Quizás es un título pretencioso y esté exagerando un poco (en Twitter le diríamos baiteo), pero lo voy a ir descubriendo junto a ustedes a medida que escribo este artículo. En los últimos meses o años probablemente, el fenómeno Wes Anderson me tiene un poco saturado pero en parte lo es más por la gente que lo utiliza como sinónimo de la simetría o la perfección en el cine y usando el término “wesandersoniano” como adjetivo a planos un poco construidos. Tal vez, mi problema inicial no sea con el director sino con el circo armado alrededor de él por fanáticos (o no tan fanáticos) y el uso desmedido de su imagen reduciéndolo solo a un hombre que pone todo bien centrado y los adorna con colores pasteles. Pero también y revisitando su filmografía, hay cosas que antes me gustaban y ya no tanto y algunas no tienen que ver sólo con estética o sustancia. A ver, a lo mejor este texto es para defender su trabajo inicial y que parece estar olvidado. No lo sé, veamos qué sucede.

Hace unos días leí algo que terminó de llenar el vaso: esa gota fue leer críticas sobre “El Jockey” y ver a personas decir que era una “película wesandersoniana”. Este vaso venía llenándose hace un tiempo y sin darme cuenta terminó saturándome: ¿de dónde salió este adjetivo para describir una película? Y peor aún, ¿a cualquier cinta que tenga planos bien construidos, un tratamiento de color decente o transiciones más ozadas vamos a decirle que es parecida a lo que hace Wes Anderson? Pero esto no es una crítica (por ahora), al director; siento que es injusto reducir su carrera a solamente eso. Y esto viene desde hace años y para tratar de hablar de todo esto, creo necesario dividir su carrera en dos partes: a.B y d.B (antes de Budapest y después de Budapest).
“The Grand Budapest Hotel” se estrenó en 2014 (18 años después de “Bottle Rocket”, su ópera prima). En ella creo yo que llegó al pico de su carrera en cuanto a guion-estética, siendo un punto de quiebre entre lo que venía construyendo y lo que hizo después. En la era a.B, tuvimos historias emotivas como “The Royal Tenenbaums” (2001), “The Life Aquatic with Steve Zissou” (2004), “Fantastic Mr. Fox” (2009) o “Moonrise Kingdom” (2012), por nombrar algunas. En ellas, incursionó en temáticas como la depresión, la disfunción familiar, el abandono, la identidad y el amor, todas abordadas (en muchas ocasiones) mediante la comedia. Y funcionaba. Les juro que funcionaba y en muchos casos, el público podía verse reflejado en algunos personajes icónicos que tuvo la cinta. En esta etapa, si bien lo primordial no era la estética, estaban muy bien construidas y teníamos muchos momentos de simetría y de paletas cargadas con significados. Y si bien en este período denominado a.B había temáticas repetidas, las intentaba abordar de diferentes maneras, arriesgándose a quedar como burdas pero resultando muy efectivas.
Sin embargo, en la era d.B algo cambió y Wes Anderson comenzó a repetirse, en lo que comenzó una exageración de recursos que le funcionaron. No sé si es a propósito, pero no creo que sea casualidad que desde el éxito de “El Gran Hotel Budapest”, el director norteamericano no paró de tratar a sus cintas con una completa obsesión con los famosos planos simétricos y las paletas de colores pasteles, dejando muy por detrás las historias inspiradoras que habíamos tenido antes. La estética allí comenzó a ser más preponderante que los relatos y, de alguna manera, fueron los metrajes más exitosos con el público pero no los más consolidados de la crítica. En este punto deberé sincerarme y admitir que, en un primer vistazo, disfruté de “Isle of Dogs” (2018), “The French Dispatch” (2021) o “Asteroid City” (2023), pero algo no me terminaba de cuadrar. La problemática personal era dilucidar qué era lo que estaba sucediendo.

Siento que la saturación de estos recursos es un factor importante, porque ya no veíamos nada nuevo y poco a poco comenzó a exagerar todos ellos, pero también el fenómeno que comenzó a crearse alrededor de él como sinónimo pura y exclusivamente de recursos técnicos. Esto es, en realidad, en defensa de él: me molesta mucho que se lo reduzca solo a un director que hace eso, cuando en realidad, su fuerte siempre fueron las historias de vida que eran complejas y difíciles de retratar. Cuando sus películas tenían vida y desde allí, se construía un mundo o una estética y no al revés. Esto comenzó a funcionar a niveles ya de marketing y venta y, para bien o para mal, así funcionó siempre porque el cine, además de arte, es negocio y no hay que negarlo. Comenzamos a ver libros de fotografías inspiradas en sus relatos y personas intentando parecerse a él (lo cual está bien, lo acepto), pero no creo que Wes Anderson sea EL referente de esta técnica, ya que estamos todos en la misma línea temporal de John Ford, Buster Keaton o Alfred Hitchcock. Y no me voy a poner en pose de “lo pasado fue mejor” porque Anderson me parece excelente en lo que hace, pero conocer un poco la historia y el contexto del cine me parece más adecuado.
Ahora, ya en este punto de quiebre en el que estaba, opté por buscar en internet y tratar de encontrar “cómplices” en este pensamiento y fue un alivio ver que no estaba solo: muchos hablaron sobre esta auto-repetición y la baja de su calidad en sus últimas películas. Lo mismo noté en mi cuenta de Instagram al plantear este tema y muchos coincidieron en lo mismo. Algo sucedía y no era el único que se lo estaba planteando. Pero aún me quedaba un punto más por tocar y di en el clavo con algunas personas que lo planteaban: ¿qué sucede entre Wes Anderson y el protagonismo femenino en sus películas?.
Si bien no podría explayarme mucho sobre ese tema, es algo que comencé a notar más seriamente al correr de mis años: nunca hubo una protagonista femenina en sus películas pero sí muchos personajes secundarios (que de todas formas, en muchas ocasiones son importantes), sin embargo, ¿desde qué punto?. Esta pregunta surge al tratar de entender su cine y veo que, en casi todos sus metrajes, la mujer ocupa un rol de “inspiración” para los protagonistas masculinos, o de “víctima” que tiene que ser salvada. Siento que es un punto repetitivo en su carrera pero que no es tan chocante como si hemos visto en otros cineastas. Y está bien: es una decisión y su búsqueda personal y opino que no podemos decidir cómo tiene que hacer una película una persona, pero sí podemos (y debemos) cuestionar subjetivamente ciertas cosas.

En resumidas cuentas, Wes Anderson es un director apto para todo público y cualquier persona de cualquier edad y género puede sentarse y disfrutar de sus películas, pero desde un costado más crítico, hay cosas que no terminan de cerrar muy bien. ¿Dónde estoy parado? Soy un fiel devoto de su etapa a.B y para mí, sus mejores historias están en esa era. Ustedes, ¿qué opinan?
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