APOCALYPSE NOW: una amistad con el horror

Una de las obras más monumentales de Francis Ford Coppola que hasta el día de hoy sigue teniendo vigencia tanto cinematográfica como filosóficamente el pasado 15 de agosto cumplió su 45º aniversario.
Por Juan I. Ghigliano
Existen películas que tienen que verse más de una vez porque en cada visionado se esconden detalles que en el anterior eran invisibles, como si la película fuese un universo realmente vivo que se va desplegando ante nuestros ojos. Por otra parte, hay películas que nos impactan tanto que con un sólo visionado se ganan un lugar eterno en nuestra memoria. Increíblemente, hay películas que pertenecen a las dos categorías a la vez, este es el caso de Apocalypse Now (1979).
En realidad, la cantidad de enfoques posibles para abordar el análisis de esta película dirigida por Francis Ford Coppola (responsable de cambiar el cine para siempre con la trilogía de El Padrino, director de The Conversation, una emulación mejorada del clásico “Blow-up”, y otros tantos clásicos como Jack o The Outsiders) son demasiados como para poder confinarlos todos a la vez sin discurrir en el mismo infierno al cual la película hace referencia. Así que precisamente pensemos esta película deteniéndonos en ese elemento tan multifacético, eternamente presente y mitológico que es el infierno. ¿Cuál de todos los infiernos inventados por el Hombre es más fidedigno para con su propósito que el de la guerra? Es muy curioso que la producción de esta película haya estado rodeada de un caos muy similar al cual hace referencia, podríamos llegar a excedernos si pretendiéramos enunciar todos los paralelismos que existen entre los eventos que suceden detrás y delante de la cámara, por dentro y por fuera del rollo de esta colosal obra.

El género bélico en el cine estuvo muy presente desde sus orígenes, no sólo por el deslumbramiento que una escena de combate puede despertar en el público si está bien filmada, sino también por todo el rango de situaciones verdaderamente humanas que este género permite explorar. No obstante, podríamos dividir este género en dos tipos de filmes. El primer tipo de películas son las que banalizan las atrocidades bélicas en función de montar un espectáculo donde el espectador no sienta tensión o miedo sino más bien vehemencia y empuje, a veces hasta empleando un lenguaje pro-guerra (como por ejemplo Where eagles dare de 1968, The Patriot del 2000, The Guns of Navarone del 1961 o Heartbreak Ridge, 1986): siempre sabemos que los protagonistas se van a salvar sin importar lo imposible de sus probabilidades, ¡y qué casualidad como siempre están en el bando victorioso!, siempre se mantienen estoicos y como mucho algún personaje secundario muere para asegurar un emotivo desenlace, sin embargo uno siempre está seguro de que las cosas van a salir bien. La contraparte del subgénero anterior son las otras películas como Come and See de 1985, All quiet on the Western Front del 2022, Full Metal Jacket de 1987, Platoon de 1986 o Saving Private Ryan de 1998 donde se retrata con más realismo la moledora de carne que realmente es la guerra, uno puede pasarse toda la película estresado, sin querer mirar pero mirando a la vez, y si el filme es realmente fiel a la realidad uno a veces puede llegar a sentirse tan a la merced del horror como el resto de los personajes: la película que abordamos es un muy buen ejemplo de esto último.

Apocalypse Now es una travesía (por momentos psicodélica) por un zoológico humano de barbarie: ambientada en la guerra de Vietnam (del 1955 al 1975), el Capitán Benjamin Willard (Martin Sheen) recibe la misión del ejército estadounidense de asesinar al Coronel Walter Kurtz (Marlon Brando) acusado de violar la ética militar, desafiar la autoridad y adoptar una visión filosófica demasiado "radical" para el ejército; las comillas hacen nota irónica de lo que podría haber sido radical para las autoridades del ejercito estadounidense en contraste con todas las barbaries que se muestran tanto a lo largo del filme como en los libros de historia. Willard se embarca en un navío militar con otros soldados por el río Mekong convirtiendo al espectador en otro pasajero, en un turista, por así decirlo, atrapado en este retrato infernal que hace Coppola del conflicto.
Quizás la dinámica que mejor nos puede ayudar a entender la idea principal del filme es la antitética relación entre el Coronel Bill Kilgore y el Coronel Walter E. Kurtz; ambos representan los dos discursos que la trama minuciosamente va enredando a lo largo de la película. Ambos personajes vienen a retratar una suerte de idilio de soldado perfecto a pesar de que sus apariciones en la película son en contextos opuestos: por un lado Kilgore aparece por primera vez aterrizando en un helicóptero y llegando al caos del combate como si fuese una fiesta de cumpleaños, tirándole naipes a los muertos, gritando órdenes, y más preocupado por trabar amistad con Lance (un famoso surfista de California que acompaña a Willard en su misión) que por restablecer el orden entre sus hombres, en otro momento hasta ordena un ataque aéreo de NAPALM para suprimir una línea de morteros que impedían que sus hombres pudiesen surfear tranquilos. Kurtz por otro lado, aparece por primera vez acostado en una cama, tomándose su tiempo para hablar, y en un campamento donde reina una perturbante calma tribal. Inicialmente uno pensaría que Kilgore representa el discurso pro-guerra y Kurtz el anti-guerra. Sin embargo, si nos adentramos un poco más en los monólogos de Kurtz podemos entrever que a pesar de ser antitéticos estos dos personajes tienen algo en común.
"El horror tiene un rostro, y uno debe hacerse amigo del horror. El horror y el terror moral son tus amigos, y si no lo son entonces son enemigos a los cuales temer".
Coronel Walter Kutz

Esta frase resume perfectamente la película: la guerra para muchos es una moledora de carne, pero para estos soldados modelos (el propio Willard, Kilgore, Kurtz, el soldado del lanzagranadas en el puente Do Lung apodado Roach, o Lance a medida que va avanzando la película) adoptan el horror como un amigo, alguien a quien conocen, y de esta forma pueden abrirse paso entre la barbarie, por lo menos para mantener un rumbo certero en el medio del caos. Tan así que ninguno de ellos realmente podría volver a la vida de antes, pues convirtieron ese horror en su nueva realidad. Lo confiesa Willard al principio de la película y luego más tarde escuchamos decir al Coronel Kilgore apenado y con cierto aire de nostalgia: "Algún día esta guerra se terminará", debería ser algo esperanzador pero por cómo lo dice parece un lamento.
En la escena donde vemos el campamento de Kilgore, donde hacen barbacoas, toman cerveza, arman fogatas; Willard (que además de ser el protagonista también relata el filme) describe cómo el Coronel Kilgore no era un mal oficial, quería a sus soldados y hacía que se sintieran cómodos a su lado pero cuanto más hacía parecer el campamento a su hogar cuanto más lo extrañaban sus soldados. No pretende que todos enfrenten el horror como él pero sin duda se siente cómodo con la barbarie, lo errático de su comportamiento es evidencia de ello; es tan caótico como el infierno que lo rodea. Luego de su primer encuentro con él, Willard se pregunta (y con mucha razón dado lo que acaba de ver): "Si así es como Kilgore pelea esta guerra, comencé a preguntarme: ¿qué tenían realmente en contra de Kurtz?". Kurtz y Kilgore son el mismo personaje pero en fases distintas, Kurtz está más adelantado porque fue testigo de cosas peores, de cosas que realmente lo perturbaron y lo llevaron a desertar el ejército para adoptar una forma más primitiva de civilización.
En un momento de la película, cuando estamos en la suerte de villa donde vive Kurtz, la cámara muestra el destello de un libro: "The Golden Bough" (la Rama Dorada de Sir James George Frazer) un estudio antropológico comparado de religiones; en los primeros capítulos del libro se nos presenta la figura del rey o líder sacrificado. En las culturas antiguas, las más primitivas, el rey era el símbolo de la prosperidad y protección del reino pero para asegurar la continuidad de esto último debía ser sacrificado y sustituido, en muchas ocasiones sustituido por la misma persona que lo sacrificó; esto funcionaría para restablecer el equilibrio de dicha sociedad yendo por las líneas de lo que Frazer define como magia homeopática ("un efecto es similar a su causa"). Y así nos presagia Coppola el final de Kurtz quien en su apasionada amistad con el horror terminó por retornar a los inicios del Hombre, adoptando costumbres primitivas. El asesinato de Kurtz es compaginado simultáneamente con el sacrificio de un búfalo, el propio Coronel se entrega a su muerte como si lo desease, como si él supiese que es inevitable.

Sin embargo, en un segundo plano, tanto Willard como Kurtz saben que éste último debe morir, a pesar de que ambos lo creen por razones distintas. Willard por un lado, además de estar cumpliendo con su misión también ha sido testigo del peligro que representa el poder y la influencia que ha alcanzado Kurtz que habiendo sido un militar de tanta influencia su vida ahora representa un desafío a la autoridad militar, tanto por lo que ha hecho como por la filosofía que lo motiva. Para Willard, ponerle un fin a su vida no sólo restablece (de forma simbólica) la autoridad de sus superiores sino que también es ponerle un punto final a la locura de Kurtz que tanto daño ha causado y le quedaba por causar.
Por otro lado, Kurtz obnubilado en su propia locura, fruto de su amistad con el horror, cree que al ser sacrificado (como se referencia en el libro de Frazer, él cual sabemos que el Coronel leyó, podrá restablecer el orden, el equilibrio de esa civilización con la cual se rodeó, y que también confía en él y en sus métodos, esa tribu (que no está compuesta enteramente por nativos, encontramos entre sus integrantes al Teniente Richard Colby, interpretado por Scott Glenn y quien fue enviado antes que Willard a asesinar a Kurtz, terminó uniéndose a él) comienzan adorar a Willard luego de que asesina a Kurtz pues ahora es él el “rey sacerdote”. La locura del conflicto llevó a esta comunidad a adoptar esas creencias con la esperanza de revertir el caos al orden.

Si bien Kurtz se vuelve loco debido a las cosas que vivió, no quita que en su locura haya alcanzado un conocimiento que valga la pena rescatar, las precisiones políticas y filosóficas que hace del conflicto de Vietnam suenan muy lúcidas y asertivas, la filosofía del soldado que propone: “Necesitamos hombres morales pero que al mismo tiempo sean capaces de utilizar sus instintos primordiales para matar sin sentimiento, sin compasión, sin prejuicio”, si bien está alineada con la barbarie de la guerra, no pregona el comportamiento aberrante que vemos de muchos soldados durante la película: Kilgore obliga a sus hombres a surfear mientras son bombardeados por morteros solamente para infundir miedo en sus enemigos, en otro momento de la película los soldados de otro navío estadounidense (es decir aliado de Willard) le tiran un molotov al techo de su barca simplemente por diversión, Kurtz está más que enterado del despilfarro de recursos y de vidas que se estaba haciendo en el conflicto detrás de los motivos ideológicos que lo motivaron, Lance en un momento compara Vietnam con Disneylandia, lo que ellos llaman un “amusement park”.
La novela corta en la que está basada el guion se llama Heart of darkness (el Corazón de la oscuridad, escrita por Joseph Conrad en 1899), puede resultar bastante alegórico de ese título el viaje que hace Willard para encontrar a Kurtz, cuanto más adentran Willard y los soldados que lo acompañan en la jungla, más se acercan al corazón del conflicto, al latido más intenso de la guerra y también a la oscuridad más humana. Si bien desde el principio de la película en la presentación de Willard ya se vaticina su propia oscuridad (espejo emocional de su servicio en Vietnam), a medida que vamos avanzando en su viaje y él se adentra en la oscuridad del Hombre también empieza a dejar entrever la suya.
Willard no es más que un “Virgilio” para el espectador (el cual sería, a su vez, un “Dante”); y en este recorrido por el infierno no hay discurso pro-guerra que se sostenga ya que la propia guerra puesta en marcha se volvió insostenible. Existen muchos infiernos en el mundo, todos creados por el ser humano, si la guerra de Vietnam fue un verdadero infierno entonces Apocalypse Now es una “Divina Comedia” hecha movimiento, color y estridente sonido.
¡Comparte lo que piensas!
Sé la primera persona en comenzar una conversación.