Enamorarse de... un imposible?  

THE WOMAN IN RED(Gene Wilder- 1984) “Hubo un tiempo que fui hermoso, y fui libre de verdad…” rezaba Canción para Mi Muerte de Sui Generis, allá lejos y hace tiempo. Nada más lejano al tópico que revisamos hoy, pues parece que la verdadera libertad se desarrolla más plenamente por estos días. En efecto, hubo un tiempo en que no se conocía el “poliamor”(o, al menos, no con ese nombre). No se había oído hablar de “relaciones abiertas” o “amigos con derecho”. Hubo un tiempo en el que casarse significaba compromiso… para todo el viaje. Tiempos en los que el matrimonio cerraba una etapa algo inmadura en tu vida, sólo para abrir la puerta a “sentar cabeza” y formar una familia. Una. Te unías a tu pareja y, como yunta enamorada, juntos tirar del carro familiar y así desandar el camino de la vida. Este estilo del vivir traía consigo, por lógica, ciertas consecuencias. Una de ellas, y que ha sido tratada no pocas veces por el cine, es esa crisis normalmente ubicada después de los cuarenta, en la que ya das por sentado qué viene, cómo viene y estás dispuesto(léase resignado) a pagar el precio por ello. Uno se siente “fuera de juego”. Obsoleto. Estás como entumecido y tu cuerpo y mente se confabulan maliciosamente para impedir que lo olvides. Si alguna vez fuiste interesante, hace tiempo que dejaste de serlo; si alguna vez tu cuerpo causó suspiros, hoy provoca bostezos. Entonces, de pronto, una mirada, un guiño, una cierta química hace ebullición y como “maniobra RCP”… te sentís vivo nuevamente! Sentís latir fuerte el corazón! Te sudan las manos y te zapatea la lengua. Qué pasó? Qué puede provocar sacudirnos la modorra de los años, la inercia de tirar de aquél carro? Alguien nos DESPERTÓ, volvimos a sentir aquél viejo nerviosismo, ese desafío de gustar… sin dejar que el otro/a oiga nuestro corazón casi desbocado. Y es que dábamos por sentado que ya estaba todo dicho y hecho en nuestra existencia y así, de súbito!, el destino coloca frente nuestro, una bellísima zanahoria por la que vale la pena volver a galopar. Una sensación agridulce, si se quiere, pues, si bien los signos vitales estallan a pura pirotecnia, muy dentro nuestro una vocecilla nos recuerda que la campana que pone fin al recreo está a nada de sonar. Y ese oasis emocional durará lo que dura la efervescencia de un caramelo Fizz. Porque esta vez subyace un detalle nada menor: estás de alguna manera comprometido/a con otra persona.

En 1955, Marilyn Monroe hizo sufrir a un pobre tipo que vivía en la planta baja y se encontraba ocasionalmente solo, pues su esposa e hijo habían salido de vacaciones y el tener semejante “vecinita” le desacomodó todos los patitos que él creía tener en perfecta fila. La Comezón del Séptimo Año se llamó aquella joyita de otro Wilder(Billy) y hacía alusión a esa crisis que por aquél entonces, se decía, se padecía transcurrido ese tiempo de casados. Casi tres décadas después, el recientemente desaparecido Gene Wilder adapta(de la versión original francesa), dirige y protagoniza Una Chica al Rojo Vivo, junto a la bellísima debutante Kelly LeBrock, Gilda Radner y Charles Grodin, con música de James Horner y las inolvidables canciones de Stevie Wonder(con Dionne Warwick, en alguna también). El inolvidable comediante del pelo rizado vuelve a traer a la palestra el urticante tema de la infidelidad (o del amor platónico?)en ritmo de comedia. Teddy Pierce es un ejecutivo en una empresa de publicidad, de mediana edad, (felizmente)casado, con hijos, amigos y un buen pasar. Todo en la vida del buen Teddy parece estar bajo control. Sí… hasta que aparece una descomunal morena de vestido rojo que, sin saber que está siendo observada, se deja llevar por esa esclusa que arroja aire desde el subte y que, al levantarle la pollera(homenaje cantado a Marilyn en aquella cinta), libera toda la sensualidad que cachetea los sentidos a un desprevenido Teddy, dejándolo perplejo y aturdido. A partir de allí, y con la complicidad de sus amigos, que le animan a ponerle un poco de sal a una vida un tanto ya desabrida, Pierce hará lo que fuere por conquistar a esa chica que le devolvió las pulsaciones y en el trayecto, recordar(se) que sigue vivo, a pesar que un anillo le ancle a otra mujer, “su” mujer. Una compañera de trabajo que cree ser la destinataria de los avances del enamorado y los nervios que generan las improvisaciones por obtener la tan ansiada cita, completan un film que aborda la historia en un contexto, a todas luces, muy diferente a nuestra presente realidad. Para mejor o peor? Somos hoy más libres de cara a una relación amorosa? O más polémico aún… es el ser humano esencialmente monógamo, o no? Mientras lo decidimos, Stevie Wonder nos musicaliza el recuerdo de esta brillante comedia que deja mucho para la reflexión, con su ganadora del Oscar y Globo de Oro de aquel 1984: I Just Call To Say I Love You. Y en un segundo adjunto, asesorado por sus amigos, Teddy se anima a un nuevo “look”. Para finalizar, sólo a modo de recordatorio, aunque las reglas sociales y/o morales van evolucionando de forma tal que hoy podamos cuestionarnos tales tribulaciones y en su caso, convertir un amor platónico en algo más terrenal, el momento para hacerlo suele durar poco. Casi, casi, lo que dura la efervescencia de un caramelo Fizz.

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