Es tiempo de Navidad. Es tiempo de historias de Navidad. Desde clásicos como ¡Qué bello es vivir!, Mi pobre angelito o las distintas versiones de Cancion de Navidad, de Charles Dickens hasta el ballet El Cascanueces. Y entre todas esas historias aparece un visitante inesperado: La aventura del carbunclo azul, el único relato navideño de Sherlock Holmes.
Fue publicada por primera vez en la edición de enero de 1892, de la revista londinense The Strand y tuvo muchas adaptaciones a la pantalla. La más conocida es la de 1958, una producción de la BBC de Londres con Peter Cushing como Sherlock Holmes y Nigel Stock como el Dr. Watson.
Dos días después de Navidad Watson pasa por el departamento de Baker Street para saludar a su amigo detective. Lo encuentra contemplando un sombrero perteneciente a la víctima de un asalto callejero. Holmes invita a Watson a examinar el sombrero y tratar de sacar alguna información sobre su dueño. Watson observa que se trata de un sombrero antiguo pero de buena calidad. Está bastante sucio, tiene manchas de cera y algunas zonas han sido cubiertas con tinta. Sin embargo, no puede sacar ninguna conclusión acerca de su propietario. En palabras de Holmes, Watson lo ve todo pero es incapaz de razonar a partir de lo que ve.
Holmes, por el contrario, deduce que su propietario gozó de un buena situación económica en el pasado (el sombrero es costoso y de buena calidad) pero ya no (todavía lo usa a pesar de su deterioro). Conserva algo de dignidad (trató de disimular el desgaste con tinta) y no tiene instalación de gas en la casa (las machas de cera indican el uso de velas). Adicionalmente, Holmes sugiere que perdió el amor de su esposa, que lo deja salir a la calle con un sombrero tan sucio.
Inesperadamente, la investigación sobre el sombrero los conduce a rastrear un ganso de navidad que pertenecía al dueño del sombrero y en cuyo interior fue encontrada una joya recientemente robada: el carbúnculo azul del título.
Holmes nos lleva junto con Watson a una recorrida nocturna por el Londres victoriano rumbo al origen del ganso. Primero, a la taberna donde el ave fue vendida, cerca del Museo Británico. Luego, al puesto del mayorista en el mercado de Covent Garden y, finalmente, a una granja urbana donde crían aves de corral. Pero, antes de llegar a la granja, se encuentran con el ladrón de la joya, que también estaba buscando el mismo valioso ganso.
Holmes sorprende al ladrón contándole toda la historia del ganso misterioso. Luego se presenta: su nombre es Sherlock Holmes y su trabajo conste en saber lo que los demás ignoran.
A continuación, todos se dirigen al departamento de Holmes donde el ladrón confiesa, revela los detalles del robo y, entre lágrimas, pide clemencia. Holmes hace silencio durante unos minutos hasta que, súbitamente, abre la puerta y le dice al ladrón que se vaya.
Holmes justifica su actitud, inusualmente piadosa, porque es evidente que el hombre está sinceramente arrepentido y que no volverá a delinquir. Si lo manda a la cárcel, dice, será un delincuente toda la vida. Holmes admite que dejar escapar un ladrón confeso es seguramente un delito pero en ese caso, agrega, es posible que también esté salvando un alma. Además, concluye, es temporada de perdón. La Navidad puede ablandar el corazón del detective más frío y racional de la literatura.