“Mi Primer Beso” (“My Girl” en su título original) es más que una simple película de los años 90. Es un viaje emocional que nos transporta a los veranos de la infancia, donde los primeros amores, las pérdidas y los descubrimientos marcaban el rumbo de quienes seríamos. Dirigida por Howard Zieff y protagonizada por Anna Chlumsky y Macaulay Culkin, esta obra maestra no solo se queda en la superficie de una historia tierna, sino que explora los complejos matices del crecimiento, el duelo y la amistad.
La trama nos presenta a Vada Sultenfuss, una niña de 11 años que crece en una funeraria familiar, lidiando con la ausencia de su madre y la desconexión emocional de su padre. Vada no es una protagonista convencional; su sensibilidad y curiosidad nos muestran una infancia marcada por la soledad y el deseo de encontrar su lugar en el mundo. A través de sus ojos, vivimos una historia que es, a partes iguales, un recordatorio de las alegrías simples de la niñez y una cruda lección sobre la fragilidad de la vida.
Uno de los aspectos más impactantes de la película es la relación entre Vada y Thomas J., su mejor amigo y confidente. Thomas J. es dulce, leal y, aunque también es un niño, muestra una madurez emocional que complementa la intensidad de Vada. Su primer beso, un momento aparentemente inocente, se convierte en un símbolo poderoso de la transición entre la niñez y la adolescencia. Este gesto encapsula la pureza del amor infantil, libre de complicaciones, y nos recuerda la magia de los primeros instantes en que comenzamos a comprender el significado del afecto.
Sin embargo, el punto de inflexión de la película es la trágica muerte de Thomas J., un golpe emocional que nadie ve venir. Este evento nos enfrenta brutalmente con la realidad de la mortalidad y la importancia de valorar cada momento. La manera en que Vada lidia con su pérdida es desgarradora y a la vez transformadora. Nos invita a reflexionar sobre cómo enfrentamos nuestras propias despedidas y cómo estas experiencias nos moldean como personas.
Otro aspecto crucial es la evolución de la relación de Vada con su padre, Harry. Al inicio, su desconexión es evidente, pero a medida que ambos enfrentan sus propios duelos, encontramos un rayo de esperanza en su capacidad de reconciliación y entendimiento mutuo. Este arco narrativo nos recuerda la importancia de la comunicación y el apoyo familiar en los momentos de adversidad.
“Mi Primer Beso” nos deja con una reflexión poderosa: la vida está llena de momentos fugaces que, aunque a veces dolorosos, son fundamentales para nuestro crecimiento. Nos enseña a atesorar las conexiones humanas, a vivir con autenticidad y a enfrentar nuestras emociones con valentía. En un mundo que muchas veces nos empuja a reprimir nuestras vulnerabilidades, esta película nos invita a abrazarlas y a aprender de ellas.
Al salir de esta experiencia cinematográfica, es imposible no preguntarse: ¿Cuánto valoramos las pequeñas cosas de la vida? ¿Cuánto tiempo dedicamos a amar, a conectar y a vivir plenamente? “Mi Primer Beso” no solo nos cuenta una historia; nos da una lección que queda grabada en el corazón. Es un recordatorio de que la belleza de la vida radica tanto en sus alegrías como en sus pérdidas y que, al final, cada momento cuenta.