Emir Kusturica: un director en fuga

Hace un tiempo —aunque hoy parece tan lejano—, las películas se filmaban en 35 milímetros. Íbamos a las salas de cine para emocionarnos con imágenes y sonidos, y todo se reducía, más o menos, a dos tipos de películas: las comerciales y las de “arte” (conocidas como art house). Estas últimas encontraron su público en los llamados "Festivales Independientes", encuentros anuales donde cineastas, críticos y cinéfilos se reunían para disfrutar de un cine ajeno al mainstream. Con el tiempo, estos festivales se burocratizaron: los gustos de los programadores moldearon la producción, influyendo así en la creación de un tipo de cine que sigue vigente hoy en día. Un ejemplo reciente de este fenómeno es Nomadland, ganadora del Óscar, que muchos consideran fruto de esa pauperización cultural.

Underground (1995) | MUBI
Underground, gitanos en escena

En esos festivales, que exhibían lo más sofisticado de la limitada producción cinematográfica mundial (en una época en la que no todos podían hacer una película digital), surgieron ciertos "favoritos" de la crítica y el público, niños (no tan niños) mimados por los críticos a quienes les perdonaban cualquier bochorno que pudiera surgir de una ronda de prensa. Uno de ellos fue el director serbio Emir Kusturica. Su cine emergió de la antigua Yugoslavia, presentando temáticas alejadas del gusto convencional, con un fuerte anclaje en la tradición cinematográfica europea. Con películas como Tiempo de gitanos, Kusturica dio en el blanco con su enfoque, combinando la irreverencia estructural y el simbolismo de Fellini, el humor del posneorrealismo italiano y los arquetipos de la cultura gitana, con su riqueza en tradiciones orales. Esta cultura ágrafa —sin escritura, y por lo tanto, sin imágenes ni sonidos—, sin territorio fijo y lo suficientemente hermética, añadía un halo de misterio a sus relatos que capturó la atención de los programadores.

El gran éxito de Kusturica llegó en 1995 con Underground. Este film, cargado de lirismo y rozando el realismo mágico, buscaba, en ocasiones, acercarse a Tarkovsky y a Theo Angelopoulos sin miedo a ser tildado como solemne. Underground cuenta la historia de dos amigos que, tras huir de los nazis, se refugian bajo tierra para fabricar armas. Uno de ellos sale a negociar la venta de las armas, pero engaña a su compañero, haciéndole creer que la guerra no ha terminado. Así, su amigo y su familia viven en un tiempo alterno, atrapados en un pasado que no avanza. Toda una metáfora de la Yugoslavia soviética.

Underground (1995) de Emir Kusturica - Shangols

La película está dividida en tres partes: "La guerra" (en referencia a la Segunda Guerra Mundial), "La Guerra Fría" (por la tensión atómica entre Estados Unidos y Rusia) y "Las guerras" (que alude a las posteriores divisiones de Yugoslavia). El guion, escrito por Dušan Kovačević y basado en su obra de teatro, marcó el punto culminante del estilo de Kusturica. La película tocaba un nervio central en la región: el conflicto en la ex Yugoslavia y la tensión entre los pueblos que habían sido agrupados bajo un mismo país aunque sus raíces eran diferentes. Su estreno en Cannes (donde ganó la Palma de Oro) fue una sutil manera de poner en escena un tema tan complejo como la incorporación de los países del este a la Unión Europea.

Kusturica nació en Sarajevo, Bosnia, ubicada en los Balcanes, una ciudad que fue uno de los principales escenarios de las guerras balcánicas. La guerra en Bosnia, que duró cuatro años, dejó más de 130,000 muertos y dos millones de exiliados. Underground tomó una postura crítica hacia la separación de Bosnia como nación independiente, lo que le valió críticas y el rechazo entre los croatas.

Después de Underground, Kusturica regresó al universo gitano con Gato negro, gato blanco, su película más desenfadada. Sin embargo, su cine se volvió errático, al igual que su figura pública. Con cada intervención parecía despojarse del aura de gran artista que él mismo había construido con Underground: un hombre maduro y comprometido con las causas políticas. Pero Kusturica decidió romper con esa imagen y comenzó a jugar. Formó una banda (No Smoking, influenciada por Goran Bregović), realizó documentales sobre Maradona y Mujica, actuó y regresó a la ficción con La vida es un milagro, una versión desafortunada de Milagro en Milán de De Sica. Ahora, a sus 65 años, ha probado suerte como escritor, y con algo de éxito.

Emir Kusturica se presentará el 30 de septiembre en Chile en su gira de  despedida | Diario Usach
Kusturica, guitarrista

Su libro Forastero en el matrimonio (Acantilado) nos devuelve al primer Kusturica, el de los años ochenta y noventa, el de Papá está en viaje de negocios y ¿Te acuerdas de Dolly Bell?. Los cuentos son pequeños episodios de una vida familiar, narrados con saltos temporales y cortes cómicos. Los diálogos no avanzan la acción, sino que la interrumpen y reestructuran. En todos los relatos hay un niño, alter ego del narrador, perteneciente a una familia de clase media en Sarajevo, que vive experiencias cómicas y agridulces.

Con los personajes de Braco y Azra, Kusturica vuelve a un tema central en su obra: la pérdida de la inocencia. Sus cuentos regresan al primer amor, a la pregunta sobre el bien y el mal, a las primeras borracheras, y al contexto de una guerra inminente que, sin embargo, no logra desbordar los vínculos afectivos. Con estos relatos, Kusturica incluso cuestiona su propio lugar como "artista" y parece cerrar un largo proceso de búsqueda. Tras muchos intentos, ha vuelto a hacer lo que mejor sabe: hacernos reír y reflexionar con sus historias.

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