“Sobibor”: un homenaje desde la épica de la libertad

Spoilers

Sobibor es un pueblo ubicado en el distrito de Lublin, en Polonia. Junto a él, en marzo de 1942, los nazis crearon el campo de exterminio homónimo. Era parte de la Operación Reinhard, aquella que estipulaba el exterminio de los judíos polacos dentro del territorio del Gobierno General de la Polonia ocupada.


En ese sitio tuvo lugar la mayor fuga masiva de prisioneros judíos de un campo de concentración o de exterminio, lo que a la postre se convirtió en el mayor escape de prisioneros de un campo de concentración nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Fue luego de ella que se decidió el cierre definitivo del campo, a fines de 1943.


Los líderes de esa fuga, llevada a cabo el 14 de octubre de aquel año, fueron León Feldhendler y Alexander “Sasha” Pechersky. Sobibor, el filme, es un claro homenaje a este último.

Cuando la propia Fundación Alexander Pechersky aparece en los créditos iniciales y a ello sumamos que allí mismo también figura el Ministerio de Cultura de la Federación de Rusia, todo queda más claro y explica buena parte de lo que veremos a continuación. Siempre es importante conocer quiénes producen las películas: habla mucho de la mirada, del punto de vista elegido, del discurso con el que pretenderán que nos identifiquemos.


Alexander “Sasha” Pechersky fue un oficial soviético de origen judío, trasladado allí luego del descubrimiento de su condición de tal. Había pasado por otros campos previamente - únicamente en su carácter de prisionero de guerra-, pero el de Minsk lo había marcado especialmente. Allí, un intento de fuga culminó en fracaso y muchos de sus compañeros resultaron asesinados. De acuerdo a Sobibor, con esos fantasmas deberá lidiar antes de asumir la organización de este nuevo levantamiento.


La Organización de la Resistencia, un grupo de judíos organizados clandestinamente dentro del campo, encabezado por Feldhendler (judío polaco), irá en su búsqueda para aunar el conocimiento del lugar que este poseía con la experiencia militar de Pechersky. Uno de los errores cometidos por los alemanes -hoy, vistas las cartas- fue haber mezclado en el campo a sus “trabajadores” judíos con los prisioneros de guerra soviéticos, más allá de su origen. Digamos que, en general, a Sobibor llegaban los judíos soviéticos provenientes del Frente del Este, los soldados soviéticos apresados y los gitanos. En Sobibor fueron asesinadas unas 250.000 personas.


Sobibor se concentrará, en términos temporales, en las semanas previas a la fuga. Allí asistiremos al encuentro de estos líderes clandestinos, a las dudas que asaltan a Sasha, al acuerdo al que arriban, a la confección del plan y a su ejecución. Sin embargo, Konstantin Khabensky (este es su primer largometraje), quien es además el actor que representa a Pechersky, se detendrá particularmente en las condiciones de vida en el campo, en sus rutinas, en la clasificación de los bienes usurpados a los judíos, y especialmente en el trato cruel, sádico y despiadado que reciben estos por parte de los oficiales nazis. La presentación de estas características por parte de Khabensky, por momentos resultará igualmente sádica con su espectador, llegando al punto de la truculencia.

Es tal el nivel de sadismo e inhumanidad que ponen de manifiesto dichos alemanes que - más allá de conocer que esto realmente acontecía en muchas ocasiones-, a los efectos dramáticos, por momentos se torna inverosímil. Es notoria la idea de hacer patente el contraste entre los buenos y los malos, los inocentes y los culpables; tan notoria que ronda el maniqueísmo absoluto. Ni un solo oficial muestra signos de duda o arrepentimiento, ni siquiera contradicciones. Ni un solo oficial deja de sumarse a los juegos perversos, al alcohol o a la tortura. Todos presentan vicios o traumas psicológicos importantes. Aquí no hay lugar para la compasión más mínima. Si no fuera tan enorme el número de testimonios de diversa índole acerca del nivel de ensañamiento al que podían llegar ciertos oficiales nazis, a los efectos de la representación a través del arte, las imágenes que presenta Khabensky resultarían de una gratuidad alarmante. Tal vez su finalidad sea la de convencernos de que, más allá de la evidente necesidad de intentar huir de la muerte y de las garras de esos seres sin escrúpulos, la utilización de la iniciativa de fuga para concretar a su vez un plan de venganza está más que justificada.


Con ello, Khabensky también logra evitar el cuestionamiento hacia aquellos judíos que sobrevivieron gracias al trabajo sucio realizado para los nazis y que encuentran una razón a su comportamiento en la simple idea de sobrevivir para vengarse. Ni siquiera se trata de sobrevivir como venganza. También en esto Khabensky se saltea la complejidad: la complejidad de los hechos, la complejidad de los hombres. Ese fenómeno de la “colaboración” de los propios prisioneros en todo el andamiaje del exterminio, en el engaño a los de su mismo origen, etnia y/o religión aún hoy es un rasgo controvertido dentro del genocidio judío, incluso dentro de la propia comunidad judía.


El único momento en el que se produce cierto desencuentro entre los prisioneros, es cuando un pequeño grupo decide propinar una golpiza a los líderes de la confabulación escapista como mensaje de quietismo, ya que cada intento fallido -de los que habían existido varios hasta ese momento- implicaba la muerte como escarmiento y mensaje amedrentador de actitudes similiares de un número importante de los que habían quedado en el campo, aunque no hubieran tenido participación alguna en el intento de fuga. El miedo a la muerte, en este caso, justificará la acción violenta entre compañeros de sufrimiento.

Sobibor es un repaso de los lugares comunes de este género cinematográfico en el que se ha transformado la representación del Holocausto o Shoah en sus diversas facetas. También es un repaso de distintos clichés del mundo cinematográfico, sobre todo el hollywoodense (en este caso como influencia cultural e intento quizá de llegada a públicos masivos, ya que el origen del filme dista bastante geográficamente de la “meca” del cine). Aquí estarán presentes el lodo constante, la niebla, el humo, el gas, la humedad... Todo será gris, o marrón, o negro. Todo será otoño nublado. La banda sonora enfatizará cada situación, cada sentimiento. Todo será oscuro, lúgubre, sombrío, y la luz se asociará únicamente al escape, con una cámara lenta que ralentizará los movimientos y permitirá destacar a ciertos actores del levantamiento, enfatizando sus acciones.


Entre ellos se destacarán, sin dudas, los soldados soviéticos y, claro está, sobre todo Sasha. Estos hombres se transformarán en héroes y Sobibor se transformará en el reconocimiento que Sasha nunca tuvo en vida, como también lo enfatiza el mensaje final. Khabensky encontrará incluso tiempo para el reconocimiento romántico hacia Sasha y el amor hallado en el campo, algo en lo que deja de lado incluso los hechos tal como los planteó el propio héroe.


Sobibor será un canto a la fortaleza física y mental del soldado soviético (hoy ruso, podríamos agregar). La fortaleza de Sasha se le adjudicará también a su condición de estalinista, algo que ni siquiera condice con las circunstancias de la secuencia en las que ese diálogo se da. Khabensky se “olvidará” de incluir que luego de su escape y luego de haber combatido nuevamente por el ejército soviético, finalizada la Segunda Guerra Mundial se lo detendrá en una de las tantas purgas de Stalin, obteniendo su liberación debido a la presión internacional que existió dado de quien se trataba, pero permaneciendo años sin poder obtener siquiera un trabajo estable.


Unos 400 prisioneros lograron escapar de Sobibor; alrededor de 100 murieron durante la fuga como consecuencia de los disparos alemanes o de las minas que rodeaban el campo; de los restantes, alrededor de la mitad fueron recapturados -incluso entregados por pobladores locales- y ejecutados en las semanas siguientes. De los 150 que lograron evadir dicha persecución, únicamente unos 50 pudieron sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial.

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Ficha técnica


Título original: Sobibor

Rusia/Alemania/Lituania, 2018, 118 min.


Dirección: Konstantin Khabensky

Producción: Elmira Aynulova, Sergei Bespalov, Gleb Fetisov, Anton Neichel, Ilya Vasiliev, Mariya Zhuromskaya

Guion: Michael Edelstein, Andrey Nazarov, Anna Tchernakova, Ilya Vasiliev

Fotografía: Ramunas Greicius

Música: Kuzma Bodrov

Edición: Yuriy Troyankin


Elenco: Konstantin Khabenskiy (Alexander “Sasha” Pechersky), Christopher Lambert (Karl Frenzel), Felice Jankell (Luca), Dainius Kazlauskas (Leo), Sergey Godin (Arkady Weispapir), Roman Ageev (Boris Tsybulsky), Gela Meskhi (Semen Rosenfeld), Mariya Kozhevnikova (Selma)

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