Folclore y nacionalismo: Las películas de la troupe Reda. Parte 1: Los comienzos  

Nacido en 1930, Mahmud Reda es el hijo menor de una familia de aficionados a las artes. Su padre, además de ejercer como secretario de la biblioteca de la Universidad de El Cairo, tocaba el laúd. El mayor de los hermanos, Ali, era bailarín y trabajaba en clubes nocturnos ejecutando números de rumba, samba y bailes de salón.

Según recuerda Mahmud Reda en su libro Fi maabad al raqs (En el templo de la danza, 1968), en el hogar familiar el tema de la danza no era un tabú. Por ello, luego de su paso por la gimnasia rítmica que lo llevó a representar a Egipto en las Olimpíadas de Helsinki en 1952, decidió dedicarse a la danza al igual que su hermano. En 1954 llegó a El Cairo el grupo de danzas folclóricas argentinas de Alfredo Alaria y se presentó en una sala cercana a las pirámides. Mahmud Reda asistió al espectáculo tras el cual se presentó para incorporarse al grupo y con él recorrió varias ciudades europeas como París y Roma bailando folclore argentino y español. Fue entonces cuando comenzó a pensar en formar un grupo de danzas folclóricas egipcias, y en 1955 volvió a Egipto con este propósito. La propuesta entusiasmó a su hermano Ali y al profesor Hasan Fahmy, amigo de la familia, profesor de ingeniería de la Universidad de El Cairo casado con una inglesa y padre de dos hijas: Melda y Nadia. Al poco tiempo, Mahmud se casó con esta última y su hermano Ali con Melda, quien además fue la bailarina principal del grupo y tomó el nombre de Farida.

Según relata Farida Fahmy en su tesis de maestría, basada en la experiencia del grupo Reda, la posición social de ambas familias fue fundamental para el éxito: “El status social de los fundadores del grupo, y el reclutamiento de bailarines potenciales de la clase culta, así como las creaciones teatrales de Mahmud Reda dio lugar a un género de danza que fue aceptado por los egipcios de todas las clases sociales”.

Uno de los principales problemas que tuvo el grupo fue enfrentarse a la imagen negativa que los egipcios tenían de la danza: “les gustaba y no les gustaba la danza. Era una relación amor-odio. En las bodas tiene que haber una bailarina, pero mi hija bailar ¡imposible!” (Reda, 2002: 18). Según Reda los motivos de la mala reputación de la danza oriental eran: la desnudez del cuerpo, inadmisible en una sociedad conservadora y religiosa; los lugares donde se exhibía, cabarets y clubes nocturnos donde se expendía alcohol; que la danza fuera el único oficio de las bailarinas y no tuvieran otros talentos o profesiones y que estuviera centrada en la exposición provocativa del cuerpo, sin expresar una idea o narrar una historia. El grupo, al contar con la aprobación de un profesor universitario de la élite, que permitía bailar a su hija, desafiaba esta construcción, haciéndola aceptable a los ojos de la sociedad. Además, los vestuarios recatados y el baile grupal quitaban el foco del cuerpo femenino, diluyéndolo en el grupo.

Con grandes expectativas, pero también con mucho temor de cómo sería recibido por el público un espectáculo de estas características, se preparó la primera función del grupo a la que acudió únicamente público masculino. Ello, según Reda, fue debido a que los hombres estaban acostumbrados a salir solos a ver bailarinas. Así, “Cuando empezaron a traer a sus mujeres e hijos supimos que habíamos triunfado” (Ibídem: 27). Tras el éxito, el grupo comenzó a viajar por el país para registrar las danzas locales de cada región. Reda se inspiró en ellas para la creación de coreografías que iban a representar las diferentes formas de expresión y vestuario características de cada lugar.

En la entrevista que mantuve con él en agosto de 2008, expresó haberse inspirado en el arte popular y en ningún caso pretender autenticidad, ello porque según Reda:

Inspirarse con el folclore, sobre todo la danza, es muy poco el material. [Entonces] Tuve que agregar cosas, pero yo mismo me imaginé algunas de ellas (…) Y esto es arriesgado, pero tuvimos suerte, porque lo que hicimos fue aceptado, incluso si por ejemplo hago una danza para los fellahin, (campesinos) (…) no tienen una danza, no bailan. Y si hay una boda o algo, como una broma, un hombre se va a poner un pañuelo en la cadera y va a bailar como una mujer, pero este no es su estilo. Y yo no quería dejar a esta parte de Egipto sin una danza, yo quería coreografiar una danza sobre el Alto Egipto, los beduinos, ¿y por qué no los fellahin? Entonces tuve que inventar, pero, no todo, estudié cómo trabajan en el campo, cómo caminan, cómo hablan, de todos sus movimientos cotidianos creé una danza, un estilo para que bailen los fellahin, cuando coreografío una danza sobre fellahin, hombres y mujeres… con las mujeres no hay problema, dile a cualquier mujer en Egipto “¡baila!”, se va a poner el pañuelo en la cadera y va a bailar, pero los fellahin hombres no tienen, entonces creé una danza, un estilo para la danza y ahora todos (…) si estos fellahin vienen y ven esta danza, se van a reconocer en ella, no van a decir “no, esto no somos nosotros”, van a decir “esto somos nosotros (…) Ellos se reconocían y estaban orgullosos de ello, pusimos un poco de belleza en sus vidas. Por eso les gustó.

Las danzas del grupo Reda son consideradas hasta hoy las danzas folclóricas de Egipto. Tras su gran éxito, en 1958 el Estado incorporó al grupo al Ministerio de Cultura, lo que generó una serie de complicaciones por los altos niveles de burocracia y el escaso salario que les ofrecía el gobierno a cambio de un compromiso y una exigencia que pronto desbordaron al grupo, provocando el alejamiento de Mahmud Reda. Las compañías de danzas folclóricas se multiplicaron en esta época, y en ese proceso tuvieron un importante rol las relaciones entre el gobierno de Nasser y la Unión Soviética que ya desde los años 40 hacía de la danza folclórica un medio para publicitarse como representativo de “el pueblo”.

Así, en 1961 se creó la Compañía Oficial de Folclore bajo la dirección de Boris Ramazin, ex bailarín de la Compañía soviética Moiseyev, llevado a Egipto para establecer una compañía de esas características pero con tinte local . Según Franken (1988: 278), “Un grupo de danza presentando danza folclórica egipcia basado en los grupos de Europa del Este tan populares en el bloque soviético, parecía apropiado como expresión de patriotismo y nacionalismo de ese momento”. Los frecuentes viajes de Mahmud Reda al bloque soviético hacen suponer a la autora que la famosa Compañía de Danza Moiseyeb sirvió al menos como modelo para el coreógrafo. Las coreografías representadas por el grupo Reda fueron entonces inspiradas en el folclore egipcio, estructuradas a partir del modelo soviético y ejecutadas con pasos de baile moderno y clásico, como puede observarse en las dos películas que protagonizaron con gran éxito en los años 60.

Parte 2: La imagen de Farida Fahmy como bailarina "repetable"

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