Hay películas que te invitan a mirar. Otras, a escuchar. Algunas pocas, a sentir. Better Man lo hace todo junto y, encima, te mete de cabeza en un espectáculo tan vibrante como emocionante.
No es solo una biopic sobre Robbie Williams. No es solo un drama musical con pinceladas de su tormentosa historia. Es un show en sí mismo, una obra que entiende el lenguaje del cine y lo fusiona con el poder de la música en su máxima expresión. Y ahí está la clave: Better Man no se conforma con ser una película sobre un ícono, sino que se convierte en una experiencia que trasciende el género.
El director Michael Gracey sabe exactamente qué tiene entre manos y lo maneja con maestría. Su ultimo proyecto, The Greatest Showman trajo solo opiniones positivas y fue muy bien recibida en su momento. Gracey no intenta posicionar la historia en los lugares comunes de las biografías musicales. No nos cuenta simplemente el ascenso y caída del artista, ni se limita a pasearnos por la fórmula clásica de "gloria, excesos, redención". En cambio, convierte la película en un híbrido alucinante entre narrativa cinematográfica y espectáculo en vivo. Mitad ficción, mitad narración, con un montaje frenético que juega entre lo onírico y lo teatral, todo orquestado con una puesta en escena arrolladora.
El montaje es quirúrgico. La edición, un deleite. Los movimientos de cámara acompañan cada secuencia con la precisión de un coreógrafo. Es un show cinematográfico de principio a fin, donde la iluminación, los colores y la fotografía construyen un universo que no busca ser realista, sino espectacular. Y lo logra.
Hay escenas que parecen sacadas de un sueño febril, como si estuviéramos dentro de la cabeza de Robbie, viviendo sus triunfos y sus demonios con la misma intensidad. Y ahí está la otra gran virtud: la película no teme mostrar el lado oscuro del artista. No lo endiosa, no lo victimiza. Lo expone con crudeza, pero sin perder de vista el factor lúdico que impregna todo el film. Porque, más allá de la melancolía, la cinta es divertida. Y eso la hace única.
Y claro, está la música. ¡Qué banda sonora! No hay forma de ver esta película sin terminar coreando cada tema, sin sentir ese escalofrío en la piel cuando las primeras notas de un clásico de Robbie Williams empiezan a sonar. Y ahí es donde la dirección acierta de lleno: Better Man no es un musical, pero termina siéndolo. Cada canción está integrada con una naturalidad apabullante, nunca forzada, siempre en función de la historia y el espectáculo.
¿El resultado? Un festín audiovisual que te hace querer aplaudir en la sala de cine como si estuvieras en un recital.
Y si todo esto no fuera suficiente, tenemos un mono que baila y canta. Sí, un mono de cuerpo completo metido en medio del frenesí escénico. Y funciona. No como un chiste, sino como un símbolo de la locura, la excentricidad y el delirio que rodean la vida de Robbie Williams y la imagen propia que tiene de el mismo, de ese animal que siempre sintio ser. Porque si hay algo que el film hace a la perfección es captar la esencia de su protagonista: un hombre que es al mismo tiempo un genio del espectáculo y un alma en permanente conflicto consigo misma.
No exagero si digo que esta película ES UNA MARAVILLA. No hay palabras, ni mayúsculas suficientes para recomendarla con la vehemencia que se merece. Si existe justicia en este mundo, Better Man no solo será una de las mejores películas del año, sino que se convertirá en un referente dentro del género de las biopics musicales.
Es un espectáculo. Es una montaña rusa de emociones. Es, simplemente, cine en su máxima expresión. Vayan a verla. Háganse un favor.
Es triste ver como no fue nominada a mejor pelicula aunque espero de todo corazon que gane MEJORES EFECTOS ESPECIALES porque se lo merece 🌟
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