Kevin Wendell Crumb, el protagonista del thriller psicológico Fragmentado (2016), dirigido por M. Night Shyamalan, ha sido ampliamente percibido como un villano debido a su capacidad para transformarse en múltiples personalidades, incluyendo a la temida La Bestia. Sin embargo, más allá de su aparente rol como antagonista, Kevin es una figura trágica, profundamente incomprendida, que encarna los efectos devastadores del trauma infantil y el trastorno mental. La riqueza de su personaje lo convierte en uno de los “villanos” más complejos del cine contemporáneo, con una historia marcada por el sufrimiento, la lucha interna y la búsqueda desesperada de una salida.
Kevin sufre de Trastorno de Identidad Disociativa (TID), una condición que en la vida real surge como mecanismo de defensa para personas que han atravesado traumas severos, generalmente en la infancia. El abuso que sufrió a manos de su madre desencadenó la creación de 23 personalidades distintas, cada una diseñada para proteger diferentes aspectos de su psique dañada. Entre ellas, encontramos a Hedwig, un niño de 9 años que representa la inocencia perdida; a Patricia, una mujer dominante y calculadora; y a Dennis, una figura obsesiva que busca control en medio del caos. Estas personalidades no son más que reflejos de las múltiples facetas de una mente fragmentada que intenta lidiar con los recuerdos de un dolor insoportable.
A pesar de que Kevin es temido por sus acciones, es esencial entender que no es un villano por elección. Las personalidades violentas, como La Bestia, emergen como una forma extrema de autoprotección. La Bestia, la identidad más poderosa y temida, simboliza la fuerza física y emocional que Kevin nunca tuvo durante su infancia abusiva. En su visión distorsionada del mundo, sólo aquellos que han sufrido como él son dignos de vivir, ya que el dolor y el trauma se han convertido en las únicas realidades que entiende.
Lo que hace a La Bestia una figura trágica es su creencia de que el sufrimiento otorga valor. Esta visión refleja el trauma no resuelto de Kevin, quien nunca experimentó una vida sin dolor y, como resultado, no puede concebir la existencia fuera de ese ciclo de sufrimiento. En lugar de buscar una salida, Kevin, a través de La Bestia, internaliza su dolor y lo convierte en una fuente de poder, distorsionando su percepción de sí mismo y del mundo que lo rodea.
Aunque Kevin es retratado como una amenaza, hay momentos en los que su verdadera naturaleza vulnerable sale a la luz. Cuando Casey, una de las chicas secuestradas, logra conectarse con su personalidad principal, lo que se revela es un hombre perdido, asustado y suplicando ayuda. En esos breves momentos de lucidez, vemos a Kevin como una víctima atrapada en una lucha interna que no puede controlar, un hombre que nunca quiso ser el monstruo que las circunstancias lo obligaron a convertirse. Es imposible no sentir compasión por él cuando se da cuenta de que no puede escapar de sus propias personalidades.
La historia de Kevin también nos invita a reflexionar sobre el estigma asociado a las enfermedades mentales. En la sociedad, aquellos que sufren de trastornos como el TID son, con frecuencia, malinterpretados y marginados. Kevin es un reflejo exagerado de cómo las personas con problemas mentales suelen ser etiquetadas como peligrosas o impredecibles. Esta falta de comprensión y apoyo contribuye a su aislamiento y al fortalecimiento de sus personalidades más destructivas.
Kevin Wendell Crumb es mucho más que el villano de Fragmentado. Es un hombre fracturado, una víctima de su propia mente y del mundo que lo rodea. Sus acciones, aunque aterradoras, no son el resultado de una maldad innata, sino de una mente que ha sido moldeada y deformada por años de sufrimiento y abandono. En lugar de ser un antagonista clásico, Kevin es una representación trágica de las consecuencias del trauma no resuelto y de cómo las enfermedades mentales pueden crear prisiones internas que atrapan a quienes las padecen.
La verdadera tragedia de Kevin no radica en sus actos violentos, sino en su incapacidad para escapar del dolor que lo consume. Su lucha interna es desgarradora, y su historia plantea preguntas profundas sobre cómo tratamos el trauma y la enfermedad mental. Al final, Kevin es tanto víctima como aquellos que sufren a manos de La Bestia, lo que lo convierte en uno de los personajes más incomprendidos del cine. No es simplemente un villano, sino un ser humano quebrado, atrapado en una interminable lucha por la supervivencia en un mundo que nunca le ofreció ayuda.
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