Mike Figgis es un director de cine que durante las décadas de los 80 y 90 deambuló entre lo comercial y lo independiente. Si bien cuenta con producciones hollywoodenses que dirigió con gran maestría, también está el hecho de que recién a los 36 años comenzó su carrera cinematográfica, ya que antes se dedicaba a la música, llegando a participar en la banda The Gas Board a finales de los 60, la cual fue previa a Roxy Music. En ella, compartió escena con Bryan Ferry y tocaba el teclado. Tuvo su paso por el teatro, pero su pasión por el cine lo motivó hasta que llegó su oportunidad de dirigir un telefilm llamado The House, donde nos entrega una obra con toques de The Wall de Alan Parker, utilizando la animación como recurso para complementar la historia, algo peculiar considerando que la película está ambientada a finales de 1800. Esto nos deja claro su visión y su interés en mostrar historias que exploran el deseo y cómo el ser humano se desenvuelve para lograrlo. Además, la forma en que nos presenta a los personajes y los despoja de sus capas para revelar quiénes somos realmente lo posiciona como uno de los mejores exponentes en el género del drama. Esto se debe, en parte, a su paso por el teatro, que debió haberlo motivado a escribir y dirigir este primer video, el cual está realizado con cámaras de televisión, un detalle que demuestra que, al final, el formato no importa cuando la idea es poderosa. Esto se convierte en una constante a lo largo de su filmografía, donde para mí, es uno de los precursores en el uso de nuevas tecnologías y en desafiar la idea imperante de la época de que el cine debía hacerse en 35 mm, algo que ha cambiado, ya que hoy en día es difícil ver un film realizado en ese formato.

Sin embargo, su mayor logro es el trabajo que realiza con los actores, sacando a la luz su lado más oscuro y revelando sus deseos más ocultos. Aunque en este primer film solo nos da una pincelada de su enfoque, esto fue suficiente para que pronto fuera considerado para dirigir en Hollywood. Así, presentó Lunes tormentoso, un drama escrito por él y con grandes estrellas como Melanie Griffith y Tommy Lee Jones. Luego, en Asuntos internos, nos muestra el lado más oscuro del ser humano, donde el deseo se convierte en obsesión. Con estos dos films, Figgis logró recaudar el dinero necesario para dar rienda suelta a su creatividad, lo cual queda plasmado en Liebestraum, una película que deja claro su estilo, marcado por el uso de locaciones y una puesta en escena que evoca el cine negro, dándole un tono misterioso. La música complementa cada escena, entregándonos una historia que logra mantenernos a la expectativa del desenlace. Liebestraum cuenta con la actuación de Bill Pullman y es el último film donde podemos ver a Kim Novak, conocida por sus películas con Alfred Hitchcock.

Con Mister Jones, Figgis nos entrega un drama cargado de emociones al presentar la historia de Jones, un hombre que padece trastornos bipolares y la lucha que enfrenta día a día. Cuenta con la actuación de Richard Gere, quien interpreta a un personaje complejo y lleno de matices, explotando al máximo sus capacidades actorales. Es ese cariño que Figgis siente por sus personajes, mezclado con su punto de vista, lo que alcanza su máxima expresión en, quizás, su obra maestra: Adiós a Las Vegas. Esta película cuenta con un despliegue actoral y técnico que le valió reconocimiento a nivel internacional, siendo nominado a los Oscar como mejor director. En ella, Nicolas Cage interpreta a Ben, un guionista alcohólico al que deja su esposa, y que, después de ser despedido, decide mudarse a Las Vegas para morir bebiendo. Sin embargo, en este viaje encuentra el amor verdadero y debe decidir entre seguir con su plan o entregarse a la vida. Por este papel, Cage ganó el Oscar a mejor actor. Adiós a Las Vegas es un film independiente filmado en 16 mm y realizado casi en su totalidad en los alrededores de la ciudad, lo que le da una intimidad especial y permite que los actores se desinhiban, ya que el tamaño de la cámara es más pequeño y hay menos gente detrás de ella. Todo esto convierte a Adiós a Las Vegas en un film inolvidable.

Después de este film, Figgis reunió un elenco de lujo en One Night Stand, con actuaciones de Robert Downey Jr., Nastassja Kinski y una destacada interpretación de Wesley Snipes, quien se aleja de los papeles a los que nos tenía acostumbrados y nos ofrece una actuación impresionante como el mejor amigo del personaje de Downey, donde afloran antiguas rencillas y disputas entre ellos. Ya en 1999, Figgis nos entrega quizás su obra más transgresora, donde explora sus experiencias sexuales mezcladas en diferentes etapas de su vida.

La Perdida de la inocencia sexual es un film íntimo que posee elementos poéticos que plasma con gran maestría en la pantalla, abordando temas que están al filo de lo que la sociedad considera moralmente aceptable. Ataca de manera sutil la influencia de la iglesia, la relación de los padres e hijos, la pérdida, las relaciones maritales, y la virginidad, y cómo estos acontecimientos nos forman y nos preparan para enfrentarnos a un hecho tan estremecedor, justificando el actuar de los personajes y su reacción al final de la película. Este film cuenta con la actuación de Saffron Burrows, pareja del director en esos años, y Julian Sands, quien repetiría en un film que marca un antes y un después en la cinematografía: Timecode. En este, Figgis divide la pantalla en cuatro y cada cuadro es un plano secuencia que sigue a cada personaje y su día a día. Utiliza cámaras digitales y está grabado en tiempo real, una apuesta atrevida que deja claro su intelecto y capacidad.
Es un film plagado de estrellas, entre las que destacan Salma Hayek, Stellan Skarsgård, Saffron Burrows, entre otros, que se embarcan y dan vida a este concepto de cine realidad que Figgis busca transmitir. Después de este film, realiza Hotel, donde muestra un estilo que puede ser catalogado como Dogma, salvo por algunos postulados que no cumple, pero el uso de espacios, cámara en mano y sin iluminación, le dan esa sensación de cine de autor. Ya en 2004, vuelve a la industria con un thriller llamado Cold Creek Manor, protagonizado por Dennis Quaid y Sharon Stone. Tras esto, dirige algunos documentales y participa en la dirección de un capítulo de la aclamada serie Los Soprano. Desde entonces, su producción ha disminuido y, desde 2012, se ha dedicado a cortometrajes, documentales, series y películas de bajo presupuesto.

Lo que es indudable en Figgis es su talento, que logra plasmar en pantalla personajes con problemas de todo tipo, ya sean sexuales, mentales o de adicciones, de manera veraz, haciendo que el espectador se sienta un tanto voyeur de los acontecimientos que presencia. Además, su manejo del drama, los diálogos y su uso de la cámara para transmitir esas ideas lo convierten en uno de los directores más sobresalientes y menos conocidos de la industria. Su cine claramente no se rige por los estándares clásicos. En una entrevista, mencionó que las películas hollywoodenses que realizó lo aburrían, por lo que siempre, al terminar un film de estudio, volvía a sus proyectos más íntimos, donde sacaba a relucir su lado más oculto y transgresor. Quizás por eso es un director incomprendido y desconocido, y es probable que solo aquellos que amamos el cine seamos los únicos que apreciemos a este genio incomprendido, uno más en la larga historia del séptimo arte.

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