Prometheus y Alien: Covenant: una doble narrativa fallida

Alien: Romulus puso de nuevo en conversación el universo iniciado por Ridley Scott y Dan O’Bannon; una serie de películas que se diversificaron en numerosas secuelas y precuelas de una enorme y lucrativa franquicia.

Fede Álvarez ensambló su película de forma inteligente, situando cronológicamente la obra entre las dos primeras y a la vez tomando las características que mejor funcionaban en ambas: el terror y el suspenso de la primera entrega y la acción de la segunda entrega.

Sin embargo, también tomó elementos de las precuelas dirigidas por Ridley Scott, allá por 2012 y 2017. Así, creó una película que sintetizó muchos de los aspectos de la franquicia. La sustancia negra, aparecida por primera vez en Prometheus (y desarrollada luego en Covenant), es utilizada por Rook para generar un compuesto que modificara genéricamente al ser humano, y lo acercara más a la “perfección” del Alien.

Prometheus nació como un proyecto que sirviera de precuela a Alien. Sin embargo, la estructura de la película parecería estar más inclinada a pretensiones metafísicas, más cercanas a lo que fue la Blade Runner de Ridley Scott: el juego en torno a la vida artificial, el origen de la vida, qué es un ser humano y por qué existe.

En ese balance de contar dos historias al mismo tiempo es donde recaen en mi opinión los puntos más débiles de Prometheus y de su secuela Alien: Covenant.

Ridley Scott siempre se mostró fanático de 2001: una odisea en el espacio, y parte de ese cine con el que debutó demuestra ese hilo conductor que combina lo filosófico y la ciencia ficción, tal como la obra de Kubrick.

Sin embargo, el objetivo de los estudios en perseguir beneficios por sobre la narrativa o autoría de las películas suele jugar en contra. La exigencia de que aparecieran alguna forma de Alien en la obra termina corriendo el eje del foco principal de la historia que es la de los Ingenieros y el por qué crearon a la humanidad.

Por otro lado, la forma en la que están insertos los aliens es rebuscada: una sustancia que es implantada en el cuerpo de Holloway y que luego de tener relaciones con Elizabeth Shaw, pariera a una forma de Alien desconocida (un tanto lovecraftiana) que luego de atacar al Ingeniero produciría una especie de protoalien que no vuelve a aparecer más en la franquicia.

Pese a estos elementos, Prometheus se sostuvo bastante bien en el tiempo como una obra de ciencia ficción dura con elementos filosóficos y una sólida trama de acción y exploración.

Covenant, en cambio, parece no aprender de los puntos más flojos de su predecesora y en vez de seguir profundizando en su final abierto, comienza con otra historia, otra tripulación y la llegada a un planeta desolado en donde solo va a haber destrucción y muerte ante las garras de una variante del Alien.

La película tenía el potencial para explorar el planeta de los Ingenieros, llevar la historia a un estadío diferente; tal como Aliens hizo una apuesta superadora de la primera (y con éxito) se podría haber llevado a cabo algo así. Sin embargo, la introducción de los aliens como ingeniería genética de un David monocordemente sádico (bien interpretado pero redundante en su accionar) quita el enigma filosófico de la trama y sirve solo a un propósito forzado de la presencia de xenomorfos en la trama.

Toda una civilización completamente arrasada por la sustancia descubierta en Prometheus, es una metáfora de lo que fue esta obra: una línea narrativa, con toda una base por ser explorada, es completamente eliminada.

Dado el fracaso en taquilla de esta última, la planeada trilogía de precuelas de Scott no prosperó y concluyó con un final abierto e insatisfactorio. Ninguna de las dos tramas, ni la más cósmica y filosófica, ni la más orientada a los orígenes del Alien, tuvo la fuerza suficiente.

Nota por Alex Dan Leibovich | Periodista | Redactor en Clarín, Peliplat y Erramundos.

Publicado el 31 de agosto del 2024, 8.38 PM | UTC-GMT -3.

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