Luc Moullet en cortos

Una de las grandes noticias del año en Argentina es la traducción de un nuevo libro de Luc Moullet, a punto de aparecer en la editorial Monte Hermoso. La traducción del flamante Notas selectas es de Cecilia Nuin y la antología fue revisada por el propio Moullet, que agregó y sacó textos especialmente para esta edición argentina respecto del Piges choises que apareció hace ya unos cuantos años en Francia. En junio del año pasado escribí algo muy breve sobre el Moullet crítico (realmente uno de los más grandes de la historia) , en este otro texto me gustaría hablarles un poco del Moullet cineasta, cuyo trabajo empieza casi en simultáneo con sus escritos críticos (aunque esto no es del todo cierto ya que Moullet escribía crítica a los 12 años, como prueba este texto conservado sobre L'École buissonnière de Jean-Paul Le Chanois: “Muy convencional. Esta película te deja frío. La historia sobre los “derechos del hombre” es algo que me sacaría de encima si yo fuera el cineasta. Sacando eso, el diálogo es bueno. Buenas interpretaciones de Juliette Faber y los niños”).

Moullet nació en París en 1937, un origen que geográficamente, según sus propios términos, lo afectaría de la siguiente manera:

La regionalización del espacio fílmico en Francia es menos evidente, ya que los directores de cine prácticamente se ven obligados a vivir en París para poder trabajar, mientras que los cineastas de los países vecinos se reparten en varias metrópolis, y nuestros pintores, escultores y escritores pueden ahorrarse la carrera hacia la capital. Pero a menudo notamos que el parisianismo residencial o natal es una forma de disfraz engañoso. En comparación con las regiones, además, París tiene hoy poco que ofrecer como material original de inspiración. (Luc Moullet, “Un pequeño tratado de determinismo cinemático”)

Generacionalmente, 1937 significa que Moullet es unos años más joven que sus héroes apenas mayores que fueron los legendarios redactores de Cahiers du Cinéma y directores de la nouvelle vague (Rivette, Godard, Truffaut…), un tiempo que deja a Moullet como alguien que llega justo después y queda a la sombra de este gran movimiento. Los mejores chistes al respecto ya los hizo Moullet, que basó una película entera de los 90, Los prestigios de la muerte, sobre la premisa de un director que decide fingir su muerte para alcanzar al fin la fama postergada, con la suerte de que el mismo día muere Godard y esta otra muerte se lleva toda la resonancia mediática disponible.

Vayamos, entonces, al principio, al Moullet cineasta que dirigió su primer corto en 1960, dos años después de Sin aliento. Fue justamente Godard el responsable de que Moullet consiguiera los pocos pesos necesarios para realizar este debut cinematográfico, cuando después de quedar sorprendido por un texto de Moullet sobre sus primeras películas, lo convenció a su productor Georges de Beauregard de poner el dinero para que el joven Luc haga su debut. Un steack trop cuit [Un bife pasado de punto, un título que acaso haya sido un guiño al corto Charlotte et son steak de Éric Rohmer] está protagonizada por un tal Albert Juross, un seudónimo del hermano de 14 años de Moullet que no quería que de poner su apellido se la viera como una simple película familiar. Sucede toda adentro de un departamento minúsculo. El pequeño Juross se dedica a inventar las infinitas maneras de torturar a su hermana mayor (la actriz se llama Françoise Vatel) en un encuentro que se desarrolla alrededor de una comida. Menos que gags (la situación nunca es lo que uno podría decir “graciosa”, es otra cosa) lo que despliega el personaje es una compulsión hiperquinética imparable a ser siempre un poco más bestia. Moullet toma un truco típico de la nouvelle vague (el asedio verbal constante que era también su propia forma de macguffin) y su primer corto le da la rareza de su enfoque en la domesticidad y el hecho de hacer que ese intercambio verbal suceda entre dos hermanos.

Después de eso hubo otros dos cortos. Del segundo de ellos, Capito?, rodado en 1962 nuevamente con Françoise Vatel y el actor italiano Alessandro Ninchi, no puedo hablar, ya que es imposible rastrearla por internet. Pero la película sobrevivió y hace algunos años la Cinemateca Francesa la proyectó en una retrospectiva muy completa dedicada a Moullet.

Capito?, a veces conocida con el título La Fille de Paname et le gars de Padoue, inventa un diálogo amoroso del italiano al francés entre dos jóvenes que se encuentran en Roma. Construido en torno al discurso y a la manera en que este puede ser fuente de complicidad o de malentendidos, relata las dificultades para comprender al otro. Al reencontrarse con Françoise Vatel ante su cámara, Luc Moullet filma el afecto naciente y explora ese momento singular en el que las diferencias terminan por unirnos antes de separarnos progresivamente.

(Cinemateca Francesa)

La sinopsis da ganas de ver la película y a la vez me hace dudar ese cierre, que hace pensar en un tono edificante al que Moullet tiende más a huirle como la peste.

Sí se consigue Terres noires, un corto documental que Moullet filmó en 1961 aunque recién pudo estrenarla en 1966 (el año de su primer largometraje). Esta alternancia entre ficción y “documental” es una de las constantes de su recorrido, y pongo documental entre comillas porque siempre hay en esas películas pequeñas representaciones de ficción y sobre todo un juego lúdico por parte de Moullet en el que el comentario y la descripción no dejan de ser formas de construir lo cómico.
Terres noires se presenta como una especie de visita etnográfica a las “tierras negras” francesas, suelos que a diferencia de sus contrapartes en Texas y en Rusia no ofrecen ventaja alguna al cultivo y la agricultura (son principalmente tierras de pastoreo tampoco demasiado ventajosas), lo que con el paso del tiempo y el progreso (lento si es que no inexistente en dichas áreas) ha convertido a sus pequeñas aldeas en espacios prácticamente fantasma, con problemas de carencia de rutas y electricidad, vaciamiento de poblaciones, derrumbes… Moullet se detiene a estudiar y describir la tierra pasada por alto (algo a lo que volverá en otras películas como Le cabale des oursins), acaso la única terra incognita para alguien que empieza a filmar en la segunda mitad del siglo XX. “Pasada por alto” es un eufemismo para estos lugares desahuciados. La película registra una enorme cantidad de datos y detalles fríos, ocultando levemente sus ironías, como jugando a la vez tanto con la idea de informe científico como con cierta idea de documental etnográfico. No siente la necesidad de encontrar nada pintoresco, ningún paliativo ni embellecimiento fotográfico (aprovecha incluso para burlarse discretamente de cómo afectan las condiciones al equipo técnico, y da cuenta de que de la poca gente que queda en el lugar, es aún menos la que está dispuesta a perder el tiempo siendo filmada) al retratar la crudeza de las condiciones de vida en las dos aldeas en las que se centra el recorrido: Mantet (en los Pirineos, suroeste de Francia) y Mariaud (en los Alpes, al sureste). En un momento, cuenta la historia de un pastor cuya única razón para quedarse fue no tener que sufrir el viaje en mula de vuelta. Podríamos describir Terres noires como una suerte de etnografía negra (una inspiración debe haber sido Las hurdes de Buñuel). La combinación del comentario y la documentación de los territorios (exhaustiva y atlética, hay que pensar en el movimiento de los cineastas para registrar esos planos, los planos de Moullet nunca se avergüenzan de las complicaciones naturales) produce un efecto de detalle obsesivo muy propio de Moullet, y la atención y falta de paternalismo puesta a este mundo abandonado hace pensar en un reclamo por la tierra misma contra el menosprecio.

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