Por: Fernando Ramírez Vanegas
Vivimos en una era cinematográfica donde los héroes y antihéroes se han tomado las grandes pantallas, con el pasar de los años se crearon grandes éxitos como The Avengers, Spiderman, Superman en otras cintas exitosas sobre el mundo de los Super héroes. la creación de estos films despierta nuestra pasión e interés por estos personajes con poderes sobre humanos que nacieron ya sea de un manga, comic o de algún demente guionista de algún lugar del mundo. Estos super humanos o meta humanos están acompañados de grandes historias y vivencias con las cuales podemos identificarnos, emocionarnos y vibrar al son de una épica e inolvidable banda sonora. No obstante, las grandes pantallas están saturadas de héroes impecables y villanos muy estereotipados que rayan en lo monótono, es aquí cuando buscamos opciones dentro de la gran biblioteca de Hollywood en busca de esa película que marque la diferencia, que rompa con lo preestablecido y que tenga ese toque de humor negro y sarcasmo. En ese orden de ideas la primera película que se viene a mi mente es: “Deadpool” el antihéroe película dirigida por Tim Miller, emerge como un símbolo de nuestra época: un reflejo brutal, crudo y auténtico de las complejidades humanas y sociales del presente. Wade Wilson no solo rompe la cuarta pared; rompe también con lo tradicional y lo que significa ser un "héroe".

Wade no simboliza la moralidad o sacrificio altruista. Antes de convertirse en Deadpool, era un asesino a sueldo sin escrúpulos, de principios muy cuestionables, pero con la rareza de mantener un vínculo y apego con las pocas personas que considera importantes para él. Su diagnóstico de cáncer terminal no solo marcó su cuerpo, sino también su mente debido al dolor, el rechazo y la desesperación, emociones con las que muchos se pueden identificar en una era donde la salud, las relaciones y la estabilidad son vulnerables. Deadpool es el alter ego de nuestro yo interno, representa todo aquello con lo que no estamos de acuerdo, las cosas que queremos decir y hacer sin pensar de consecuencias; su rostro desfigurado es una metáfora del dolor y sufrimiento que muchos llevamos en nuestro interior. Wade exterioriza en su rostro desfigurado todas las frustraciones, decepciones, amor, desamor, tristeza y muerte; rompiendo de verdad con la cuarta pared, porque nos muestra aspectos reales de la psique humana y nos enseña de que a pesar de que el mundo pueda ser un lugar horrible y hostil siempre abra una razón para vivir. En un mundo obsesionado con la perfección, la autenticidad desvergonzada de Deadpool es un grito de guerra para aquellos que se sienten inadaptados en una sociedad donde la mentira y falsedad son parte del menú principal.

Deadpool no es solo un asesino que dispara a diestra y siniestra; también hace bromas intermedias en momentos críticos para conseguir ventaja ante sus oponentes con chistes y sarcasmos con un toque de los años noventa, con claras referencias de la cultura pop de la época. El humor negro que usa no es solo meramente entretenimiento; es una técnica de defensa profundamente humana. En psicología, el humor es una forma de procesar el trauma por parte del afectado, transforma su dolor y lo convierte en algo manejable. En períodos de conflicto e inestabilidad mundial, Deadpool nos recuerda que la risa ante nuestras tragedias constituye el acto más valiente que podemos realizar en situaciones de crisis. El humor negro que emplea no lo hace menos humano; lo hace más parecido a nosotros mismos, ya que detrás de cada una de sus locuras hay una verdad que todos hemos confrontado en algún instante de nuestras vidas.

A diferencia de los héroes tradicionales que poseen un código de honor y una moral estricta, Deadpool es un individuo repleto de contradicciones. Su brújula en lo que respecta a lo correcto y a lo moral no se orienta hacia el norte, sino hacia el caos; Pool se deja guiar exclusivamente por sus instintos y sus propios valores, los cuales son, en última instancia, tan defectuosos y cuestionables como él mismo. El acto de matar sin remordimientos a criminales, la protección feroz de sus seres queridos y la confrontación de villanos más poderosos no se llevan a cabo por un sentido del deber, sino por una causa personal, lo que lo convierte en un reflejo de una sociedad que frecuentemente navega por dilemas éticos ambiguos. Deadpool no se considera a sí mismo un salvador, y tal vez esa sea la razón por la que se conecta con una audiencia contemporánea que está fatigada de la perfección inalcanzable. Representa a aquellos que luchan por hallar su lugar en un mundo donde las normas del bien y del mal son cada vez más difusas.

Si examinamos la situación actual de la sociedad humana en el presente, notamos que se ha debilitado la fe en las estructuras tradicionales y se ha rechazado la idea de héroes perfectos o idealizados como modelos a seguir. En su lugar, apreciamos a aquellos que cuestionan lo convencional, mostrando sinceridad y fidelidad a sus creencias. Deadpool surge como un antihéroe en este contexto de incertidumbres, dado que no intenta ser más de lo que realmente es. Su falta de inhibiciones, su falta de respeto y su autenticidad resuenan entre aquellos que buscan sinceridad en un mundo repleto de máscaras y apariencias. Al concluir este artículo, se puede afirmar que Deadpool no solo es un personaje: representa un fenómeno cultural que refleja la batalla por aceptar nuestra propia vulnerabilidad y encontrar humor en medio de la adversidad al cuestionar las normas sociales establecidas. En un mundo que busca a los superhéroes perfectos, nos recuerda que en nuestras imperfecciones reside nuestra verdadera grandeza y nuestra fuerza más poderosa.

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