La película Mi encuentro conmigo mismo si no la han visto aun o si ya la han visto les invito a verla juntos en familia es una obra que nos invita a reflexionar sobre las heridas emocionales que cargamos y cómo, muchas veces, estas son el resultado de patrones y comportamientos heredados de nuestra familia. Protagonizada por Bruce Willis, quien nos ofrece una interpretación conmovedora y distinta a sus habituales roles de acción, esta película aborda el impacto que tiene la relación con nuestros padres en la formación de nuestra identidad y nuestras decisiones de vida.
Willis interpreta a Russ Duritz, un exitoso asesor de imagen cuya vida profesional parece impecable, pero cuya desconexión emocional y comportamiento egocéntrico revelan un profundo vacío interno. A lo largo de la película, descubrimos que gran parte de su personalidad —su frialdad, su obsesión por el éxito y su incapacidad para conectar emocionalmente— está enraizada en su relación con su padre. Desde niño, Russ fue presionado a ser fuerte, a esconder sus sentimientos y a cumplir con expectativas que lo alejaron de sus verdaderos sueños. Este condicionamiento lo llevó a convertirse en un adulto distante, incapaz de reconocer o aceptar sus propias emociones.

El encuentro con su yo infantil, un niño de 8 años lleno de sensibilidad y sueños, funciona como un catalizador que lo obliga a enfrentar no solo las decisiones que ha tomado en su vida, sino también la manera en que estas decisiones fueron influenciadas por los traumas que heredó de su padre. A través de este viaje introspectivo, Russ comienza a darse cuenta de que no solo ha perpetuado las conductas de su padre, sino que también corre el riesgo de transmitirlas a otros, perpetuando un ciclo de desconexión emocional.
La película transmite un mensaje profundo y necesario: como padres, debemos ser conscientes de la influencia que tenemos sobre nuestros hijos. Nuestros miedos, frustraciones y traumas, si no los confrontamos y resolvemos, se filtran inevitablemente en la manera en que los criamos. Sin darnos cuenta, podemos proyectar en ellos nuestras inseguridades o imponerles ideales que no les pertenecen, moldeando su personalidad y sus decisiones de vida de manera que puede alejarlos de quienes realmente son.
Mi encuentro conmigo mismo nos recuerda la importancia de romper estos ciclos. Nos muestra que sanar nuestras propias heridas no solo es un acto de amor hacia nosotros mismos, sino también hacia las generaciones futuras. Russ, al reencontrarse con su niño interior, comprende que su verdadero propósito no es seguir acumulando logros materiales, sino reconectar con lo que realmente importa: ser fiel a sí mismo y no perpetuar los errores del pasado.
Bruce Willis ofrece una interpretación cargada de vulnerabilidad y humanidad, mientras que el joven Spencer Breslin, en el papel de su yo infantil, aporta una inocencia conmovedora que resalta la diferencia entre el niño soñador y el adulto endurecido por las experiencias de la vida. Juntos, construyen una dinámica que refleja el impacto de las expectativas familiares y la importancia de reconciliarse con el pasado.
Aunque no es una película navideña, Mi encuentro conmigo mismo es ideal para esta época de reflexión y reencuentro. Nos enseña que nunca es demasiado tarde para romper con los patrones negativos heredados y que, al sanar nuestras heridas, podemos liberar a nuestros hijos —y a nosotros mismos— de cargas emocionales que no les corresponden.
Es un recordatorio de que nuestra mayor responsabilidad no es solo proteger a quienes amamos, sino también darles la libertad de ser quienes realmente quieren ser.
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