Walter Mitty: vivir no es existir Spoilers

En la categoría “películas que celebran la belleza de vivir” tenemos muchas historias diferentes y, por lo general, se destacan por ser cintas “lentas”, que cocinan un tema con paciencia como lo es “Perfect Days” o “Ikiru”, dos ejemplos que se me vienen de forma instantánea a la cabeza. Pero en 2013, Ben Stiller sorprendió al mundo con su versión del libro “The Secret Life of Walter Mitty”, con una visión tan frenética y fantasiosa como delicada y precisa sobre varias cuestiones de la vida y en la que muchos nos hemos visto reflejados. En ella, se aleja de un relato tranquilo o pasivo, y se aventura en la acción y la imaginación, mezclándolo con grandes diálogos y momentos que se quedarán grabados por siempre en la memoria colectiva. Es una de mis películas favoritas sobre esta temática y siento que a cada ser humano que la ve, termina marcándolo de alguna manera.

“Vivir no es sólo existir, sino existir y crear, saber gozar y sufrir, y no dormir sin soñar. Descansar, es empezar a morir”, dice la frase de Gregorio Marañón y le queda a la perfección a esta historia ya que “La Vida Secreta de Walter Mitty” abarca cada una de esas palabras: la existencia, el sufrimiento, la alegría y los sueños y se desplaza sobre ellos con una ternura, sensibilidad y humor que pocas películas logran, y lográndolo sin grandes apuestas técnicas. La clave está en lo cálido de los diálogos y las profundas miradas a las diversas situaciones que el protagonista se atreve a ahondar. Pero, vayamos por partes: ¿de dónde sale la historia de Walter Mitty?. Originalmente surge del cuento homónimo publicado en 1939 por James Thurber y antes de la cinta de 2013, había tenido su primera adaptación cinematográfica en 1947, dirigida por Norman McLeod.

Y acá comienza el primer gran punto de por qué la adaptación de 2013 tuvo un gran éxito: el guion adaptado estuvo a cargo de Steven Conrad, quien venía de escribir “En Búsqueda de la Felicidad”, “The Weather Man” y “Wrestling Ernest Hemingway”, tres cintas que a su manera, manejan el drama de una forma muy espectacular. Luego, y seré muy honesto, el rol de Ben Stiller como director no era algo que llamara mucho la atención (al menos para mí), que si bien nos regaló grandes comedias, una historia más bien dramática y de introspección parecían no estar en su rada, pero fue de grata sorpresa descubrir ese costado tan bien trabajado. De todas formas, en su rol de actor ya había hecho algún que otro papel de ese calibre pero mucho más cercano a la comedia como “While We’re Young”, “The Royal Tenenbaums” o “The Meyerowitz Stories”, pero es en “La Vida Secreta de Walter Mitty” donde despliega por completo su costado más dramático (no diré ni mejor ni peor porque no soy de esas personas que consideren el humor como algo más básico o de menor importancia si existiese una escala acotral).

Con todos estos factores juntos sólo había que ejecutarlos bien, ya que Walter Mitty, nuestro protagonista, es una persona que sueña despierto de forma constante y la película lo muestra literalmente así, dándonos escenas donde estos pensamientos cobran vida y en los que él, por ejemplo, es el héroe al rescatar un niño de un incendio o solamente hablando con alguien. Pero lo interesante y que se nos va mostrando durante la película es que él no era así, ¿pero qué pasó?, ¿cómo llegó a ser esta persona si amaba andar en skate, ser libre y tener una vida más arriesgada?, ¿cómo terminó trabajando en un empleo aburrido y encerrado en una habitación?. La respuesta está en la muerte de su padre y de la que parece, nunca haberse recuperado. Probablemente tuvo que tomar un rol paternal para su hermana y su madre, y estas responsabilidades no pueden convivir con la vida de un aventurero; sólo pueden existir en su mente y en ningún lugar más.

Él trabaja para la revista Life y cuando es comprada por nuevos dueños, les avisan que la edición en papel no existirá, lo que presupone una ola de despidos y un miedo general. Para la última portada, Walter es elegido como el encargado para realizarla y recibe un rollo de un reconocido fotógrafo para utilizar en ella, específicamente la número 25. Para su sorpresa, recibe 24 fotos en perfecto estado pero la 25 no aparece, por lo que nuestro protagonista decide ir a buscarlo para tratar de encontrarla. No entraré en mucho más detalles de todo lo que sucede en el medio porque es magia pura (incluyendo una versión espectacular de “Space Oddity” de David Bowie), en la que reiremos y lloraremos. Este viaje no es solo literal sino figurativo; es un viaje de reencuentro para el verdadero Walter Mitty, en la búsqueda de su verdadera identidad, alejándose de ese adormecimiento que tuvo durante años y en los que parecía estar muerto, ya que, como dije antes, “vivir no es sólo existir”. Vivir va mucho más allá de ser un ser operativo y él lo vuelve a descubrir.

Este resurgimiento a la vida está plasmado en la película en todo momento: por ejemplo, comenzamos con encuadres muy cerrados de él, rodeado por una paleta completamente fría y desaturada, pero mientras Walter Mitty comienza a viajar y se reencuentra con su verdadero yo, los planos comienzan a abrirse y los colores resurgen. De hecho hay una escena muy específica y es algo simple pero maravillosa muestra: él tiene que alquilar un auto y sólo quedan dos, uno azul y uno rojo. Walter elige el rojo, simbolizando la pasión y el de por fin romper con el frío que recorría su vida. Walter no cambia su vida, vuelve a ser quien era y quizás, lo que siempre quiso hacer, solo que la vida lo fue empujando a una zona de confort de la que nunca pudo salir y por suerte, pudo lograr salir a tiempo antes de ver toda su vida pasar por delante de sus ojos y pensar: “no logré hacer nada”. Probablemente, el momento que sintetiza el sentido de la película es el mítico encuentro entre él y el fotógrafo Sean O’Connell (Sean Penn), quizás una de las escenas más trilladas pero que continúa funcionando. En ella, vemos al fotógrafo paciente, contemplando un animal en lo que puede significar una foto espectacular; cuando llega el momento, decide no sacarla ya que prefiere disfrutar del momento y no estar pendiente de su cámara para hacerlo. Nos deja entrever que esto es algo que le sucede a menudo y deja perplejo a un Walter alienado por el trabajo duro, la monotonía y el no frenar un segundo a descansar del mecanismo diario. Es una frase pequeña y una escena menor, pero no le quita la potencia y el significado de todo. La vida es eso que se nos pasa mientras no la vemos y nos distraemos con otras cosas. A veces, sólo hay que apartar todo y disfrutar el momento.


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