pero al final del día, de una u otra manera, lo que persevera es el criterio individual. Lo que me lleva a cuestionarme cómo se puede hablar de que algo es bueno, malo, o tan malo que es bueno.

En mi propia experiencia, nunca caí en el entendimiento erróneo de que si está animado es para niños, pues desde que tengo memoria por allá del 2000, ya reconocía varias animaciones, principalmente japonesas que un niño de 4 años no debería estar viendo, sobre todo del Gokú y esa escena de Los Caballeros del Zodiaco, de los cuales aún no me se los nombres, pero sigue muy viva esa imagen donde un usuario de cadenas atrapa a otro que no sé si era de los buenos o los malos y le exprime toda la sangre, eso volvió fácil conectar los puntos. Por ahí de los 6 o 7 años ya veía también South Park y Happy Three Friends, que a simple vista parecen bastante inofensivas.

Ya con el tiempo fui adquiriendo nuevos gustos, en especial por el horror en sus diferentes iteraciones y medios, y es aquí donde caí por largo tiempo en esta tendencia implícita de que cualquier obra de horror adaptada particularmente de la literatura y videojuegos al film o live action, sobretodo si era horror cósmico, automáticamente era una mala adaptación. Claro que a mi criterio sí hay obras malas que son el brainrot del terror, que aunque sus primeras partes son buenas y tienen momentos memorables, lo que les sigue es más que obvio que son mala leche procesada, momentos de adrenalina manufacturados que dan una buena relación costo-beneficio para las casas productoras . Pero de The Conjuring e Insidious no voy a estar hablando, porque además son obras originales o adaptadas de la realidad (?) como las vivencias de los Warren.

El punto aquí está en esas adaptaciones de terror de un medio a otro, y el pobre trabajo que pudiera salir de estas, así como la disposición que uno como espectador puede tener de ellas previo a, durante y después de su consumo. Tendría unos 10 años cuando se estrenó y vi la primer película de Silent Hill y vaya que el shock value pasó factura, la primer semana después de verla, era un martirio cerrar los ojos mientras me estaba bañando o moverme de una habitación de la casa a otra durante la noche y quedar a oscuras por eso de ahorrar electricidad y no encender varias luces al mismo tiempo. Unos cuantos años después, habiendo jugado a la mayoría de los juegos de la franquicia, y cerca de estrenarse Silent Hill: Revelation, volví a enfrentarme a lo que había sido mi más grande combustible de pesadillas y joder, que cosa tan fea en tantos aspectos, ni hablar de la ya mencionada secuela. No se si sea en este año o el que viene, que además del remake del videojuego Silent Hill 2, saldrá también una película que adapta esta misma historia, con el mismo director de los dos anteriores films y que está siendo bastante anticipada por la audiencia. Es aquí donde uno pudiera ponerse a la defensiva o asumir nuevamente que esta película será otro bodrio, lo que me lleva al punto final de la reflexión.
Si bien se siguen estrenando películas de terror mediocres, es innegable que desde la década pasada la tendencia en creaciones de este género ha llevado a obras mucho más frescas e interesantes que logran transmitir el horror de maneras mucho más eficientes, tanto creaciones originales como adaptaciones. En 2019, se estrenó The Color Out of Space, que adapta una de las tantas historias escritas por H.P. Lovecraft, historias que no suelen tener una buena re interpretación al formato cine. Pero este no fue el caso, no solo a mi parecer sino al de la critica también, y aunque nunca he sido alguien que se deje llevar por lo que pueda dictar el tomatómetro o el cineasta de Youtube con millones de seguidores, este refuerzo por parte de otros ayuda a darse cuenta que el juicio de uno tal vez no esté tan sesgado, que los tiempos cambian y que toda obra es un producto de su tiempo que debe analizarse con este factor en consideración. Por ello siento que es prudente emocionarse y tener fe en el porvenir.

En conclusión, no puedo evitar sentir que perdí la estructura del punto al que quería llegar y no dije nada. Aún así creo pertinente invitarme e invitar al potencial lector a re visitar y consumir nuevas obras, a ver la realidad misma bajo esta perspectiva, a cuestionarnos realmente que hace que algo sea bueno, malo o tan malo que es bueno y a entablar este ejercicio de escritura. Da un poco de medio quedar como tonto, pero hay que aprovechar las plataformas que otorgan estas libertades antes no existentes de expresarnos y tener la oportunidad de generar algo de ingresos a partir de ello. Para todo hay nicho y es sorprendente cuánto se puede conectar con quien menos se espera. A ver qué desafíos nos deparan en Agosto, pero ahí nos leemos.




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