Seres entrañables
En estos tiempos, tan alienantes, en donde hasta es difícil encontrar buenos exponentes de cine de entretenimiento, se agradece el clasicismo de Alien Romulus, que no cuenta casi nada nuevo pero sabe como concretar un producto eficaz, que de paso homenajea a todas las películas de la saga sin colgarse exclusivamente de la nostalgia. Y lo hace aportando módicas novedades y la (omni) presencia de la ascendente (en rigor de verdad ya ascendida) Cailee Spaeny, que puede abordar con naturalidad las sutilezas de Sofia Coppola para componer a Priscila Presley o liquidar xenomorfos a puro coraje (no exento de vulnerabilidad) como esta saga pide.
Spaeny encarna a una joven trabajadora de una colonia minera perteneciente a la Corporación Weyland-Yutani (una vez más el capitalismo salvaje y extractivista como el auténtico villano y origen de todos los males). Sus padres han muerto por dificultades de salud vinculadas al trabajo en las minas. Ella carga con una nobleza poco acorde con su entorno , y con un androide heredado de sus padres pero defectuoso que es más una preocupación que una ayuda. El sistema de trabajo es tramposo y esclavizante y se hace imperioso huir de ese lugar. El intento de escape se verá complicado (en extremo) por las criaturas que ya todos conocemos (sino no habría película). El espectáculo está servido.

La película del director uruguayo Fede Álvarez se ubica cronológicamente entre la primera, dirigida (hace ya 45 años) por Ridley Scott (que aquí es productor) y la segunda, de James Cameron, y abreva bastante de las dos, aunque las referencias, como se dijo, abarquen a la saga completa. Al final de este artículo estaré refiriéndome a las otras seis películas, una por una. Fui a ver la película al cine porque Álvarez parecía más confiable en términos de respeto por la saga que el mismísimo Scott. Y no fui defraudado.

De Montevideo a Hollywood
Federico “Fede” Álvarez nació en Montevideo en Febrero de 1978. En 2006 participó con un cortometraje en festival Buenos Aires Rojo Sangre. Su consagración llegaría muy pronto, con su siguiente cortometraje, ¡Ataque de Pánico! (2009), viralizado en YouTube con casi 14 millones de reproducciones. Un trabajo de apenas cinco minutos de duración en el que unos robots gigantes atacan Montevideo, muy bien contado y con efectos especiales más que razonables para una producción amateur (con un presupuesto de 300 dólares). El director señala que subió el video un jueves y al lunes siguiente ya tenía ofertas para trabajar en Hollywood.
Una vez allí se especializó en el cine de terror, de la mano de Sam Raimi, quien confió en él para la remake de su clásico Evil Dead (2013). Un año después se encargaría de otra remake, Del crepúsculo al amanecer, de Robert Rodríguez, en este caso en formato serie.
En 2016 llegaría su obra mejor valorada, No respires, siempre dentro del marco del cine de terror. Un film climático en el que menos es más. Dos años más tarde, una superproducción, La chica de la telaraña, en la que quizás más es menos, metiéndose en el universo de la saga Millenium de Stieg Larson. Tras esos vaivenes, una nueva saga, y una gran apuesta, que lo muestra a la altura del desafío.
De los problemas de Duna al origen Alien
Como ya he señalado en mi artículo sobre la historia de las adaptaciones de Duna al cine, la malograda versión de Jorodorowsky de 1975 reunió a un auténtico dream team que incluía a los por entonces desconocidos H.R Giger (literalmente el padre de la criatura) y al guionista Dan O´Bannon. Ante la imposibilidad de concretar el sueño de Jodorowsky ese equipo terminó siendo reasignado a un nuevo proyecto de ciencia-ficción que vería la luz unos años más tarde. El director elegido fue Ridley Scott, que estaba en su mejor momento y venía de filmar la extraordinariamente bella Los duelistas (1977). Unos años más tarde concretaría su otro clásico de ciencia-ficción, Blade Runner (1982). El resultado fue Alien, el octavo pasajero (1979). Film original (en su momento) en su intento de reubicar el terror en un marco de ciencia-ficción, una idea copiada hasta el hartazgo por infinidad de películas de diversa valía, entre las que habría que contar a las propias continuadoras de esta saga y algunos subproductos como los spin-off de Alien vs. Predator que convendría olvidar. Pero volviendo a la obra de Scott, considero sin ser, a mi juicio, una obra maestra, se sostiene en el tiempo y al igual que en el Tiburón de Spielberg se beneficia al demorar la aparición de la criatura. De su obra también me he ocupado en el artículo sobre Napoleón,

Los siguientes exponentes de la saga se ocuparán de expandir el universo esbozado pero también recargarán la pantalla de criaturas atroces pero ya no tan sorprendentes. Algo que sucede ya desde el mismo título en Aliens: el regreso (1986) del siempre talentoso y eficaz James Cameron. La idea de expansión mencionada funciona aquí mejor que nunca. Es interesante lo que hace Cameron con su defensa de la tecnología, y de la inteligencia artificial, demonizado por la película original de Scott y más aún por el anterior trabajo de Cameron, Terminator (1984). En Aliens: el regreso el personaje del androide (villano en la primera) se vuelve héroe. Lo mismo haría con su propia saga en Terminator 2 (1992). En Alien:Romulus Alvarez tiene algo para decir al respecto y sin adelantar demasiado se puede decir que vuelve a corregir esa corrección idealista de Cameron, haciendo más ambigua la relación de los personajes humanos con los “sintéticos”.
Lo que siguió en la saga Alien es menos recordado y tiene que ver con cambios notables de tono acordes a los directores elegidos. Alien 3 (1992) fue el debut de David Fincher en la dirección de largometrajes, tras una cerrera en los videos musicales (que en esos años estaban en su apogeo) y la publicidad, y antes de sus logros mayores con Pecados capitales (1995) y El club de la pelea (1999). Este Alien es el más oscuro, inmersivo y pesadillesco, y no fue del todo bien recibido.
Alien: La resurrección (1997), de Jean-Pierre Jeunet, es casi una autoparodia del director de Delicatessen (1991) que opta por su habitual humor negro. Una vez más trabajar en la saga es la previa de la consagración para un director (en el 2001 llegaría Amelie). Parecía el fin de la historia.
Pero quince años más tarde llegaría una nueva resurrección, en este caso de la mano del propio director original, y en marco de la moda de las precuelas. El resultado es una nueva/vieja película llamada Prometeo (2012) que, como su nombre lo indica, reaviva el fuego de la saga, sobre todo de la mano de sus protagonistas, Naomi Rapace y Michael Fassbender, y de algunas nuevas ideas que pueden convivir con las ya gastadas.
Tras este reinicio llegaría Alien: Covenant (2017), otra vez de la mano del propio Scott. A mi entender la más floja de toda la saga, apostando por la espectacularidad en detrimento del verosímil. Por todo esto era un gran interrogante ver que podía regalarnos la nueva encarnación de un monstruo tan duro de matar. Una saga a la deriva que encuentra en Alien Romulus alguien que puede sostener el remo.




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