The Substance: un nuevo exponente del body horror Spoilers

Una actriz caída en desgracia, sus mejores días quedaron atrás y ahora quedó relegada. Su estrella de la fama se ensucia y desgasta por cada día que pasa, así como ella va envejeciendo. Hasta que recibe una propuesta, la de una sustancia que le permitiría volver a la vida a su yo más joven, más hermoso, más perfecto. Y todo desemboca en una espiral de drama y terror.

The Substance retoma la estética “body horror” que tan bien supo Cronenberg explotar en los setentas y ochentas y le es inyectada una marca de autor por parte de su directora Coralie Fargeat, quien usó la estética para transmitir sus propias inquietudes y subtextos, aparte de renovarla con un ritmo trepidante que por momentos parece mezclarse con la publicidad y el videoclip, y con unas interpretaciones brillantes de Margaret Qualley, Dennis Quaid, y, por supuesto, Demi Moore. Se podría decir, a su vez, que se suma al Nuevo extremismo francés, más cercana a Julia Ducournau por su carácter transgresor y feminista.

Demi Moore interpreta de forma brillante a una estrella relegada por la industria.

La elección de Moore como la protagonista en esta obra es más que acertada. De alguna forma refleja lo que le pasó a ella misma estos últimos años, al ser relegada por el mismo Hollywood que en un momento la supo tener en su centro. Algo similar le ocurre de forma constante a muchas estrellas que una vez que son utilizadas por la industria se las desecha.

Y lo mismo le ocurre a Elisabet Sparkle, alguna vez una estrella de fitness y del cine (un poco a lo Jane Fonda), cuya imagen al principio cubre la totalidad del pasillo en donde trabaja y hasta un enorme cuadro en su misma casa. Sin embargo, las palabras de un caricaturesco productor, interpretado por Quaid, la hieren cuando se entera de que están buscando a una mujer más joven para reemplazarla. Aquel hecho sumado a un accidente en la ruta y la llegada de una extraña pero atractiva publicidad es el puntapié para el conflicto central de la película.

Las muchas imágenes de Sparkle figuran a lo largo de la obra.

Como en el Retrato de Dorian Gray pero llevado a un entorno cuasifuturista, la juventud de la imagen es lo que busca mantener la sustancia verde. Este está acompañada de un conjunto de reglas que plantean un cuidadoso lore en el universo de esta película: la inyección inicial se puede dar una única vez; los cuerpos se deben intercambiar cada una semana y en el mientras se debe alimentar cada uno con un suero especial; el “otro cuerpo” debe usar estabilizadores para mantenerse y, lo que se descubre más adelante de la obra, lo que se le quita demás a uno es irreversible. Todo conforma un delicado equilibrio.

Las secuencias de body horror están hechas de forma exquisita. Tanto la salida del nuevo ente de la matriz original que es Sparkle como los sueños vívidos que van apareciendo y toda la transformación última se encuentran elaborados mediante un maquillaje y unos efectos prácticos realistas y verosímiles.

La lucha entre las dobles comienza de forma figurativa.

Por otro lado, se podría decir que ciertos subtextos son demasiados explícitos, pero esa es la búsqueda que tiene la película. Muestra una crítica descarnada a la industria de la imagen, a las publicidades que quieren convencer a la mujer de que tiene que ser más bella, a la maquinaria audiovisual cíclica que utiliza y descarta a las personas cuando no necesitan más de ella, al intento de frenar la vejez de manera artificial, fuera con productos o con cirugías estéticas que van alterando el funcionamiento natural del cuerpo.

Esta crítica no reside solo en el contenido de la película, sino que se refuerza de forma coherente en la forma. La edición de la obra, acompañada de la música rítmica (y por momentos siniestra) y los sonidos, es de una vorágine que por momentos hace recordar a la publicidad o al videoclip. Emula de alguna manera los elementos de esos formatos para expresar la rapidez de la modernidad líquida en la que nada dura.

La joven Sue y la mayor Sparkle.

A la vez, la película bebe de toda la literatura del doppelgänger o del doble: por más que la publicidad se esfuerce en decir que siguen siendo una única persona, la psique del personaje se divide en dos. Ya los diferentes nombres marcan la escisión, así como la cicatriz que divide la espalda de Sparkle. A lo largo de la película la división se profundiza más y más. Comienza como una lucha figurativa; la imagen deslumbrante y juvenil de Sue brillando en un cartel del exterior y el cuadro de Sparkle olvidada en el interior del departamento. Pero luego la pelea se vuelve física, metaforizando también la lucha consigo misma.

El último tercio de la película muestra las consecuencias últimas de este combate interno-externo. Se rompen las reglas marcadas al comienzo de la obra, y eso desata la monstruosidad máxima. La obra no se toma tan en serio a sí misma, por lo que se permite unas secuencias de un gore y de un factor bizarro casi ridículo pero efectivo. Las risas en la sala reflejaban por momentos la incomodidad extrema que transmitía la película. En esa monstruosidad confluyen de alguna manera ecos a El hombre elefante de David Lynch, a The Thing de John Carpenter y en una escena plagada de sangre a una Carrie desatada.

The Substance Review: A Bloody, Brilliant, Bonkers Body Horror Movie
El body horror de la película va in crescendo.

Al final solo queda el rostro de una Sparkle atada a lo que quedó de su cuerpo, una viscosidad que se mueve por el suelo y que llega a la misma estrella de la fama mostrada al comienzo de la película. El cuerpo de la protagonista mutó y se disolvió. Hasta su rostro fue arrancado del cuadro siempre presente en el interior de su departamento. Pero su nombre, grabado en un mármol desgastado, la sobrevive.


Nota por Alex Dan Leibovich | Periodista | Redactor en Clarín, Peliplat y Erramundos.


Publicado el 22 de septiembre del 2024, 6.03 PM | UTC-GMT -3.


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