Sir Alfred Hitchcock y el origen del slasher Spoilers

Bien conocida ya es en la historia del cine la obra del maestro Alfred Hitchcock, uno de los mejores (algunos dicen el mejor) directores de cine que jamás ha existido. Sus innovaciones técnicas, su osado story telling y su extraordinario empleo del suspenso lo ubican en el panteón de los dioses del séptimo arte (y del arte en general). Inclusive, gracias a su particular aspecto físico y la conducción de su programa “Alfred Hitchcock Presenta”, se ha convertido en un ícono de la cultura popular.

Entre sus grandes obras se encuentran películas de la talla de La Soga (1948), La Ventana Indiscreta (1954) y Vértigo (1958). Se convertiría en una difícil tarea intentar mencionarlas todas y la influencia que generaron (y que sigue hasta nuestros días) ya que cuenta con un repertorio ¡de más de cincuenta películas! Teniendo además incursión en el cine mudo, el sonoro, thrillers, comedias, policiales, y hasta un musical. Tuvo su período tanto británico como norteamericano, trabajando en muchas de las operaciones del rodaje, desde guionista, escritor de intertítulos, hasta, por supuesto, director.

Pero hay una obra apoteósica que innovó particularmente en el cine de terror (y debo decir que es mi favorita del director, y una de mis favoritas de la historia). Te hablo de Psicosis (1960), tal vez la primera evidencia clara del slasher: ese subgénero del terror que trata, en síntesis, de un villano que persigue a sus víctimas para matarlas, por lo general con armas blancas como cuchillos u objetos similares, y que puede poseer una fuerza o una resistencia sobrenatural. Suelen abundar elementos como las drogas, el sexo juvenil y los adultos incompetentes (y por supuesto, las muertes y la sangre). Se hizo de gran popularidad entre finales de la década del 70 y principios de los 80, llegando a su debacle a fines de dicha década y reinventándose nuevamente a mediados de los 90, brindándole al público grandes películas hasta la actualidad. Entre las más importantes, se destacan Halloween (1978) de John Carpenter, Viernes 13 (1980) de Sean Cunningham o Scream (1996) de Wes Craven (aunque la lista es mucho más extensa). Tal fue el legado del maestro británico.

Y volviendo a Psicosis, el film trata sobre Marion Crane (Janet Leigh), quien le roba a su jefe $40.000 dólares, y en su intento de escape, acaba en el Bates Motel, un complejo de cabañas atendido por su dueño, el joven Norman Bates (Anthony Perkins), quien vive únicamente con su enigmática madre. La misma está inspirada en la novela homónima de Robert Bloch, quien se basó a su vez en la historia de Ed Gein: asesino y profanador de tumbas. Utilizaba restos humanos para crear distintos objetos caseros y vestimentas. Fue declarado mentalmente incompetente y diagnosticado con esquizofrenia, por lo que pasó el resto de sus días en un hospital psiquiátrico. Inspiró además la creación de personajes como Leatherface de La Masacre de Texas (1974) -otra gran pieza slasher- y Buffalo Bill de El Silencio de los Inocentes (1991).

Así que Psicosis es una obra maestra. ¿Los motivos? Además de ser, como mencioné anteriormente, el origen del slasher e inspirar a incontables generaciones posteriores dentro del género, -ALERTA SPOILER- la obra de Hitchcock cuenta con unas increíbles actuaciones, sobre todo del actor Anthony Perkins, a quien se le cree cada gesto que hace y cada palabra que articula -cabe recordar la espeluznante sonrisa del final con su mirada penetrante fija en la cámara, como si fuera uno de sus animales disecados-; un estilo disruptivo a la hora de relatar la historia, en la que su protagonista, Marion, es asesinada a mitad de la película y comenzamos a ver un nuevo relato, algo totalmente inesperado para el espectador, sobre todo para esa época; escenas memorables, como la ya ilustre escena de la ducha (un hito en la historia del cine y un ícono cultural) en la que Marion es apuñalada hasta la muerte, llevada a cabo nada más y nada menos que con cincuenta planos distintos en tan solo tres minutos; el leitmotiv más célebre de la gran pantalla (igualado únicamente tal vez por el de Tiburón de Spielberg) con esos violines agudos y rechinantes que te erizan la piel; un plot twist de antología que es -al menos para mí- completamente inesperado y revelador; y hacia el final, el genio del suspenso nos propone el dilema moral de qué deberíamos pensar cuando el asesino, perpetrador de crímenes estremecedores, posee un desequilibrio mental que le impide controlar sus propios actos (inspirado seguramente en parte en el final de M de Fritz Lang).

Hitchcock, con un Psicosis bajo el brazo, es una pieza fundamental para entender el cine de ayer y hoy. Para él, la innovación no ha sido la excepción, sino la norma, algo por lo que los fanáticos del terror estarán eternamente agradecidos.

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