Kubrick y Nietzsche en el espacio

Spoilers

Un monolito mira al ser humano, lo acompaña desde su forma más básica hasta su renacimiento. Un monolito, negro, perfecto, impoluto, nos observa mientras evolucionamos, pasamos desde la niñez a la adolescencia, a la madurez, inventamos dioses, viajamos por el espacio, somos capaces de crear vida inteligente y nos sentimos lo suficientemente divinos para poder controlarla. Un monolito estoico nos avisa, con su sola presencia que la vida del ser humano comienza y al mismo tiempo termina, que es un ciclo, un uroburos eterno, un proceso de nacimiento y de muerte, de recomposición, de descubrimiento para volver a ser siempre solamente un niño, mirando todo con ojos nuevos y flotando por el espacio.

Ya seamos primates golpeando huesos en la tierra o colonos espaciales, el monolito nos observa y nosotros lo observamos a la vez con la gran interrogante, ¿cuál será nuestro próximo paso?

2001 odisea en el espacio es la octava película de Stanley Kubrick, director norteamericano que ganó su lugar entre los autores más complejos e interesantes del siglo XX con títulos como El Resplandor, La Naranja Mecánica o Lolita. Muy apegado a las obras literarias, Kubrick se enamoró del cuento El Centinela de Arthur C. Clarke, y trajo al mismo novelista para que lo ayudara a escribir el guión de su adaptación fílmica. Kubrick pasaría horas mirando los filmes Universe and To the Moon and Beyond, muy famosos dentro de los círculos de la NASA, buscando una descripción más específica y real del espacio que la que se había utilizado en el cine hasta el momento.

2001 odisea en el espacio no sería una simple película de ciencia ficción, debía ser algo más, debía ser una verdadera travesía fuera del planeta. El resultado es un viaje de 90 minutos que nos lleva desde los primeros vestigios del hombre, los viajes al espacio y la trascendencia mental y física de la especie humana. La historia muestra cómo un particular monolito es descubierto por seres primitivos, antepasados del hombre, y su presencia coincide con el aprendizaje en el uso de las herramientas.

El mismo monolito es descubierto muchos años después en la luna, y cuando es investigado por un grupo de astronautas comienza a emitir una extraña señal de radio. Finalmente vemos a dos astronautas rumbo a Júpiter y su batalla contra HAL 9000, la computadora que maneja la nave y que se vuelve contra sus creadores. En los tres episodios de 2001 el factor unitario es la presencia del monolito, este parece desencadenar acciones que llevarán al hombre a tomar nuevos caminos.

Pero ¿qué es este monolito que parece saludar a los hombres en cada salto evolutivo? Testigo inmóvil de nuestros quiebres como especie nos acompaña desde el polvo de las cavernas, al salto a las estrellas y a nuestro final renacimiento. ¿Por qué nos visita? ¿Por qué nos atrae? ¿Qué quiere decirnos? Kubrick, maestro de las sutilezas y las prestidigitaciones parece haber escondido el significado dentro de la misma película. Este viaje de miles de años está hermosamente acompañado por la música de, entre otros, Richard Strauss con su obra Así habló Zaratustra.

Esta canción está basada en la obra del mismo nombre del filósofo Friedrich Nietzsche. Casualidad, con Kubrick raramente es el caso.

“Mirad, yo os enseño el superhombre, el superhombre es el sentido de la tierra. Diga vuestra voluntad, sea el superhombre el sentido de la tierra. Yo os conjuro hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobre eternales. Son envenenadores, lo sepan o no, son despreciadores de la vida, son moribundos y están, ellos también, envenenados. La tierra está cansada de ellos, ojalá desaparezcan.”

El libro y la filosofía de Nietzsche tienen mucho que ver con la película, o tal vez sea la inversa, Nietzsche plantea que el hombre es un ser en constante evolución, pero que al mismo tiempo está incompleto.

Al igual que los personajes de Kubrick, el hombre de Nietzsche camina hacia el superhombre, aquel ser que ha alcanzado un estado de madurez espiritual y moral superior al que considera el del hombre común. El viaje a las estrellas de 2001 sería una metáfora para la búsqueda del ser humano de este superhombre, que deja tras de sí las ataduras de la religión y la moral impuestas por factores externos. Este superhombre se impone a sus propias normas morales, confía sólo en su razón, en su mente, en aquello que puede ver, procesar.

Escribía el filósofo alemán, “el hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, una cuerda tendida sobre un abismo, un peligroso caminar, un peligroso mirar hacia atrás, un peligroso estremecerse y detener el paso”.

El viaje espacial de Kubrick termina en el lanzamiento del ser humano a un espacio desconocido, más allá de los sentidos. Nos lleva de la mano a un viaje por agujeros negros y supernovas para terminar con el astronauta, el último humano común, en una cama enfrentado a la muerte, observado de cerca por el monolito.

Este le anuncia que ahora se convertirá en otra entidad, que trascenderá al concepto del hombre y renacerá como el superhombre. Esa es la frontera final, romper las cadenas que nos atan, que nos impiden avanzar hacia una existencia donde la razón domine. Un superhombre que no esconda sus deseos sino que logre disfrutarlos y controlarlos al mismo tiempo. Un hombre que sólo responde a su ética y a su moral.

Lamentablemente todo escrito puede ser utilizado para la destrucción dependiendo cómo se lea. Adolf Hitler figura fundamental del partido nazi alemán transformó la figura del superhombre de Nietzsche en su propia encarnación del ser ario perfecto, racista, xenófobo.

Pensó Hitler que lo que Nietzsche anunciaba era su propia llegada, que él era ese superhombre que marcaría las reglas para la humanidad. Qué equivocado estaba Hitler y el nazismo en general. Desnudados como la peste que carcome a la razón, que niega la autodeterminación, fueron un paso atrás en la evolución humana.

En vez de crear hombres autodeterminados terminaron por formar autómatas a los cuales se les podía dar las órdenes más atroces para que las cumplieran sin dudar. La filosofía de Nietzsche se pervierte en las manos del nazismo y la búsqueda de la trascendencia se convierte en una excusa para la supresión de la razón y la lógica, naufragando en el mar de los totalitarismos, el racismo y el fanatismo ferviente. Pero Kubrick busca, de manera artística, transformar la teoría del superhombre en algo más parecido, tal vez, a la idea original de Nietzsche.

Para Kubrick es el hombre, en toda su extensión, el que empuja por las estrellas en busca de su renacimiento. La batalla de los astronautas con HAL 9000, la computadora omnisciente, es el enfrentamiento final entre el hombre y aquella moralidad que lo ata a su existencia terrenal. La computadora impone normas, regula, contrae, prohíbe.

Es sólo con el acto de asesinarla que el hombre es finalmente libre de lanzarse al espacio desconocido donde renace, donde el monolito lo espera y donde puede volver a la Tierra, como lo muestra la última escena, transformado en un bebé gigante iluminado que ha trascendido los límites de la humanidad. La era del hombre ha terminado, comienza la era del superhombre, o por lo menos así Kubrick lo relata. 2001 Odisea en el espacio es una de las experiencias fílmicas que, aún en 2024, no ha podido ser igualada.

La genialidad de Kubrick se expresa no sólo en lo visual, sino en la profundidad de significados que tiene su obra. No ha existido desde su muerte un director tan comprometido con su trabajo y tan involucrado con sus mensajes. 2001 Odisea en el espacio sigue siendo, hasta hoy, el libro de la evolución, según Stanley Kubrick, y no se le ha desgastado ni siquiera una página.

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