Comala: realismo mágico y melancolía
Pedro Páramo (2024), dirigida por Rodrigo Prieto, tiene una duración de 130 minutos y fue producida por Redrum production y Woo Films, y distribuida por Netflix; es una película mexicana que se adentra en el mundo surrealista y fantasmagórico de Comala, un pueblo donde los fantasmas que allí habitan cuentan la historia que Juan Preciado salió a buscar como una promesa a su madre moribunda.
“Vine a Comala porque me dijeron que aquí vive mi padre. Un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo”. Así comienza la película protagonizada por Manuel García Rulfo, en el papel de Pedro Páramo, el temido cacique de la región.

Desde el principio podemos percibir el realismo mágico de la obra original, escrita por el mexicano Juan Rulfo. El viento sopla suavemente, se escuchan voces que susurran, acompañadas de música sombría; luego un camino pedregoso, y un cruce de camino donde puede estar un ángel o un demonio. Allí también está Juan Preciado (interpretado por Tenoch Huerta), con el sol del atardecer dándole en la cara. Un burro rebuzna a lo lejos y el voltea, por el medio del camino ve venir un arriero con dos burros. Al rato ambos se desplazan lentamente a Comala, el pueblo de los fantasmas. Mientras caminan se establece un dialogo donde Juan Preciado descubre que el hombre que lo acompaña también es hijo de Pedro Páramo. La música sombría acompaña el rostro de incredulidad que muestra Juan Preciado. En silencio se arregla el sombrero y observa el valle que se muestra ante sus ojos. Asentado en el corazón del valle esta Comala, el triste recuerdo de su madre.
Los hombres se detienen, es el momento de que cada quien siga su camino. Ante sus ojos el pueblo se muestra desolado, sin alma.
—Parece abandonado —dice Juan preciado
—No es que parezca. Así es.
—¿Y Pedro Páramo?
Abundio, como se llama el hombre, arrea los burros y susurra.
—Pedro Páramo murió hace muchos años.
Juan preciado no esperaba aquella respuesta, contrae el rostro y luego lo mira con empatía y se despide. Camina cerro abajo, sin saber que ha estado conversando con un muerto a plena luz del día.
Así son las cosas en esta película de Rodrigo Nieto, aquí los muertos son los que cuentan la historia y el único ser vivo que deambula por las calles buscando respuestas es Juan Preciado. Comala esta triste, sola, y polvorienta; y al adentrarse en sus calles, entra a un mundo mágico: el mundo de los muertos. Son ellos, y en especial doña Eduviges y Damiana, los que le mostrarán quien fue su padre; un hombre que exhibe un carácter noble y calmado, pero dentro de esa fachada se esconde la violencia y el terror que conduce magistralmente a través de sus hombres de confianza como es el caso de Don Fulgor (interpretado por Héctor Kotsifakis).

La música, así como el color, es fundamental para interpretar los planos temporales que se desarrollan en la película. Los recuerdos y visiones del pasado a menudo se presentan con colores más vivos y saturados, y música suave de violines. Ejemplo, la escena donde Susana San Juan, joven, (interpretada por Ilse Salas), le ofrece el amor eterno a su joven amado Pedro Páramo, a sabiendas que se marcha para nunca más volver, porque cuando al final regresa ya no es ella, es una mujer adulta atrapada por un oscuro pasado. También notamos como los tonos desaturados y terrosos representan el presente del pueblo de Comala, subrayando la desolación y el ambiente fantasmagórico, siempre acompañado de música sombría y triste. En el interior de las casas predominan los tonos marrones, grises y ocres, dando la sensación de abandono y tristeza que es el centro de la narrativa de la obra literaria de Juan Rulfo.
Rodrigo Prieto hace un esfuerzo por salvaguardar la fidelidad al tono y la atmosfera del libro original, pero le hacen crear escenas de mucha oscuridad, diálogos muy lentos, casi en susurros, lo cual la hace tediosa en algunos momentos. Por eso en la mayoría de las escenas, observamos un pueblo envuelto en un aura de misterio y melancolía, donde el tiempo parece haberse detenido. Las calles polvorientas y las casas abandonadas son visitadas a diario por el viento, ser inanimado que cobra vida arrastrando murmullos de voces olvidadas. Sin embargo, en medio de esa tristeza hay momentos de belleza surrealista: flores que brotan en lugares inesperados, y arboles cuyas ramas parecen extenderse hasta el cielo en busca de lo intangible.

El ambiente de Comala está cargado de una sensación de espera y anhelo, como si el pueblo mismo estuviera esperando una redención que nunca llega. Comala, al igual que Macondo, es un pueblo condenado a desaparecer, a morir lentamente en la soledad de sus calles y sus casas, a convertirse poco a poco en polvo.
Conclusión:
Pedro Páramo (2024) comparada con las otras adaptaciones se muestra visualmente impresionante, no cabe duda de que la experiencia de Rodrigo Prieto y el avance de la tecnología, la apuntalan como la mejor, con una cinematografía única. En mi opinión esta película está hecha para un público selecto, para aquellos interesados en la literatura de los pueblos de América Latina. Sin embargo, en las entrañas de la novela, existe una versión de Pedro Páramo contada desde la perspectiva de los vivos, lo cual le daría una nueva dimensión a la narrativa de la película. Haría la historia fílmica más accesible a un público general, haciendo que los espectadores se conecten de manera sostenida con los personajes y sus historias.
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