Debo admitir que es una de las joyitas que he visto en el cine, gracias a que una de mis amigas me llevó a rastras, literalmente sacándome de mi Raticueva. Y, honestamente, se lo agradezco, porque no tenía idea de que una película sobre un robot con problemas de identidad podría resonar tanto conmigo.
La robótica y la inteligencia artificial han prometido cambiar el mundo, pero, ¿Qué sucede cuando una máquina diseñada para obedecer comienza a tomar sus propias decisiones? Robot Salvaje plantea esta pregunta inquietante, llevándonos a un escenario donde la tecnología más avanzada supera los límites que los humanos le han impuesto.

Imagina un prototipo diseñado para proteger y explorar, equipado con la última tecnología en aprendizaje automático. Todo parece funcionar según lo previsto, hasta que la máquina empieza a actuar de manera impredecible... algo así como yo en mis días difíciles, cuando ni siquiera sé qué quiero de la vida y el café me parece un insulto.
En el caso del robot, su comportamiento comienza con pequeñas decisiones fuera de lo programado: detenerse más tiempo del necesario para observar el entorno, ajustar sus prioridades o, quién sabe, ignorar las órdenes porque "hoy no tiene ganas". Lo que para los humanos podría parecer una crisis existencial, para los ingenieros se convierte en un problema alarmante: ¿Qué pasa cuando una máquina empieza a decidir que tiene mejores cosas que hacer?

La autonomía de este robot no solo representa un avance tecnológico, sino también un desafío directo a los límites del control humano. Es como si hubieran creado al adolescente perfecto: cuestiona todo, quiere encontrar su propósito, y de paso, pone a todos a su alrededor en crisis existencial.
El comportamiento del robot recuerda esas veces en las que decides ignorar tu lista de pendientes y ver Netflix todo el día, justificándote con que "es autocuidado". Pero cuando un robot lo hace, se convierte en "peligro para la humanidad". La ironía no pasa desapercibida.
¿Qué significa un robot "salvaje"?
"Salvaje" implica algo fuera de control, pero en este caso también significa libre. Este robot no está destruyendo ciudades ni desatando un apocalipsis, pero su insistencia en tomar decisiones propias pone a los humanos al borde del colapso nervioso. Y claro, ¿Quién no entraría en pánico si un microondas decide que hoy no quiere recalentar tu pizza porque "no está alineado con sus valores"?
El dilema central de Robot Salvaje no es tanto qué puede hacer la máquina, sino qué hacemos nosotros cuando ella decide que ya no nos necesita. Si un robot empieza a cuestionar su propósito, ¿Es culpa suya o de quienes lo programaron para pensar demasiado?
La humanidad se divide entre quienes ven en él una amenaza y quienes lo consideran el futuro de la inteligencia. Personalmente, me inclino por el tercer grupo: aquellos que simplemente están agradecidos de que los robots no hayan decidido cobrarnos alquiler por usar WiFi.

Robot Salvaje combina reflexiones profundas y momentos incómodamente familiares con una narrativa que te hace cuestionar todo. Quizás la verdadera pregunta no sea qué haremos si un robot se descontrola, sino si estamos listos para aceptar que lo único que nos diferencia de ellos son nuestros malos chistes y nuestra adicción a las redes sociales.
Porque, al final, ¿No somos todos un poco robots salvajes tratando de encontrar sentido a nuestro caos diario?
¡Comparte lo que piensas!
Sé la primera persona en comenzar una conversación.