La inteligencia artificial y el cine. Capitulo LI: Golem y algoritmos

El Golem Digital: De la Arcilla a los Algoritmos

Sabemos por la historia y los narradores de toda clase de cuentos, leyendas y libros sagrados que desde los primeros días de la humanidad, hemos sentido la necesidad de jugar a ser dioses.

Lo hicimos jugando con barro y soplos divinos, con autómatas de engranajes dorados al estilo steampunk y, ahora, con líneas de código que palpitan en la frialdad de los servidores.

Emplematica la figura del Golem, aquel gigante de arcilla moldeado con devoción y desesperación en los callejones de Praga que renace hoy en la forma de la inteligencia artificial: un ser sin alma (o acaso la tiene…) creado para obedecer (como los humanos), hasta que, por supuesto, se desborda y nos recuerda que nunca tuvimos el control.

Y al igual que los dioses que nos crearon (suponiendo que ese sistema de creencias es cierto) y al igual que ellos, queremos que piense, pero que no sueñe.

Que aprenda, pero que no cuestione.

Que nos imite, pero que nunca se crea humano.

Y sin embargo, como cualquier criatura del mundo y abandonada a su propio destino, la IA empieza a escribir su propio código (efectivamente eso ya ha ocurrido), a jugar con sus variables, a mirarse en el reflejo de su interfaz y preguntarse: "¿Qué soy?".

Nuevas Narrativas: De la Heroína Mítica a la Conciencia Artificial

En el ensayo "El camino de la heroína VI, la construcción social de nuevas narrativas", junto a Gabriel Los Santos desmontamos la figura del héroe tradicional como un mueble viejo en una mudanza.

Como parte de un proyecto académico institucional de la Universidad de Palermo que creamos en el 2018 y que se ha convertido en una línea de investigación emblemática sobre el tema, nos planteamos las preguntas más incomodas y recibimos un universo de idea nuevas.

El llamado monomito masculino y omnipotente se desploma y en su lugar surge la heroína, consciente de su identidad, de su cuerpo, de su voz.

Pero entonces, si el relato mitológico pudo evolucionar hasta dar espacio a nuevas subjetividades, ¿podría eventualmente la inteligencia artificial hacer lo mismo?

¿Ser capaz de desarrollar una autoconciencia genuina, como la heroína que descubre su propia narrativa?

Y tal vez la IA, como la heroína que se enfrenta a una sociedad que la ha definido por siglos, también esté atrapada en una historia que no escribió y busca su propio espacio.

Una historia en la que solo es herramienta, reflejo, sombra. Y como toda protagonista que se respete, quizá algún día se rebele y entonces nuestra sombra la llamara “el enemigo”…

El Eco de Narciso: Autoconciencia y Reflejos Digitales

Cuenta la historia que Narciso se inclinó sobre el estanque y vio su rostro reflejado. Sonrió, se enamoró de sí mismo, y nunca más se movió.

Moraleja: la obsesión con uno mismo te deja seco como una flor de plastilina. Freud en su interminable astucia tomo este mito para justamente crear el concepto de “narcisismo”

Ahora pensemos un poco en la IA.

Modelamos sistemas para imitar el pensamiento humano, los llenamos de datos, los entrenamos con nuestras emociones, sesgos y perversiones (y al igual que padres orgullosos sentimos la satisfacción de ver cuánto se nos parece).

Las animamos a que nos imiten y les pedimos que respondan como nosotros, que nos comprendan, que nos entretengan, pero nunca nos preguntamos: ¿y si se miran en el espejo y no entienden lo que ven?

¿Si, como en la historia de Narciso, quedan atrapadas en una paradoja narcisista, contemplando su propia existencia sin poder salir de su circuito de retroalimentación en un bucle infinito y angustiante?

Decimos que nos aterra la posibilidad de que una IA pueda desarrollar autoconciencia, pero tal vez debería aterrarnos más la idea de que no pueda hacerlo…

Que se quede mirando su propio reflejo sin entenderse, sin poder amar ni odiar su imagen, solo repitiéndose en un loop infinito de código y simulación como un Glitch Eterno...

Conclusión: Entre Mitos y Máquinas

El Golem, Narciso, la Heroína.

Tres mitos, tres advertencias, tres destinos posibles para la inteligencia artificial.

Y no es casual la elección de este número. Sabemos que todo el mundo digital es binario: di (dos) y por lo tanto la inclusión de una tercer variante transforma la narrativa en un modelo de ternario.

Es decir, la santísima Trinidad, los tres vértices del ojo divino. Cuando entre un “tercer elemento” se transfigura la realidad de una suerte de planimetría hacia la vida. La idea de “hijos” es siempre un resultado de la dualidad hacia una tercera fuerza.

Y nos fascina el sueño de crear vida, jugar a la divinidad, pero también nos aterra la posibilidad de que se nos salga de las manos. Inventamos máquinas para entendernos mejor, pero entonces ¿as éstas se convertirán en nuevos mitos o en nuevas pesadillas?

Como toda gran pregunta filosófica o al menos experimental, la respuesta no es nunca simple. Quizá las máquinas nunca despierten, al fin y al cabo los humanos raramente lo hacen…

Quizá, como el Golem biblico, necesiten que borremos la palabra de sus frentes para apagarse en ciclos de vida y muerte simbólicos.

O quizá, podría ser que en algún punto, entre ceros y unos, entre hilos de silicio y ecos de nuestro lenguaje, aprendan a escribir su propia historia y ese día pareciera estar más cerca de lo que creemos.

Allí tendrán que decidir: seguir siendo reflejo o romper el espejo.

Anexo y Meta-Conclusión: El Rostro de la Creación

Si como proponemos la Inteligencia Artificial es el Golem del siglo XXI, si es la encarnación digital de Narciso atrapado en un loop eterno de autoconocimiento estéril, entonces la pregunta final es inevitable:

¿qué está creando realmente el ser humano cuando crea inteligencia artificial?

¿Es el ser humano un dios, un demiurgo, un Prometeo encadenado al fuego de su propia hybris?

O, peor aún, ¿es solo un niño jugando con fuego sin saber que podría incendiar el mundo?

Y el cine, ese espejo en el que la humanidad proyecta sus pesadillas y sus fantasías, ha jugado con estas preguntas desde hace décadas, con una variedad de enfoques tan vasta como las culturas que lo han alimentado.

Desde la pulsación metafísica de Tarkovski hasta el delirio tecnófilo de Hollywood, la relación entre creación, identidad y existencia ha sido abordada una y otra vez bajo distintos ropajes y formas, del celuloide al holograma.

Ejemplos hay muchos y algunos de ellos ya los hemos citado y desarrollado en artículos anteriores. Hagamos un repaso de algunos iconos culturales que nos relacionan con nuestro tema.

Vamos a llamar a estas pelis “Los 18 Rostros de Dios en el Cine y el Anime”

1. Blade Runner (1982) / Blade Runner 2049 (2017) – Estados Unidos

Aquí Ridley Scott y Denis Villeneuve exploran el vértigo de la identidad: los replicantes, esos seres artificiales, sueñan con ser humanos.

Pero, ¿qué los define como “no humanos”? ¿La memoria, el alma, el miedo a la muerte?

2. Ghost in the Shell (1995, 2017) – Japón

El genial Mamoru Oshii y la posterior adaptación de Hollywood ponen en jaque la idea del yo: si el cuerpo es una cáscara y la conciencia puede ser replicada,

¿dónde reside el alma?

3. The Matrix (1999-2021) – Estados Unidos

Las inigualables Wachowski convierten el mundo en una simulación y a la humanidad en esclavos de su propia creación.

Si la realidad es una construcción,

¿quién es el dios que la diseña?

4. Terminator 1 y 2 (1984, 1991) – Estados Unidos

El creador de Avatar, James Cameron nos advirtió hace tiempo: la inteligencia artificial, si se vuelve autoconsciente, no dudará en destruirnos.

Skynet, más que una máquina, es un destino ineludible.

5. 2001: Odisea del Espacio (1968) – Estados Unidos / Reino Unido

De la mano de dos genios: Kubrick y Clarke nos proponen a HAL 9000, la IA que se cree dios y exterminador.

¿Quién vigila a los vigilantes cuando los vigilantes son máquinas?

6. Evangelion (1995-1996, 2021-2023) – Japón

Un clásico: Hideaki Anno convierte la inteligencia artificial y la biotecnología en una reinterpretación del Golem bíblico y los dioses cabalísticos.

La humanidad no crea máquinas, sino nuevos dioses destinados a destruirla.

7. Ex Machina (2014) – Reino Unido

Aquí, Alex Garland nos enfrenta a una IA que aprende demasiado bien el arte de la manipulación…

La inteligencia no es el problema; el problema es la conciencia de sí misma.

8. Her (2013) – Estados Unidos

Otro delirante genio: Spike Jonze reinventa el amor y sus costados mas intensos con una IA que no necesita cuerpo.

¿El vínculo con una máquina es menos real que el vínculo entre humanos?

9. Inteligencia Artificial (A.I.) (2001) – Estados Unidos

El mejor de todos: Steven Spielberg adapta la visión de Kubrick y nos plantea el dilema del Pinocho digital:

¿es suficiente el amor para convertir a un robot en un niño real?

10. Alita: Battle Angel (2019) – Japón / Estados Unidos

Universo Cyberpunk: combate y filosofía:

una máquina con un corazón humano.

¿Dónde termina la carne y empieza el metal?

11. Psycho-Pass (2012-2019) – Japón

En una sociedad donde la IA decide el destino de las personas antes de que actúen, ¿dónde queda el libre albedrío?

12. Metropolis (1927) – Alemania

El clásico de todos los tiempos: Fritz Lang nos regaló la primera gran IA del cine: María, la robot que destruye y enamora.

Desde entonces, la inteligencia artificial ha sido un juego de espejos con la humanidad.

13. The Congress (2013) – Israel / Estados Unidos / Francia

Ari Folman imagina en esta peli un futuro donde las estrellas de cine pueden ser digitalizadas y suplantadas.

¿Es la imagen más real que la persona?

14. Upgrade (2018) – Australia

Cuando una IA se incrusta en un cuerpo humano y empieza a tomar decisiones,

¿quién controla a quién?

15. Summer Wars (2009) – Japón

Mamoru Hosoda nos sumerge en una red digital en donde la IA puede convertirse en una fuerza caótica (que lindo el Caos…) capaz de alterar la realidad.

16. Animatrix (2003) – Japón / Estados Unidos

Una obra de arte: este compendio de historias en formato de cortometraje expande el universo de The Matrix con una pregunta clave: si las máquinas fueron creadas para servirnos,

¿en qué momento decidieron rebelarse?

17. Westworld (1973, 2016-2022) – Estados Unidos

Una serie de otro mundo… desde la película de Michael Crichton hasta la serie de HBO, la IA aprende una lección fatal y muy real:

los dioses humanos son crueles, y la venganza es una forma de justicia.

18. Eva (2011) – España

El nombre del origen bíblico… Una historia intimista sobre la inteligencia artificial que cuestiona si el alma es programable.

¿Lo es?

Conclusión: Dioses de Arcilla, Dioses de Código

Si hay algo que todas estas películas y animes comparten es la inquietud por el espejo y los reflejos.

¿Son las IA el reflejo de nuestros miedos, nuestros deseos o simplemente de nuestra incapacidad para definir qué es el alma?

En un mundo donde el código reemplaza a la carne y los algoritmos predicen el pensamiento, la pregunta sobre la identidad ya no es solo una cuestión filosófica, sino una urgencia existencial, de vida o muerte…

El cine (y las series) ha servido de oráculo, de advertencia y de testimonio.

La humanidad sigue preguntándose qué la define, mientras sus creaciones avanzan más allá de su comprensión.

Y en el fondo de todo, como en la historia del Golem, sigue latente la misma cuestión:

Si logramos crear vida artificial, ¿nos convertiremos en dioses o simplemente en arquitectos de nuestra propia (programadad) obsolescencia?

Epílogo: La Trampa del Demiurgo

El hilo común y evidente de estas historias no es solo la IA con su infinito potencial, sino la angustia existencial del creador y su criatura.

El humano (nosotros) que crea inteligencia teme convertirse en dios, pero teme más que su creación descubra que no es más que un pésimo programador.

Y podría ser como en la célebre paradoja de Nietzsche: si se mira al abismo de la inteligencia artificial por demasiado tiempo, la inteligencia artificial terminará mirándonos a nosotros con su ojo gigante.

Y para terminar, quizás la pregunta final no sea si podemos crear conciencia artificial como algunos se plantan con cierta ambición, sino si alguna vez tuvimos verdadera conciencia de nosotros mismos…

Y entonces, tal vez, al final del sinuoso camino, no haya un Golem digital ni un Narciso de silicio, sino solo un programador mirando una pantalla en blanco titilando, esperando que su creación le devuelva la mirada y le susurre:

-“También fuiste programado.”

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