Espástica, mugrienta y contagiosa. Mads (2024) David Moreau 

Cuando en 2006 se estrenó Ils (Ellos) apenas estábamos descubriendo ese mundo enfermo y hermoso del Nuevo Extremismo Francés. Este término, acuñado por el crítico James Quandt, se utiliza aún hoy para referirse a una serie de películas de directores franceses que, a principios del siglo XXI, se caracterizaron por la transgresión de múltiples temas tabú. El objetivo era “vadear ríos de vísceras y espumas de esperma, llenar cada fotograma con desnudez, atractiva o arrugada, y someterla a toda forma de penetración, mutilación y corrupción”. Esta nueva tendencia del cine de terror en Francia se caracterizó por el análisis de ciertos temas como la corporalidad, la invasión del hogar y, sobre todo, el miedo al otro. El corpus de películas que mejor define a la corriente es: Haute Tension (2005) de Alexandre Ajá, Frontiere(s) (2007) de Xavier Gens, À l'intérieur (2011) de Alexandre Bustillo y Julien Maury, Martyrs (2008) Pascal Laugier y el debut cinematográfico en guion y dirección de David Moreau y Xavier Palud llamado Ils.

Esta temporada contó con estrenos de algunos de estos directores. Desde la producción norteamericana Never let go dirigida por Alexandre Ajá hasta la realización para Netflix En las profundidades del Sena de Xavier Gens, se demuestra la permanencia de estos directores que veinte años atrás iniciaron sus carreras a pura violencia y desmesura. Además, hace muy pocas semanas se estrenó en el Festival de Sitges Mads (2024) de David Moreau, un esquizofrénico film filmado en un plano secuencia de hora y media que retoma un tema recurrente en el cine de horror, la idea de contagio, pero reelaborado desde el plano formal dando como resultado una película espástica, mugrienta y nociva para la estabilidad mental del espectador que sentirá en carne propia la vorágine y el exceso propuesto por la película. Situada en una sola noche, desde el atardecer hasta lo que se podría definir como “el fin de los tiempos”, Moreau realiza una película de premisa simple aunque retorciéndola mediante la complejidad de ejecutar todo en una sola toma.

La película parte desde el interior de una boca cristalizada en un grito. Cuando la cámara logra salir de esa imagen que nos mantiene pegados, nos encontramos con Romain (Milton Riche), un veinteañero millonario que toma cocaína en la casa de su dealer, del cual tampoco podremos despegarnos la primera media hora del film. Luego de la compra de suministros, se dirige al encuentro con su novia para la celebración de su cumpleaños. Cuando decide frenar su auto en el medio de la ruta para chequear el estado del coche, algo inesperado modificará el curso de la noche. Una mujer aterrorizada, se mete en su auto de lujo. Incapaz de explicar lo que le ocurre, aunque tiene una radio que describe extraños procesos realizados a un sujeto de experimentación portador de un retrovirus, Romain decide llevarla al hospital. El miedo y la histeria la llevan a suicidarse con un objeto punzante de la guantera, sin darle al joven la posibilidad de responder ante lo que ocurre. De manera abrupta y sorpresiva, Romain tiene un cadáver en el auto de su padre y su cuerpo cubierto de la sangre de ella.

Todo se vuelve un problema. ¿Llamar a la policía? no es una opción. ¿Esconder el cadáver? es difícil porque inesperadamente todos sus amigos pasan a buscarlo por su casa. De manera irresponsable, Romain activa la alarma para irse de fiesta, posponiendo la resolución del problema. Se encontrará con su novia Anais (Laurie Pavy) y con Julia (Lucille Guillaume), que rápidamente se revelará como su amante. La música y las luces serán el marco para una transformación inesperada en la que Romain comienza a experimentar extraños síntomas como movimientos involuntarios, rugidos y la mutación del color de sus ojos en un tono blanco resplandeciente. Desde este momento, el equilibrio de la película se saldrá de control y todo comenzará a desarrollarse a una velocidad que busca perturbar al espectador entorpeciendo su intención por comprender lo que efectivamente está ocurriendo.

En estos minutos hay algo del espíritu de Kids (1995) de Harmony Korine y Larry Clark, adolescentes, drogas y sexo son las constantes de una noche donde todo puede definirse como puro descontrol; y de Climax (2018) de Gaspar Noé, en lo que refiere a la velocidad y el frenetismo que el registro de los acontecimientos permite experimentar justamente por el modo en que se deciden filmar las historias. En Moreau aparecen estos dos elementos, sobre todo el interés por contar historias que, al estar conectadas, construyen un universo que se amplía modificando el enfoque y otorgándole el mismo protagonismo a la tríada de personajes conformada por Romain, Anais y Julia. Cuando la historia de Romain se “cierre”, Moreau se centrará en Anais siguiéndola en su periplo por las calles de la ciudad. Lo mismo ocurrirá con Julia que no sólo será con quien la historia comience a definirse sino quien llegará al final de la película con un entendimiento concreto de lo que efectivamente está ocurriendo en la ciudad. Esta articulación de la historia genera la sensación de una construcción episódica compuesta por tres actos. Si bien algunos poseen una fuerza y una potencia mayor a los otros, lo cierto es que el ritmo que Moreau imprime al film no solo está dado por la actuación de sus personajes protagónicos sino también por las decisiones tomadas para la elaboración del film en un único plano secuencia.

Una de las claves de Mads es no atosigar al espectador con el exceso de información. Compartimos con los personajes el mismo saber respecto a lo que ocurre en la ciudad, sin obtener en ningún momento un plus de información que nos permita estar por delante de ellos y de su entendimiento. Desconocemos la función de esas fuerzas especiales que no dejan de perseguirlos y atormentarlos, pero, sobre todo, nos cuesta determinar si los procesos que se desarrollan en sus cuerpos son el resultado del consumo de drogas o de algo más. Y si es algo más ¿Qué es?

El trabajo corporal que realiza Laura Pavy interpretando a Anais es de una desmesura tan exquisita que se vuelve magnética para el espectador. Las risas, las convulsiones, los movimientos cortos y espásticos, las idas y vueltas entre la enfermedad que avanza y los momentos de racionalidad, se vuelven ingredientes sobresalientes para la elaboración de lo monstruoso y la representación del avance de una enfermedad de la que no sabemos nada. Cuando nos metemos en su historia, la más interesante del film, podemos empezar a comprender en profundidad qué ocurría con esa mujer de la secuencia inicial del film. El cuerpo se vuelve ajeno, algo peligroso y ridículo que se sale de control y que necesita ser controlado y eliminado.

Uno esperaría escuchar de boca de Moreau lo extremadamente difícil que fue haber realizado un film con estas características técnicas. Lo extraño es que, en sus declaraciones, dice que no lo fue. Para él, la mejor forma de definir el proceso de trabajo de Mads es a partir de la palabra intensidad y trabajo en equipo. Claramente, esto es más que necesario para que una película realizada en un plano secuencia funcione. Si todas las partes no están alineadas, si el equipo técnico no tuviera en claro cada uno de los movimientos, si los actores no tuvieran una fuerte base actoral cercana a la formación teatral, mads no hubiera existido. Pese a las dudas o las posibles reticencias a creer que el film es efectivamente un oner (hecho en una sola toma), Moreau no solo afirma que fue realizada en una única toma que dota al film de ser experimentado en “tiempo real” sino que además refuerza la idea de que los films de hoy deberían ser filmados de esta manera, apelando directamente a la honestidad dada por la vivencia de lo “real”. Esto no quiere decir que logró la toma perfecta la primera vez, a Moreau le llevó 5 tomas en 5 noches diferentes llegar a lo que nosotros podemos ver hoy.

En una entrevista realizada por Tasha Robinson para el medio digital Polygon, Moreau se detiene específicamente en este punto, “necesitaba que esta película fuera lo más veraz y honesta posible”. En pos de la veracidad, también en el proceso de filmación de la película, Moreau decidió entregarle a parte de su equipo varias cámaras GoPro para registrar el detrás de cámara. Su intención es poder publicar este registro audiovisual con el objetivo de mostrar el modo en que es posible trabajar las historias en una única toma y alentar a otros a que intenten seguir este camino.

En esta nueva versión del universo zombie y del mundo post contagio, Moreau logra oxigenar un tema recurrentemente empleado en el cine de terror para dotarlo de una actualidad estética que se vuelve el elemento más interesante del film. Mads es una experiencia frenética, donde no existe ningún momento de descanso. El cansancio de los personajes es también el nuestro, la vorágine nocturna se traslada perfectamente a un espectador que experimenta corporalmente lo que le ocurre a los personajes. Al final, que es el de la historia y el del plano secuencia, la calma nunca llega. Esos cuerpos zombies de la pantalla son también los nuestros. agotados por la bajada adrenalínica y por el miedo de haber visto el fin de la humanidad tal y como la conocemos.

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