
En el balneario de Yubaba, no tienes nombre, ni historia, ni futuro. Pero yo, uno de los tantos atrapados aquí, he aprendido a sobrevivir en este limbo de vapor, jadeos y oro ilusorio. Me llaman Kōraku, aunque ese no es mi verdadero nombre. Nadie aquí lo sabe. Quizás ni yo lo recuerdo.
Vine a este lugar buscando fortuna, seducido por historias de riquezas más allá de lo imaginable, pero lo que encontré fue algo muy distinto. Aquí, la riqueza es una mentira, un cebo para almas codiciosas. Trabajas para el balneario, alimentas a los espíritus que llegan hambrientos y cansados, y, en el proceso, entregas pedazos de ti mismo.
¿El mundo de los espíritus? Déjame decirte algo: no es tan mágico como parece. Es cruel y hermoso, lleno de paradojas. Los dioses y espectros que vienen a este lugar son reflejos distorsionados de los humanos: egocéntricos, insaciables, temerosos de perder aquello que creen poseer. Aquí, el oro reluce con un brillo hipnótico, pero si lo miras de cerca, solo es polvo de ilusiones.
Luego llegó la niña. Chihiro, la llamaban. Diferente a todos los demás. Donde los otros se perdían en el encanto oscuro del balneario, ella caminaba con una resolución que no había visto antes. Era débil al principio, frágil como una hoja atrapada en el viento, pero había algo en sus ojos. Una chispa. Una resistencia que ni siquiera Yubaba podía extinguir.
La observa desde las sombras, como hacemos todos aquí. Aprendemos a mirar sin ser vistos, porque llamar la atención en este lugar es un peligro. Pero Chihiro... ella rompía todas las reglas. Ayudó a un espíritu corrupto, purgó su dolor y, en el proceso, nos recordó algo que habíamos olvidado: que incluso en este mundo, atrapados como estamos, aún existe la posibilidad de cambiar.
Recuerdo la noche del Sin Rostro. La criatura llegó tranquila, casi invisible, pero la avaricia del balneario lo transformó en un monstruo. Lo vi consumir empleados y derramar oro como si fuera agua, mientras todos corrían, temerosos. Pero Chihiro, esa niña humana, no se dejó intimidar. No buscaba riquezas ni poder. Solo quería salvar a sus padres y volver a casa.
Y eso es lo que más nos duele a los atrapados aquí. Ver a alguien mantener su humanidad mientras nosotros la dejamos atrás hace tanto tiempo. Ella nos mostró que el mundo de los espíritus no es un lugar eterno. Es un reflejo de nosotros mismos, de nuestras elecciones, de lo que sacrificamos en nombre del deseo.
Cuando finalmente fue, hubo un extraño silencio en el balneario. Las calderas seguían rugiendo, Yubaba seguía gritando órdenes, pero algo había cambiado. Una sensación de vacío, pero también de esperanza. Como si, por un breve momento, el aire pesado de este lugar se hubiera aligerado.
Sigo aquí, atrapado, quizás por elección más que por obligación. Pero ahora entiendo algo que no comprendía antes. Este lugar no es una prisión. Es un espejo. Y hasta que no encuentre el coraje de enfrentar mi propio reflejo, seguiré siendo parte de las sombras.

Porque en el mundo de los espíritus, el verdadero viaje no es físico, sino el regreso a lo que olvidaste ser.
¡Comparte lo que piensas!
Sé la primera persona en comenzar una conversación.