La historia desde mi punto de vista, la del juez Claude Frollo. Es una narrativa de rectitud, de justicia y de la lucha constante contra la decadencia y el pecado. Me crié en un mundo donde la fe y la moralidad eran lo más importante, y desde joven, supe que mi destino era servir a Dios y proteger a la sociedad de la corrupción.
Recuerdo el día en que encontré a Quasimodo, ese pobre y deformado niño, abandonado en las escaleras de la catedral. Me apiadé de él, sí, pero también vi en él una oportunidad para redimir mi propia alma. Al criar a Quasimodo como mi propio hijo, creí que estaba cumpliendo con mi deber como servidor de Dios. Sin embargo, pronto me di cuenta de que Quasimodo no era como los demás. Su deformidad y su torpeza lo hacían un objeto de burla y ridiculización para los demás.
Pero yo no me di por vencido. Seguí educándolo y enseñándole los caminos de la fe, convencido de que podría salvar su alma y hacer de él un ser digno. Sin embargo, la ciudad de París es un lugar corrupto y pecaminoso. La moralidad se ha perdido en las calles empedradas y en las mentes de sus habitantes. Los gitanos, con su música y su baile, son una plaga que debe ser erradicada. Y esa mujer, Esmeralda, es la personificación de la tentación y el pecado.
Mi deber es claro: proteger a la sociedad de la corrupción y mantener la justicia. Y si eso significa tomar medidas drásticas, como la tortura o la ejecución, entonces así sea. La ley es clara, y yo soy su instrumento. Pero hay quienes se oponen a mi visión de la justicia. Ese capitán, Phoebus, es un ejemplo. Su debilidad y su falta de convicción lo hacen un peligro para la sociedad.
En mi lucha contra el pecado, he tenido que tomar decisiones difíciles. Pero siempre he actuado con la convicción de que estoy haciendo lo correcto. La historia puede juzgarme como un villano, pero yo sé que soy un héroe, un defensor de la fe y la moralidad. Sin embargo, a veces, en la oscuridad de la noche, siento una voz que me susurra que estoy equivocado. Que mi celo y mi intolerancia son solo una forma de ocultar mi propia debilidad y mi miedo.
Pero no puedo permitir que esa voz me detenga. Debo seguir adelante, cumpliendo con mi deber, sin importar el costo. Porque si no lo hago, ¿quién lo hará? ¿Quién protegerá a la sociedad de la corrupción y el pecado? Solo yo, Claude Frollo, puedo hacerlo. Y así, seguiré luchando, seguiré defendiendo la fe y la moralidad, aunque el mundo entero se vuelva en contra mía.
Una lujuria disfraza. Justicia
Justicia y amor que no debe tener un deforme.
Un deforme que tenía que ser exterminado esa noche donde su madre accidentalmente se tropezó y se callo.
Siempre tendré las palabras en mi mente
A mí o ala hogera ser mía cuál será


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